Seguro estoy de que Federico García Lorca, innovador por naturaleza, aceptaría encantado esta adaptación de Ramón Paso, que también dirige el montaje de su obra sobre Bernarda, La casa de Bernarda Alba, que Paso ha titulado ‘Ausencia de Bernarda’. Por el momento sólo puede verse el próximo día 31 de marzo en el Teatro Nueve Norte, aunque presumo que habrá prórroga —como en el fútbol—, porque el público no sólo llena, sino que, además, sale encantado de la función.
Para empezar, ese caserón mortecino, casi una tumba viviente, pasa aquí a convertirse en una casa llena de sensualidad, de sexualidad incluso, de vida, las que atraviesan a las cinco hermanas, vigiladas de cerca por una criada, y rondadas siempre por un hombre, Pepe el Romano, que aquí aparece también en escena. Y, por supuesto, la larga y acipresada sombra de Bernarda, la madre de las cinco hijas, que nunca asoma por la estancia que ocupan las hermanas, pero al mismo tiempo nunca deja de estar presente. Y, como muestra de la rebeldía que anida en las almas de las cinco mujeres, la banda sonora de su osadía al enfrentarse frontalmente a las consignas de Bernarda que Poncia quiere salvaguardar, pero sólo con la boca pequeña, suena rock clásico (Rolling, Peintig black, Satisfaccion…), que encienden las pasiones de Angustias, Martirio, Adela, Magdalena y Amelia, todas ellas en busca de varón, Pepe el Romano.
La esencia del drama de Lorca se mantiene en la versión de Paso y las pequeñas modificaciones de actitudes y de lenguaje las utiliza el dramaturgo para modernizar y justificar el cambio de las psicologías de las hermanas. Quizás la más llamativa sea la elección de la estupenda Inés Kerzan, aquí mujer sensual, casi explosiva, rubia y vitalista, para habitar a Angustias, un personaje que en la obra de Lorca es más bien vieja, fea y sentimental, casi como el Marqués de Bradomín que pintó Valle. Martirio, traviesa, juguetona y también atractiva es Ángela Peirat. La benjamina de las hermanas, Adela, es Alba Barbero, toda pasión, vehemencia, locura y entrega ciegas. Magdalena, la que más quería a su padre muerto, aquí tierna y muy golosa, Mireia Zalve, es quien teje esa rotunda falda roja que vestirá Adela, como símbolo de esa fuerza imparable que la lleva a Pepe el Romano, encarnado por Jordi Millán, y Amelia, Clara Romeu.
La puesta en escena se apoya únicamente en cinco taburetes que las mujeres mueven para configurar nuevos espacios. Es dinámica, precisa, milimétrica, y no falta la tensión, la fuerza que emana de Bernarda y que aquí Poncia —encarnada por la siempre genial Ana Azorín—, en ausencia de aquella, pugna por mantener a las chicas dentro del orden establecido por la tradición y las cristianas costumbres, pero cede ante la fuerza juvenil de las hermanas que, aun así y como contrapartida, se pliegan al rezo de algún Padrenuestro impuesto por Poncia en memoria del padre, en el tercer aniversario de su muerte.
El espectáculo es la mar de interesante, los trabajos interpretativos de las seis mujeres es más que notable y la luz de Carlos Alzueta contribuye y mucho a pronunciar la sensualidad que el director ha querido imprimir a la propuesta.
Y el final, antológico y, posiblemente, el único creíble en este grupo de indómitas mujeres en un tiempo como el nuestro en el que no caben ya ejercicios tan dictatoriales de la autoridad, por muy materna y de Bernarda que sean.
‘Ausencia de Bernarda’
Autoría: Federico García Lorca
Dramaturgia, dirección y fotografía: Ramón Paso
Elenco: Inés Kerzan, Ana Azorín, Ángela Peirat, Alba Barbero, Jordi Millán, Mireia Zalve y Clara Romeu
Iluminación: Carlos Alzueta
Coreografía y vestuario: Angela Peirat
Diseño gráfico: Ana Azorín
Ayudante de dirección: Ainhoa Quintana
Dirección de producción: Inés Kerzan
Producción: Pasoazorín Teatro
Prensa y Comunicación: María Díaz
Teatro Nueve Norte, Madrid
Hasta el 31 de marzo de 2023