En los últimos años, se ha observado un incremento en el deterioro de la salud mental de niños y adolescentes, y los efectos postpandemia de COVID 19 han acelerado los síntomas depresivos en los menores. Los hospitales de día, las consultas externas y los centros de salud mental detectan cada vez más casos relacionados con conductas autolesivas. Las autolesiones no suicidas se consideran una herramienta rápida y sencilla para el alivio del dolor emocional. Muchos pacientes refieren un efecto inmediato de regulación y retorno al autocontrol.
En respuesta al preocupante aumento de estas conductas, el Hospital de Día Retiro Recurra Ginso, ha lanzado el Programa Fortaleza, que ofrece una respuesta terapéutica innovadora y basada en la evidencia científica, para ayudar tanto a los jóvenes como a sus familias a gestionar y superar esta problemática. El enfoque sobre el que se trabaja está basado en la Terapia Dialéctico Conductual (TDC), que ya ha demostrado su efectividad anteriormente en el tratamiento de adolescentes que manifiestan conductas autolesivas. La terapia combina técnicas de TDC con estrategias de mindfulness y aceptación, enseñando a los jóvenes a identificar, comprender y gestionar sus emociones de una manera más adaptativa.
Uno de los aspectos distintivos de este modelo de intervención es la inclusión de la familia en el proceso terapéutico. Mientras los pacientes participan en las sesiones grupales, sus familiares asisten a tres sesiones diseñadas para proporcionarles herramientas que les permitan apoyar a sus hijos e hijas en su recuperación. El objetivo es mejorar la comunicación entre los miembros del núcleo familiar, fortalecer su vínculo, y crear un entorno más comprensivo en el hogar.
En la fase piloto de Fortaleza se ha trabajado con un grupo de pacientes de entre 14 y 18 años. La intervención, que se realiza en un entorno ambulatorio, facilita la conciliación de la vida diaria de los pacientes mientras trabajan en los cuatro módulos terapéuticos que sigue el programa.
En la fase 0, el equipo terapéutico trabaja en la psicoeducación de los menores, y les proporciona una comprensión básica de las autolesiones y su conexión con la desregulación emocional.
- En el Módulo 1, se trabaja la regulación emocional, enseñando a los adolescentes a identificar y gestionar sus emociones de manera más efectiva para reducir la intensidad de sus reacciones emocionales.
- El Módulo 2 aborda directamente el fenómeno de las autolesiones, ayudando a los participantes a entender los motivos detrás de estas conductas, las funciones que cumplen y, lo más importante, cómo pueden ser reemplazadas por estrategias de afrontamiento más saludables.
- Finalmente, el Módulo 3 se centra en el desarrollo de estrategias de afrontamiento, proporcionando a los adolescentes las herramientas necesarias para tolerar el malestar emocional, mejorar su efectividad interpersonal y reducir el impacto de factores de estrés en su vida diaria.
El impacto de las autolesiones en adolescentes no solo afecta a los jóvenes a nivel personal, sino que también tiene repercusiones en sus familias. Las autolesiones son a menudo una manifestación externa de la dificultad de los adolescentes para lidiar con el dolor emocional, y suponen un desafío para los padres, quienes muchas veces no saben cómo intervenir. El Programa Fortaleza integra a las familias en el proceso terapéutico, reconociendo la importancia de su papel en la recuperación de los adolescentes. Mientras los jóvenes participan en las sesiones grupales, sus familiares asisten a tres sesiones familiares de 90 minutos, diseñadas para dotarles de las herramientas necesarias para apoyar a sus hijos de manera efectiva. Estas sesiones promueven una mejor comunicación familiar, fortalecen el vínculo emocional y fomentan un entorno más comprensivo y de apoyo en el hogar.
Durante la fase piloto del Programa Fortaleza, se trabajó con un grupo de adolescentes de entre 14 y 18 años, quienes mostraron avances significativos en la reducción de las conductas autolesivas y en la comprensión de sus emociones. Además, el trabajo conjunto con las familias fue clave para consolidar los progresos, demostrando que el enfoque integral que involucra tanto a los adolescentes como a sus entornos familiares es esencial para el éxito del tratamiento.