La Sala de la Princesa del Teatro María Guerrero acoge hasta el 12 de noviembre próximo una pieza singular, ‘Pequeño cúmulo de abismos’, de título evocador y poético que, sin embargo, mezcla ficción, realidad, física cuántica, imaginación y ciencia ficción en una pieza metateatral que aparenta ser de fácil lectura y que, por el contrario, contiene diversas capas de significados y significantes.
Dirige el montaje Cris Blanco a partir de un texto que ha escrito ella misma junto a Rocío Bello, Óscar Bueno y Anto Rodríguez. Y también las dos dramaturgas forman parte del elenco junto a Oihana Altube e Íñigo Rodríguez-Claro.
La fábula que se cuenta tiene, inicialmente, aparentes tintes autobiográficos de Cris Blanco que, sin mediar música introductoria alguna y con la luz que ya había en la sala hasta que los espectadores se acomodan en sus butacas respectivas, irrumpe en ella y, en primera persona, dirigiéndose directamente al público en una especie de inaplazable confesión familiar, Cris habla de sus orígenes leoneses y de sus primeros años en Madrid, en el barrio de LaComa. Su madre y sus dos tías (a una de las cuales, sin embargo, llamaba Abuela), ejercen sus primeros trabajos en aquellos años 80 del siglo pasado en la capital limpiando casas ajenas, en cafeterías, planchando pijamas en una fábrica o en una peluquería de Malasaña…
Los juegos infantiles en casa de Cris fueron con muñecos a los que espiaba por si, al darse la vuelta para salir de la habitación, cobraban vida. Y fuera de casa, viendo desfilar jóvenes y jóvenes hacia Pitis desde dónde volvían lentos, medio ausentes, convertidos en una especie de procesión de “zombis” a los que los niños temían acercarse.
Realidad y fantasía atrapadas desde distintas ópticas, desde distintas aristas con el único afán de reconstruir el pasado, o al menos intentarlo más allá de lo aparente. Un modo sui generis de reunir ese “cúmulo de abismos”, de mundos grandes y pequeños, en todo caso “micromundos imaginarios que pueden caber en una grieta en la pared de un teatro”.
Y la historia, que dura poco más de una hora, sin embargo, está permanentemente atravesada por el humor y es la mar de divertida. Además de la directora, la protagonizan una técnica (estupenda Rocío Bello, descarada, algo pasota y curtida ya en mil batallas profesionales) una guardia de seguridad (Oihana Altube, imponente bailarina) y el director del María Guerrero (interpretado por Íñigo Rodríguez-Claro, que coincide aquí como intérprete y en el Español como director de Arder y no quemarse).
La escenografía, de apariencia sencilla (unas sillas, una escalera, un casco de moto y algún que otro artilugio más), esconde, sin embargo, una sorpresa final tras el muro del fondo de la Sala de la Princesa. La iluminación de Miguel Ruz se adentra desde la belleza de los atardeceres de Lacoma y los trabajos de construcción de las diversas escenas del montaje, además del uso de linternas por los actores. Y, por último, el inmersivo espacio sonoro de Carlos Parra, que usa con frecuencia los sonidos de subgraves, el vestuario actual de Jorge Dutor y el vídeo de Marta Orozco.
Realidad y fantasía son dos estadios de la vida. Ambos se enfrentan, se superponen o, como es el caso, pueden ir también de la mano y esta es, quizás, la mejor forma de atravesarla para encontrar ciertas garantías de supervivencia ante la adversidad. Muy interesante.
‘Pequeño cúmulo de abismos’
Dirección: Cris Blanco
Dramaturgia: Rocío Bello, Cris Blanco, Óscar Bueno, Anto Rodríguez
Reparto: Oihana Altube, Rocío Bello, Cris Blanco e Íñigo Rodríguez-Claro
Escenografía: Pablo Chaves
Iluminación: Miguel Ruz Velasco
Vestuario: Jorge Dutor
Diseño sonoro: Carlos Parra
Vídeo: Marta Orozco
Ayudante de dirección: Marta Orozco
Ayudante de escenografía: Lia González Álvarez
Fotografía: Geraldine Leloutre
Tráiler: Macarena Díaz
Diseño de cartel: Equipo SOPA
Producción: Centro Dramático Nacional, Cris Blanco y Festival Grec de Barcelona
Teatro María Guerrero, Madrid
Hasta el 12 de noviembre de 2023