Sobre el escenario, en el centro, el locutorio de un estudio de radio, y, a ambos lados, un muro, un par de sillas y otros tantos teléfonos. Todo apunta a que aquí la palabra es la que manda. Y es que, claro, estamos en el Teatro Bellas Artes y sobre el escenario se recrea un estudio de la Cadena Ser, la red de emisoras que lleva ya la friolera de 27 años seguidos con un programa, ‘Hablar por hablar’, que da título al montaje teatral que ahora dirige Fernando Sánchez-Cabezudo (Madrid, 1979). Por si no eres insomne o, incluso siéndolo, no se te ocurre poner la radio a esas horas (con auriculares, obviamente, si no duermes solo), en el espacio radiofónico que la SER lleva emitiendo ya más de un cuarto de siglo, se recogen llamadas de oyentes que tienen la necesidad o superan el reto de atreverse a contar públicamente algo que les preocupa, les obsesiona o les hiere. Amparados en la intimidad de la noche, de lunes a viernes y de dos a cuatro y media de la madrugada, son decenas y decenas los insomnes que cuentan a Macarena Berlín, su presentadora actual, sus cuitas personales de todo orden (familiar, amoroso, sexual, social…). Todo vale si, al menos se respeta una sola regla: ni insultos, ni groserías, ni burlas.
Juan Cavestany, Yolanda García Serrano, Anna R. Costa, Juan Carlos Rubio y Alfredo Sanzol han sido los dramaturgos que han puesto letra a algunos casos reales contados a través de las ondas; Sánchez-Cabezudo ha dado forma sobre el escenario a esas historias en un espacio y un tiempo determinados, y los actores Antonio Gil, Ángeles Martín, Samuel Viyuela González, Carolina Yuste y Pepa Zaragoza han puesto cuerpo y voz a los veinte personajes surgidos del ordenador de sus creadores. Cuando Hablar por hablar comenzaba a emitirse habría habido que decir “la pluma” en lugar del PC y, sin embargo, la fórmula radiofónica sigue aún plenamente vigente.
Una madre desesperada recurre al programa para ver si alguien puede localizar en Madrid a su hijo (le gustan los trenes y viste un chubasquero amarillo, pantalones vaqueros azules y calza unas zapatillas deportivas de color blanco). El chico tiene una discapacidad mental, se llama Marcos y es completamente vulnerable. Desde Vigo, poco después, llama un hombre sentado al borde del mar, desesperado, en paro y con fuertes dudas de seguir viviendo. Otra mujer, Enriqueta, en silla de ruedas, quiere conseguir materializar dos sueños que le han perseguido toda la vida: subir a la torre Eiffel y visitar Disneyland Paris. Otro hombre confiesa seriamente que cada vez que llega un día de luna llena, su cuerpo se revuelve por dentro y le dan ganas de aullar… Antonia, una mujer algo mayor, recurre al programa para intentar entender qué le ha pasado porque acaba de ponerse la bata, cree haber dejado su camisón favorito sobre la cama (“¿no lo llevará usted puesto?”, le pregunta la presentadora)… Son solo algunos de los casos que se cuentan en esta función que invitan al público a ejercer una actividad que, posiblemente, haya olvidado casi del todo, la de escuchar al otro, ponerse en su lugar, empatizar con él.
La escenografía de Eduardo Moreno dinamiza la posibilidad de que las voces que intervienen en el programa tomen cuerpo real y, para ello, los muros que flanquean el estudio tienen puertas giratorias que permiten el tránsito de los actores a uno y otro lado del mismo, para poder pasar a primer término, en el proscenio, y acercar su historia al espectador. El estudio, además, está sobre una plataforma giratoria y cambia de ángulo de vez en cuando y, además, en algún momento de la función, permite ver tras el cristal del locutorio una escalera que simula la torre Eiffel y que van subiendo la tía Enriqueta y dos de sus sobrinos para ayudar a cumplir uno de sus sueños a la oyente. La luz de David Picazo y el ambiente sonoro, idea de Nacho Bilbao, contribuyen de manera decisiva a la creación del clima de intimidad buscado.
Los cinco actores interpretan a varios personajes y transmiten la verdad, el humor o la emoción que rezuman los casos que encierran cada una de las llamadas al programa.
Es inevitable recordar, en fin, el montaje anterior de Sánchez-Cabezudo, Historias de Usera, que sirvió para dar el adiós a la Sala Kubik en el corazón del barrio madrileño de ese nombre. En aquél, como en éste, varios dramaturgos ponían voz a personajes y a situaciones vividas en el barrio y el montaje logró trasmitir al espectador la emoción y el significado que había adquirido la creación, el itinerario y el final de una sala de teatro tan particular y de tanta calidad, en el seno de un barrio que, hasta entonces, no había vivido momentos culturales tan brillantes. Aquí el director del montaje ha recurrido a la misma fórmula, pero tenemos la impresión de que los resultados obtenidos no son comparables.
‘Hablar por hablar’
Textos: Juan Cavestany, Yolanda García Serrano, Anna R. Costa, Juan Carlos Rubio y Alfredo Sanzol
Dirección: Fernando Sánchez-Cabezudo
Intérpretes: Antonio Gil, Ángeles Martín, Samuel Viyuela González, Carolina Yuste y Pepa Zaragoza
Escenografía: Eduardo Moreno
Luz: David Picazo
Vestuario: Laura Renau
Ambiente sonoro: Nacho Bilbao
Música: Vincent Miras
Ayudante dirección: Carlos Tuñón
Una producción de Cornejo Films
Teatro Bellas Artes, Madrid
Hasta el 18 de febrero de 2018