La actriz, dramaturga y directora de escena de origen ruso, pero afincada en España desde hace décadas, Irina Kouberskaya está vinculada a Teatro Tribueñe desde su nacimiento hace ya casi dos décadas, y es una figura emblemática del teatro madrileño. Empeñada en buscar el lado poético de la vida, las cosas y los hechos teatrales, lleva ahora a escena la figura del humanista, poeta y guionista italiano Tonino Guerra (1920-2012). Más conocido como narrador y guionista, Tonino Guerra es también un poeta gigante cuya obra está muy vinculada a su tierra natal, Sant’Arcangelo di Romagna, y se fraguó ya en los primeros años de juventud, que coinciden con la II Guerra Mundial y la dura posguerra vivida en toda Europa y, en especial en Italia. Deportado por los nazis, enseñó en una escuela secundaria, y luego se trasladó a Roma donde también se fraguó como un gran dramaturgo, pintor y escultor.
Su nombre está unido con letras de oro a películas como Los girasoles (1969), de Vittorio de Sica; Blow-up (1966), de Michelangelo Antonioni; Amarcord (1973), de Federico Fellini; El caso Mattei (1972) y Cadáveres excelentes (1976), de Francesco Rosi); La eternidad y un día (1988), de Theo Angelopoulus; Good Morning Babilonia (1987), de los hermanos Taviani; Más allá de las nubes (1995), de Wim Wenders, o Nostalgia (1983), de Andréi Tarkovski.
Entre sus colecciones poéticas destacan I scarabòcc (1946), Los bueyes. Poesías romañolas (1972), La miel (1981), La cabaña (1985), El viaje (1986), El libro de las iglesias abandonadas (1988), El huerto de Eliseo (1989) o El árbol del agua (1992).
Kouberskaya recrea en ‘Deje que el viento hable’ el universo personal de Tonino Guerra a través de un cuento teñido tanto por el neorrealismo italiano de posguerra como de la ensoñación y el universo poético del artista. Y lo hace a través de un diálogo entre una mujer viuda de un soldado que se pasó media vida en el frente (magnífica Chelo Vivares), y un Ángel bajado del cielo, aunque ya había hecho su periplo vital en la Tierra (soberbio también José Luis Sanz), a través de cuyos diálogos la primera expía sus pecados y el segundo la prepara para ir a reunirse pronto con el marido que la dejó en la Tierra hace ya algunos años. La mujer está ya en ese momento de la vida en el que todo se ve con cierta indulgencia, ya se trate de viejos episodios personales, o de diferencias surgidas de los intereses individuales o de grupo. A las puertas de la muerte ya casi nada tiene importancia.
Y ese diálogo onírico entre el embajador del cielo, director de cine en la Tierra, y la viuda y firme soldado de este mundo, que ha aprendido a sobrevivir como puede, se ve escoltado de cerca por tres, tan grandes como entrañables y divertidos pájaros, encarnados con humanidad, humor y por momentos también con cierto recelo, habitados por tres mujeres, Virginia Hernández, Ana Peiró y Ana Moreno.
La escenografía, diseñada por la propia dramaturga y directora, es sencilla y poética en extremo, y está conformada por enseres de posguerra (un gran barreño, algún farol, un par de bancos…, varias colchas sobre las que se proyectan vídeos de películas de Antonioni montados por Antonio Sosa. Delicadísimos, como siempre (el cuidado estético hasta en los últimos detalles es marca de la casa), tanto en la iluminación de Eduardo Pérez de Carrera y Miguel Pérez Muñoz, como el espacio sonoro de Iván Oriola, el movimiento actoral dibujado por Sara López o el primoroso, esmeradísimo vestuario de Ana Moreno, que brilla especialmente en el inspirado plumaje de los pájaros.
La emoción, la belleza, la vida a borbotones, la poesía y una mirada llena de indulgencia y de candor atraviesan este ‘Deje que el viento hable’, una propuesta escénica de la que deben de huir todos aquellos que busquen el clásico planteamiento, nudo y desenlace, porque aquí no los van a encontrar tan fácilmente como suelen brindarse. Y un subrayado especial para ese baile entre los dos protagonistas, casi al final de la función, con música entrañable de Renato Carosone, esa bellísima y Piccolissima Serenata: De ahí a la eternidad. Como siempre, la propuesta de Kouberskaya está llena de sabiduría, experiencia y un inapelable buen gusto por la belleza, el mejor camino de redención para el ser humano.
‘Deje que el viento hable’
Dramaturgia y dirección: Irina Kouberskaya
Intérpretes: Chelo Vivares, José Luis Sanz, Virginia Hernández, Ana Peiró, Ana Moreno
Ayudante de dirección: Enrique Sánchez
Diseño de iluminación: Eduardo Pérez de Carrera y Miguel Pérez Muñoz
Vestuario: Ana Moreno
Coreografía: Sara López
Espacio sonoro: Iván Oriola
Espacio visual: Fragmentos Gente del Po de Antonioni. Montaje Antonio Sosa
Escenografía: Irina Kouberskaya
Técnicos de iluminación y sonido: Miguel Pérez Muñoz y Nicolás Orduna
Una producción de Teatro Tribueñe
Teatro Tribueñe, Madrid
Hasta el 26 de mayo de 2024