El sexismo en el deporte está empezando a desaparecer muy lentamente. A la decisión de la Vuelta Ciclista de eliminar los besos en el podio, se sumó la eliminación de las azafatas en la parrilla de salida de la Fórmula 1, pero son aún casos aislados. El relato de Raquel Muñoz, una ex trabajadora del torneo Godó, evidencia que aún queda mucho por hacer: "Hablar es no volver a trabajar".
Esta azafata recuerda diez días de "verdadera tortura", según relata a 'El Periódico' su experiencia. Obligada a posar con ropa de verano pese a estar a menos de 3 grados, mientras el público asistente se abrigaba con plumones. "Nosotras, empapadas, sentadas bajo la lluvia, con los pies congelados e irónicamente con un paraguas, cerrado, en la mano", añade, no tenían permitido utilizarlo en cualquier momento.
Si bien admite que la agencia les concedió tener a mano "una chaquetita de punto sobre los hombros", puntualiza que sólo podían usarla cuando no estuvieran a tiro de cámara y nunca abrochada. Lo importante era enseñar carne y que se viera la marca, lo demás no importaba.
Muñoz se atrevió a dar el paso y denunció una situación que destilaba sexismo a raudales. Inspección de Trabajo levantó un acta de "infracción muy grave" con multas de 25.000 euros contra la empresa Schweppes y la agencia Tote Vignau por acoso discriminatorio por razón de sexo. Otro pequeño gran paso hacia delante.