Los emotivos acordes de Who by fire, de Leonard Cohen y las voces y los cuerpos de cuatro actores dan vida por unos días sobre el Teatro María Guerrero de Madrid al autor de ‘Tierra’, Sergio Blanco, y a tres viejos alumnos de su madre, Liliana Ayestarán, muerta hace dos años en la UCI de un hospital de Montevideo. Autor y alumnos son los actores Andrea Davidovics, Soledad Frugone,Tomás Piñeiro (los tres antiguos alumnos), y Sebastián Serantes (encarnando con extrema sensibilidad y solvencia la figura del autor y director del montaje).
La pieza de Blanco es de nuevo una autoficción, género teatral en el que el dramaturgo franco–uruguayo se mueve como pez en el agua. ¿Se trata de hechos reales, soñados, temidos, deseados…?
Da igual porque lo que cuenta es la inmensa cantidad de emociones, recuerdos, proyecciones, anhelos, historias personales, íntimas, de los tres alumnos y del propio autor que, a través de entrevistas con ellos, rescata aspectos inéditos, entrañables y profundamente humanos de su madre, una profesora muy particular que genera lazos profundos con sus alumnos que van mucho más allá de la docencia.
Actores y actrices aparecen primero en escena con sus identidades reales, presentándose a sí mismo uno a uno y recordando la forma y el momento en que Blanco se puso en contacto con ellos para pedirles si querían formar parte de ‘Tierra’, para pasar después a meterse en la piel del mismo autor y de los personajes que fue creando tras las entrevistas reales con esos tres alumnos de la profesora Ayestarán.
Se trata de Celia (tierna, entrañable Andrea Davidovics), antigua empleada de limpieza del liceo donde daba clase la madre del autor, que perdió a su único hijo en un desgraciado accidente de moto; Lucas (estupendo Tomás Piñeiro), que mató a hachazos a su hermano gemelo y que, tras haber cumplido condena, accede también a revisar su relación con la profesora ante su hijo, y Clara (soberbia también Soledad Frugone), hija de un desaparecido de la dictadura militar, obsesionada desde hace años en la búsqueda del cuerpo de su padre con una fe y un dolor inquebrantables.
Las reuniones periódicas entre dramaturgo y antiguos alumnos tienen lugar en medio del gimnasio del liceo, una cancha cubierta de baloncesto, en uno de cuyos extremos están el sillón y la mesa de trabajo de la profesora, y en el extremo contrario algunos bancos y sillas que los viejos alumnos acercan o separan de él en función de las indicaciones de Sergio.
Al fondo, una gran pantalla sobre la que se recogen primeros planos de las dos cámaras con las que Sergio graba cada uno de los encuentros. Una de las actrices se desdobla también como Oftalmóloga que, en sueños, trata al autor de ciertos problemas oculares en el vítreo (ve moscas flotantes), que hay que observar de cerca porque pueden degenerar en un fuerte desgarro en la retina y, consecuentemente, en una modificación radical del modo de vida del autor.
En el montaje, al comienzo de cada uno de los tres actos, y al final del epílogo, suena música que interpretan los propios actores con sus voces e instrumentos que ellos mismos tocan. Es otra forma de convocar los fantasmas que cada uno de ellos lleva tras de sí provocados por los duros embates de la vida y que, a veces, seres tan sensibles como la vieja profesora (ella decía que «enseñamos con lo que somos y no con lo que sabemos»), hacen posible que ese inevitable periplo de vivir cargados con mil y un problemas que conlleva el hecho de crecer sea mucho más transitable y llevadero.
Laura Leifter y Sebastián Marrero son los diseñadores conjuntos de escenografía e iluminación de la pieza; Laura Leifert viste a los personajes; Fernando Castro ha preparado el diseño de sonido, también muy importante porque toda la función discurre con sonido microfónico, y Miguel Grompone, diseñador del vídeo del montaje, presente en casi toda la función.
La presencia de la cámara en esos encuentros subraya también la existencia de múltiples miradas sobre cada momento vivido en escena que, a su vez, no es más que una de los cientos de miradas que interioriza cada uno de los espectadores que acuden al montaje Teatro y vida, en fin, marcan siempre fronteras difusas entre la realidad y la ficción que tampoco hay por qué delimitar científicamente.
Lo importante es descubrir si esas imágenes, esos sentimientos se producen o no y, en caso afirmativo, con qué intensidad y fuerza en quienes están detrás de las miradas. Vida y representación están así unidas por esos necesarios hilos invisibles, sutiles, personales, que se retroalimentan mutuamente.
En ‘Tierra’, definitivamente, Blanco ha vivido en cabeza propia que alguien no se va del todo de este mundo mientras haya personas que, como su madre, han sembrado amor entre quienes le rodean… Un montaje conmovedor, cercano, sugestivo, fascinante…
Ficha técnica de ‘Tierra’
Texto y dirección: Sergio Blanco
Reparto: Andrea Davidovics, Soledad Frugone, Tomás Piñeiro y Sebastián Serantes
Escenografía e iluminación: Laura Leifert y Sebastián Marrero
Vestuario: Laura Leifert
Diseño de sonido: Fernando Castro
Diseño de vídeo: Miguel Grompone
Operación de sonido en vivo: Francesca Crossa
Operación de vídeo en vivo: Renata Sienra
Coordinación técnica: Paula Martell
Diseño de cartel: Emilio Lorente
Fotografía: Nairí Aharonián
Ayudante de dirección: Carolina Simoni
Asistencia de producción y tour manager: Danila Mazzarelli
Producción general: Matilde López Espasandín
Producción: Centro Dramático Nacional, Marea, Dirección Nacional de Cultura de Uruguay, Complejo Teatral de Buenos Aires y Centro Gabriela Mistral de Chile
Agradecimientos: Instituto Nacional de Artes Escénicas
Agradecimientos especiales: Roxana Blanco, Danila Mazzarelli y Agustín Moratorio
Teatro María Guerrero, Madrid
Del 10 al 13 de octubre de 2024