El Nobel 2005 Harold Pinter (1930-2008), no es precisamente un dramaturgo muy representado en España. Ahora es Irina Kouberskaya quien dirige una versión de ‘Regreso al hogar’ en Tribueñe, la sala que dirige junto a Hugo Pérez de la Pica, pero hay que remontarse hasta 2009 para ubicar el anterior montaje de esta misma obra del escritor británico en una coproducción del Teatro Español de Madrid y del Centre d'Arts Escèniques de Reus, bajo la dirección de Ferrán Madico, o más recientemente a ‘Invernadero’, en versión de Eduardo Mendoza, montaje dirigido por Mario Gas en La Abadía.
En ‘Regreso al hogar’ Pinter -autor irreverente y provocador donde los haya…- retrata con suma crudeza las mil y una contradicciones y tensiones entre un padre viudo que vive con dos de sus hijos, ya adultos, y un hermano. La llegada del hijo mayor, aparentemente el triunfador de la familia, con su esposa, desata todos los vientos de una tempestad provocada por un ambiente asfixiante y opresivo provocado por la envidia y el desprecio mutuos entre todos los miembros del clan.
El nivel de disección al que someten Pinter y Kouberskaya a los seis personajes de ‘Regreso al hogar’ es más que minucioso y la verdad es que la institución familiar no sale muy bien parada, en el mejor de los casos. Todos ellos llevan la tragedia marcada en los huesos, en la fibra, en la piel, y no hay salida alguna para ninguno de los miembros.
Paisaje
Kouberskaya ha situado la acción en una escenografía minimalista y funcional, con unos cuantos sillones/inodoros, que con soltura e imaginación se transforman lo mismo en las gradas de un hipódromo, que en la sala de estar de la familia. Y al fondo del escenario, una escalera de madera, que sube al hipotético piso de arriba, en donde están las habitaciones de invitados, lugar en donde tampoco puede refugiarse ninguno para encontrar el más pequeño rincón de paz o de amabilidad.
Ni siquiera la llegada de Ruth (espléndida Rocío Osuna,fría o sensual según los momentos y el clímax marcados en cada situación…), es capaz de cambiar el cabreo permanente de Max - encarnado por un también soberbioFernando Sotuela-, padre yhermano de tres hombres que hoy llamaríamos “Ninis”, que viven a la sopa boba en la casa del patriarca, muy a pesar de este. De entre los hermanos sobresale el pequeño Joey (genialMiguel Pérez-Muñoz, que compensa su dificultad en el habla, ya que es tartamudo, con una expresión corporal tremenda), aunque tampoco le van a la zaga interpretativa los otros tres componentes del reparto, por cierto magníficamente elegido por la directora del montaje: David García (Lenny), Miguel Ángel Mendo (Sam) y Pablo Múgica(Teddy, marido de Ruth y profesor de una universidad americana).
Si Pinter es el más claro exponente británico del teatro del absurdo, es también un preclaro analista de la situación a la que la sociedad postindustrial de la segunda mitad del siglo XX llevó a la familia, absurdamente deshumanizada por los intereses económicos y el egoísmo de todos y cada uno de sus componentes, más ocupados por su bienestar personal que por aportar el más mínimo gesto que contribuya al bien común, que es lo que debiera dominar en el núcleo familiar.
Cada palabra, cada gesto que el espectador puede ver sobre el escenario está teñido de una brutalidad tremenda, y ni siquiera los lazos familiares son capaces de abortar los más bajos instintos de cada uno de sus miembros, que no solo no se ven alterados, sino todo lo contrario, cuando aparece la figura de Ruth en sus vidas. Y, a pesar de todo, el humor (negro, las más de las veces) no deja de estar presente a lo largo de la obra, lo que produce una mueca amarga en el ánimo del espectador, al situarlo en el contexto donde se desarrolla la triste vida de estos seis personajes, una casa humilde de un barrio industrial londinense de la década de los 60, como se encargan de retratar los numerosos cortes musicales de la época elegidos por Kouberskaya para enfatizar los distintos momentos del montaje.
El hombre es un lobo para el hombre parece decirnos también Pinter y ni siquiera la irrupción de la hembra (Ruth) en sus vidas es un seguro de cambio y de dignificación de esas existencias dominadas por el materialismo y el afán de conseguirlo todo a cualquier precio. Un seguro no, pero sí, al menos, un pequeño rayo de esperanza, que es la aportación de Irina Kouberskaya en esta nueva y brillante lección de lo que debe de ser la dirección de escena: una tensión permanente del arco dramático que no da tregua al espectador en el vaivén de las emociones, y sin alterar ni un ápice las profundas intenciones del autor.
‘Regreso al hogar’
Texto: Harold Pinter
Dirección: Irina Kouberskaya
Traducción: Miguel Ángel Mendo
Intérpretes:Rocío Osuna,Fernando Sotuela, Miguel Pérez-Muñoz, David García, Miguel Ángel Mendo y Pablo Múgica
Escenografía: Irina Kouberskaya y Eduardo Pérez de Carrera
Iluminación: Eduardo Pérez de Carrera y Paula Sánchez
Coreografía: Irina Kouberskaya
Fotografía: Laura Torrado y Luis Fernández
Una producción de Teatro Tribueñe
Teatro Tribueñe, Madrid
Hasta final de temporada (consultar cartelera)