Crítica de la obra de teatro 'Lucha y metamorfosis de una mujer': carrera de obstáculos

El jovencísimo escritor francés Édouard Louis (Hallencourt, Amiens, 1992), ha irrumpido en el mundo literario galo con una fuerza imparable. Sus novelas, de claro matiz autobiográfico, profundizan en el dolor de ser homosexual en el seno de una familia de escasos recursos y dentro de una sociedad en donde la violencia de todo tipo (psicológica, sexual, física…), es el pan nuestro de cada día. Su cuarta novela, ‘Lucha y metamorfosis de una mujer’, sube ahora al escenario de la Sala Margarita Xirgu del Teatro Español de Madrid dirigida por Fernando Bernués, a partir de la traducción de José Antonio Soriano y la adaptación de Harkaitz Cano.

En medio de la sala está situada una tarima de unos 10 x 2 metros en dónde solo hay un pequeño sillón, una silla en el extremo contrario, y una botella de wiski sobre la propia tarima. Las butacas de los espectadores están situados a dos bandas, paralelas a ambos lados de la tarima y, detrás de ellos dos grandes pantallas recogen primerísimos planos fundamentalmente del personaje de la Madre, encarnada por una grandísima Eva Trancón con una fuerza y una sensibilidad exquisitas. Apenas si dice unas cuantas frases cortas, pero, en directo, una cámara proyecta sobre las dos pantallas el tránsito de sus más íntimas emociones (dolor, amargura, aceptación, sumisión, abusos del primer y del segundo marido, de sus hijos…), como reacción a las palabras que su hijo, Édouard Louis, va desgranando a partir del encuentro fortuito de una foto de su madre, un autorretrato hecho en un momento en que no existían los teléfonos móviles.

Suena frágil, íntima, tímida la melodía del Claire de lune, de Claude Debussy interpretada con extremo gusto y sensibilidad al piano por María José de Bustos. Es el preludio a la descarnada, sincera y dura confesión de Édouard Louis (magnífico también Eneko Sagardoy): “Todo empezó con una foto… Se la hizo ella misma el día que cumplió 20 años. Supongo que sostuvo la cámara al revés para enfocar su propio rostro… En la imagen sonríe ligeramente, con la cabeza inclinada hacia un lado, con sus ojos verdes y su pelo recién peinado caído sobre la frente...”. Es el comienzo de la confesión / rememoración de Edouard frente a su madre, con la que mantiene un diálogo silencioso en el que la mujer reacciona más con los gestos, las lágrimas, las tristes sonrisas, las muecas sardónicas y, sólo a veces, también con algunas palabras…

Edouard relata la dura historia de su madre, siempre silenciosa, resignada y oprimida por los hombres de su entorno, -dos maridos alcohólicos, cinco hijos-necesita 25 años de dolor, de infelicidad, de desesperación y de aguante para tomar la decisión definitiva e irreversible de marcharse de casa y tratar de ser ella misma. Pero atrás quedan las cicatrices profundas, inolvidables, de los insultos de sus maridos, las risas descaradas de las gentes del pueblo, las mentiras y los desprecios de sus propios hijos -empezando por Edouard-, la vergüenza de acudir por primera vez al colegio respondiendo a una llamada de la dirección, la conciencia de clase…

El montaje es muy corto, unos 50 minutos, pero constituye una verdadera delicatesen que el espectador debe digerir con extrema atención, tanto en la escucha como en la mirada porque ni un solo gesto, ni una sola palabra, ni una sola reacción de los dos extraordinarios intérpretes que comparten escenario de principio a fin del montaje y con las luces de sala fijas durante todo el tiempo, pueden dejar de metabolizarse. El espectáculo es inolvidable, verdaderamente estremecedor, gracias a la palabra descarnada de Edouard, y al doloroso silencio recogido en el gesto amargo, reflexivo y finalmente decidido de su Madre.

Fernando Bernués utiliza con maestría en el montaje tanto su gran conocimiento en la dirección de actores como su manejo del lenguaje audiovisual (no olvidemos que es un estupendo director de cine y televisión), y plantea al espectador la posibilidad de ser testigo directo de esa confesión del hijo ante la madre que, finalmente, parece encontrar alguna vía reparadora para el primero.

El equipo artístico de la obra está formado por David Bernués en la iluminación, Fernando Bernués como diseñador del espacio escénico y Ana Turrillas, diseñadora de vestuario

Los sueños, la felicidad, la libertad ganan finalmente la batalla a la adversidad, a la tristeza, al destino que parece estar marcado a fuego en quien ha tenido la mala suerte de nacer formando parte de las clases más oprimidas, una situación que se multiplica por diez si, además, se es mujer.

El montaje, como la novela, está plagado de contradicciones en la óptica de Edouard, de culpa, de machismo, de crueldad, de pobreza y hasta de la vergüenza de tener un hijo que cambia de posición social y mira con desprecio a su propia Madre. Real como la vida misma. Imperdible.

‘Lucha y metamorfosis de una mujer’

De: Édouard Louis

Dirección: Fernando Bernués

Traducción: José Antonio Soriano

Adaptación: Harkaitz Cano

Con Eneko Sagardoy y Eva Trancón

Diseño de espacio escénico: Fernando Bernués

Diseño de vestuario: Ana Turrillas

Diseño de iluminación: David Bernués

Técnica: Acrónica Producciones

Música: Claire de lune (C Debussy)

Piano: María José de Bustos

Fotografía: Mikel Martínez

Producción: Paola Eguibar

Producción ejecutiva: Ane Antoñanzas

Administración: Maite Gorrotxategi

Una producción de Tanttaka Teatroa

Teatro Español, Madrid

Hasta el 7 de julio de 2024