Docenas y docenas de cubos de agua y arena colgados en el escenario del madrileño Teatro Pavón son el mar de fondo en torno al cual discurre un breve, pero intenso relato a partir del cual se ha levantado ‘El nadador de aguas abiertas', una dramatización de la novela del mismo título de Adam Martín Skilton que adapta María Goiricelaya, y dirige Fernando Bernués.
Nilo (Marcos Marín), aprende a nadar a los 48 años y Walrus (Adolfo Fernández), un nadador superexperto, adiestra al novato. Son dos tipos a los que une el azar, anodinos, grises, dos antihéroes que, sin embargo, son capaces de construir sus propias epopeyas. Habitan ambos personajes dos actores, Adolfo Fernández -que también da vida a más de media docena de secundarios-, y Markos Marín que se arriesgan a desbrozar esa odisea de lo cotidiano, del día a día del común de los mortales, ante la mirada cómplice de todo un teatro (llenazo el día del estreno…), que celebra finalmente que una fábula de lo ordinario encierre valores que parece haber abandonado nuestra sociedad: el esfuerzo, la fe, el espíritu de superación, la insistencia en lograr un objetivo, vencer el miedo al miedo y, aún más difícil, al ridículo. Y para todo eso, una fórmula infalible y sencilla: ir partido a partido -como dice el CholoSimeone-, o lo que es lo mismo en esta aventura marinera, “brazada a brazada”.
A Nilo, actor de profesión al borde de la cincuentena que lleva ya en el dique seco más de un año de infructuosa espera, le ha dejado su mujer y las relaciones con su padre van de mal en peor. Walrus («El mar es el mar y la vida es la vida»), que acaba siendo su amigo, es un nadador consumado que oculta un trauma familiar, será el catalizador para que Nilo dé un giro de ciento ochenta grados a su vida, a partir de una decisión tan aparentemente inocente como la de aprender a nadar («las lágrimas son saladas como el mar»), a sentirse medianamente seguro en aguas abiertas, como inicio de un cambio personal que le alejará de la pusilanimidad, de la inseguridad, de la frustración tras haberse convertido en una marioneta en manos de los que le rodean. La amistad, el abandonarse en manos del otro con la absoluta seguridad de que ahí no hay engaño posible es la vía de redención que ambos personajes encuentran para dar verdadero sentido a su vida.
En la pieza se combinan la narración y el diálogo entre ambos personajes prácticamente al cincuenta por ciento. El relato, naif por donde se le mire, funciona a las mil maravillas gracias a la complicidad creada en escena por los dos actores, que tienen una gran facilidad para conectar con un público al que le gusta ver finales felices, o casi.
Sorprendente y sencilla a la vez una escenografía (diseñada también por Fernando Bernués), con más de un centenar de cubos, unos con agua azulada y otros con arena, que trasladan el mar y la playa al escenario del Pavón. De fondo, en los audiovisuales, imponentes olas marinas y con ellas el estremecedor sonido del mar (el espacio sonoro, así como la música son de Fernando Velázquez), en realidad el tercer y amenazador personaje de la obra, aún más inquietante y fiero por la inspirada luz de David Bernués. Viste con sencillez y gracia a los personajes Ana Turrillas.
Algo tiene, desde luego, ‘El nadador de aguas abiertas’ cuando ha sido candidata a seis Premios Max 2024: mejor espectáculo, dirección, adaptación, diseño de escenografía, diseño de iluminación e interpretación.
Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)