El arte, mírese por donde se mire, es fundamentalmente forma. Por eso no he entendido nunca ni la denominación de spoiler, ni su profusa y desacertada utilización en los últimos tiempos, en el campo del teatro, el cine y la televisión. La Fundación del Español Urgente (www.fundeu.es) es un portal estupendo para resolver cualquier duda sobre la utilización apropiada de cualquier término en nuestro idioma, y sobre este particular sugiere acertadísimamente que la palabra española destripe es una alternativa válida al anglicismo spoiler, que se usa a menudo en las informaciones sobre cine y series de televisión para referirse a la descripción de una parte sustancial de la trama cuyo conocimiento puede arruinar el interés por el resto de la narración.
Pues en esta ocasión, y sin mala conciencia alguna, voy a destripar la trama de ‘Fuera de juego’, un drama del francés Enzo Cormann (además de dramaturgo, poeta, profesor de teatro, novelista, conferenciante y, sobre todo, un artista comprometido con su tiempo), que ha pasado por Nave 73 en un montaje dirigido por Íñigo Rodríguez-Claro, partiendo de la dramaturgia realizada por María Velasco, que ha acometido la proeza de transformar un monólogo inicial de más de tres horas en una obra con varios personajes, que en el montaje encarnan solo tres estupendos actores: Ion Iraizoz es Gerarc Smec, el atribulado, perplejo e inocente ingeniero siniestrado; Mikele Urroz se mete en la piel de la mujer del ingeniero y en el de una dura y eficiente gerente de una empresa de selección de personal, y José JuanRodríguez en el de la secretaria recepcionista de esa misma empresa, y en el de macarra de barrio, que lo mismo trafica con armas que con droga.
Retomo el anuncio de destripe del argumento de ‘Fuera de juego’ para concluir que con esto, en realidad, no doy al espectador ni siquiera una idea aproximada de lo que va a ver en escena: Desde el más allá -el protagonista hace ya algún tiempo que ha muerto…-, un hombre corriente vuelve para contar al público que todo comenzó cuando lo despiden de la empresa en la que trabaja como ingeniero. El despido -en nuestro país sigue habiendo millones de personas que pueden atestiguarlo- supone la muerte social y efectiva de un profesional que, aún sometiéndose a un pretendido plan social, nunca va a poder retomar su carrera, y menos partiendo desde el punto en donde la dejó. Los dos o tres años siguientes, como integrante de las listas del paro, volverán a matarlo porque, una vez que ya no tiene derecho a percibir subsidio o prestación alguna, automáticamente se convierte en un verdadero deshecho humano.
La historia-por cierto muy bien contada-, tiene además una excelente puesta en escena en la que los espacios audiovisual (La Dalia Negra), de luz (Pablo Seoane) y sonoro juegan un papel decisivo y muy interesante para conocer los diferentes estados de ánimo de los personajes que pueblan el escenario, al tiempo que enfatizan las diversas situaciones por las que se mueven. Muy bien delimitados en su carácter y temperamento, Ion Iraizoz se mete en la piel de un hombre gris, Gerarc, que no quiere complicarse la vida, rígido, cuadriculado, que ha aprendido que casi todo cabe en una fórmula matemática a la que puede reducirse todo fenómeno físico, pero a quien los acontecimientos acaban superándole. Mikele Urroz es tanto la resignada mujer del ingeniero como la joven y triunfadora directiva de una empresa sin alma que maneja (en el mejor, y en el peor sentido de la palabra…) los currículos y las vidas de centenares, de miles de aspirantes a cubrir nuevos puestos de trabajo. Y, en tercer lugar pero al mismo nivel que sus dos compañeros de reparto, José Juan Rodríguez se mueve con la misma contundencia y seguridad en la piel de un macarra que en los tacones de vértigo de la secretaria de esa ejecutiva feroz a quien sirve, más que a quien asiste.
Los casi 90 minutos de duración del montaje discurren en un santiamén gracias a la inteligente dirección de Rodríguez-Claro, que ha sabido manejar todos los resortes de un director de escena que sabe muy bien lo que tiene que contar, y que ha escogido la mejor manera de hacerlo. ‘Fuera de juego’ es, desde luego, una obra que merece estar mucho más tiempo sobre los escenarios para que muchos más espectadores puedan jugar a identificar o a identificarse, porque nada de lo humano nos es ajeno, y uno no sabe muy bien hasta dónde podría llegar si se mete en la situación y atraviesa las circunstancias de unGerarc Smec cualquiera.
‘Fuera de juego’
Autor: Enzo Cormann
Traducción: Fernando Gómez Grande
Dramaturgia: María Velasco
Dirección: Íñigo Rodríguez-Claro
Intérpretes: Ion Iraizoz, Mikele Urroz y José Juan Rodríguez
Equipo escénico y vestuario: Paola de Diego
Ayudante de dirección: Javier L. Patiño
Asesoría de movimiento: Regina Ferrando
Sala Nave 73, Madrid