El posmoderno acrónimo de jasp (joven aunque sobradamente preparado) puede, y debe, aplicarse en grado máximo, en su versión taurómaca, a Samuel Navalón. A pesar de no estar recuperado de su grave percance del pasado miércoles en Casar, el coletudo, uno de los más destacados alumnos de la productiva Escuela Taurina de Albacete, y que el próximo sábado se doctora en este coso manchego, salió a darlo todo. Y, lo que es tan importante, practicó el toreo con rotundidad. Orejas al margen, dejó la impresión de necesitar ya el utrero. En menor dimensión anduvo el local Manuel Caballero, también por la Puerta Grande. Con un Javier Zulueta gris oscuro, lidiaron un encierro bien presentado noblón y flojo de Montealto, unos ‘mimosines’ sumisos y obedientes con los que no cabía otra emoción que el arte que pudieran cascabelear los espadas.
Y a fe que lo desarrolló el indudable protagonista de la tarde, que recibió de hinojos a su primero antes de unas primorosas verónicas rematadas con ajustada chicuelina. Ya con la sarga brilló en una labor maciza que inició con estatuarios con los pies clavados y el del desprecio para seguir con tandas al natural y en redondo, cerradas con monumentales pases de pecho muy marcados al hombro contrario, y siempre con temple y en un rodalico de terreno. Allí había arte y sentimiento. No le importó tener asegurada la salida a hombros, tras obtener el doble trofeo, pues repitió una labor similar en el otro jugueteando con el animal y concluyendo con ajustadísimas bernadinas y un desplante. Tras media estocada echó otra oreja en el esportón.
Después del éxito de su amigo Navalón, Caballero se motivó en el cuarto, tanto con capote como con la sarga, echándole mayor entrega y decisión, dejando buenas series por ambos pitones aunque con algunos altibajos, que le valieron para cortar la oreja que le abría también la Puerta Grande. Porque con menos méritos y pañuelos, el usía Joaquín Coy había practicado la elegancia social del regalo en el que abrió función después de una labor sin excesivo brillo.
Claro que para nulo brillo el de un Javier Zulueta, muy verde y, lo peor, con ciertos aires de suficiencia injustificada, cuyo único mérito para estar en el abono albaceteño es que lo dirige el poderosísimo Matilla. Nada dijo en el tercero de la tarde; tampoco en el último, montando un bochornoso mitin con estoque y verduguillo, y que de no haber sido porque al presidente se le paró el reloj habría ido al corral.
FICHA
Novillos de MONTEALTO, con trapío, justos de fuerza y nobles. MANUEL CABALLERO: oreja; oreja. SAMUEL NAVALÓN: dos orejas tras aviso; oreja tras aviso. JAVIER ZULUETA: silencio; silencio tras dos avisos. Plaza de Albacete, 9 de septiembre. 2ª de abono. Dos tercios de entrada.