La que probablemente es nuestra creadora más internacional, Angélica Liddell, ha traído a los Teatros del Canal durante siete días (13 al 20 de septiembre), ‘Dämon. El funeral de Bergman’, su última y, una vez más, controvertida creación que este mismo año ha abierto el Festival de Aviñón.
Segunda parte a través de este nuevo espectáculo en torno al rito de despedida del ser humano, el funeral, que Liddell inició en su Vudú (3318), y en el que ahora recrea el funeral del cineasta sueco Ingmar Bergman, que hasta escribió el guion de su propio último adiós. Y, como en la atormentada filmografía del sueco, en este ‘Dämon’ se adueñan de la escena los fantasmas, los demonios, los sueños y los recuerdos familiares con su padre y su madre que siguen atormentando a la artista española.
Liddell, que firma texto, puesta en escena, escenografía y vestuario de la pieza, presenta al espectador una serie de retablos barrocos vivientes de una belleza plástica incontestable, que dan cabida a personajes de todo tipo y condición: ancianos en sillas de ruedas, jóvenes, adultos y hasta un niño con los ojos vendados («qué pena me dan las personas»). Todos ellos forman parte de la ceremonia de la vida, de la muerte y del teatro: “…los amigos y los enemigos tenemos los días contados. El teatro es tiempo, y el tiempo mata”.
La primera parte del montaje es un largo monólogo de la artista española por el que pasea sus odios -en los que los funcionarios (incluidos los del teatro), y la crítica teatral parece que ocupan un lugar muy destacado-, sus demonios, sus obsesiones sexuales (alusiones reiteradas a pollas erectas y coños), sus tendencias a lo escatológico, sus desprecios -en especial por aquellos que no pueden desprenderse del pecado de la vanidad-, y la decrepitud en la que (en el mejor de los casos, claro, porque la alternativa aún es peor…), viene a acabar la vida del ser humano.
Es ya en una segunda parte del montaje cuando Liddell recrea, ante un ataúd blanco, el funeral de Bergman, rodeada de algunos de sus actores habituales y de actrices y actores del Dramaten -el Teatro Nacional de Suecia del que Bergman fue su director durante un tiempo-, dando el adiós al cineasta a través de diversas canciones en sueco, por supuesto sobretituladas.
La pieza de Liddell es más de lo mismo, con provocaciones incluidas, esta vez tocando a un personaje que encarna la figura de Juan Pablo II sus genitales o asistiendo a la ceremonia del lavado íntimo de las partes pudendas de la artista en una palangana cuya agua recoge después para esparcirla con un hisopo a los espectadores de las primeras filas de la Sala Roja de los Canal. No sé si es que estamos asistiendo de verdad al funeral de la creatividad de la artista (todo tiene un límite), o es que uno no tenía el mejor de sus días y, aun reconociendo una puesta en escena exquisita (luz, sonido, ambientación musical, vestuario, puesta en escena… son impecables), el espectáculo se torna aburrido por momentos y se hace largo como un día sin pan.
‘Dämon. El funeral de Bergman’
Texto, puesta en escena, escenografía y vestuario: Angélica Liddell
Con: David Abad, Ahimsa, Yuri Ananiev, Nicolas Chevallier, Guillaume Costanza, Electra Hallman, Elin Klinga, Angélica Liddell, Borja López, Sindo Puche, Daniel Richard, Tina Pour-Davoy, Nemanja Stojanovic y la colaboración especial de Erika Hagberg, sastra del Dramaten
Iluminación: Mark Van Denesse
Sonido: Antonio Navarro
Asistente de dirección: Borja López
Regiduría: Nicolas Guy Michel Chevallier
Director técnico: André Pato
Director de producción: Gumersindo Puche
Producción: Atra Bilis / Iaquinandi SL
Coproducción: PROSPERO – Extended Theatre, Festival d’Avignon, Odéon-Théâtre de l’Europe, Teatros del Canal-Madrid, Théâtre de Liège, The Royal Dramatic
Theatre, Dramaten, Stockholm y GREC Festival de Barcelona
Creación para el Festival d’Avignon 2024
Agradecimiento a The Ingmar Bergman Foundation
Teatros del Canal, Madrid
20 de septiembre de 2024