Jesús Neira ha pasado de héroe a casi un villano en cuestión de dos años. El que fuera un modelo a seguir por el episodio en el que casi pierde la vida, tras ser agredido en 2008 por impedir a un hombre,
Antonio Puerta, el maltrato a su pareja, ahora se ha convertido en un grotesco personaje público. Desde que recobrara la salud, las instituciones públicas le condecoraron y agasajaron, y la Comunidad de Madrid, presidida por
Esperanza Aguirre, le puso al frente del Observatorio contra la Violencia de Género. Pero él se ha dedicado, más allá de desempeñar ese cargo, a participar en tertulias políticas y hacer declaraciones más que polémicas contra los socialistas e incluso las hijas de
Zapatero.
Su último episodio de polémica, la retirada del carné por conducir ebrio, ha terminado por decapitarle públicamente. Aguirre le deja sin Observatorio y él, sacando pecho, dice que
se siente "doblemente feliz", porque -frivoliza- no le gustaba mucho conducir y ya no tendrá que hacerlo, y además no ha tenido que pasar por el mal trago de dimitir y dejar su cargo. Esperanza lo ha hecho más fácil: justificándose en la crisis económica, elimina este Observatorio para la mujer y se ahorra unos cuantos... euros y disgustos. Pero no importa: Neira está feliz.
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