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Jóvenes y móviles
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Jóvenes y móviles (Foto: Unsplash/hitesh-choudhary)

Desafíos para la salud mental de los adolescentes en la era digital

miércoles 20 de noviembre de 2024, 11:21h

En los últimos años, hemos sido testigos de cómo internet, los videojuegos y las redes sociales han influido en el desarrollo de niños, niñas y adolescentes. Aunque las nuevas tecnologías ofrecen innegables ventajas y beneficios, su uso descontrolado está asociado a serios riesgos psicológicos, emocionales y físicos, lo que preocupa a padres, educadores y expertos en salud mental.

Con el objetivo de sensibilizar y ofrecer herramientas a padres y profesionales de los ámbitos socioeducativo y sociosanitario, Ginso y Cemin, con el apoyo del Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030, han impulsado el cómic y su correspondiente unidad didáctica, Álex a través de la pantalla, un recurso práctico que muestra cómo identificar y dar respuesta al uso excesivo que adolescentes y jóvenes hacen de los videojuegos y las nuevas tecnologías. Este cómic es la octava entrega de la campaña No sabéis qué me pasa, una propuesta didáctica que aborda los principales desafíos a los que se enfrentan nuestros menores, como el acoso escolar o los trastornos de la conducta alimentaria, entre otros.

Mª Carmen Castillo Miró, psicóloga sanitaria, jurídica y social, y experta en atención a la infancia y adolescencia, ha colaborado con Ginso y Cemin para la elaboración de esta historia gráfica, y señala que “la exposición excesiva a las pantallas puede provocar cambios significativos en el comportamiento de los adolescentes. Entre los síntomas más comunes de esta dependencia tecnológica se encuentran la ansiedad, la depresión, la irritabilidad, el insomnio y la pérdida de interés por actividades que antes les resultaban gratificantes (anhedonia). Estos problemas pueden intensificarse cuando los jóvenes buscan un refugio en el mundo virtual para evitar emociones negativas, creando un ciclo que refuerza patrones de evitación y dificulta la resolución de conflictos en la vida real”.

Uno de los ámbitos que se ve especialmente afectado es el académico. Gran parte de los adolescentes pasa varias horas conectados a las redes sociales y a los videojuegos, lo que acaba afectando a la capacidad de concentración y al rendimiento escolar. Además, no es raro que se queden dormidos en clase ya que suelen sacrificar horas de sueño, lo que repercute en su capacidad para mantener la atención y seguir rutinas de estudio.

Sin embargo, el rendimiento escolar no es la única faceta afectada por el uso descontrolado de las nuevas tecnologías. El equilibro emocional de los adolescentes también ha sido alterado por la forma en que las redes sociales influyen en la forma en que manejan el estrés y las emociones.

“Se ha sustituido el contacto físico, los abrazos, el apoyo y el afecto por la aprobación rápida que ofrecen las redes o el “éxito” en un videojuego, ya que suponen una gratificación más inmediata”, explica Mª Carmen Castillo. Esto impacta en el desarrollo de la corteza prefrontal, crucial para funciones como el juicio crítico, la empatía y la planificación a largo plazo. Estas interacciones virtuales no sustituyen las relaciones presenciales, por mucho que algunos adolescentes y jóvenes afirmen sentirse comprendidos y apoyados por sus amigos virtuales. Estas relaciones suponen un impedimento para construir una autoestima saludable y una identidad propia sólida.

Además, las redes tienen un impacto significativo en los menores debido a la exposición continua a contenidos hipersexualizados en los que intentan conseguir unos estándares de belleza y perfección física irreales; esto puede llevar a una percepción distorsionada de sí mismos, repercutiendo en el estado de ánimo y pudiendo desarrollar un trastorno de depresión o de personalidad a largo plazo.

El impacto físico también es alarmante. El sedentarismo asociado al uso excesivo de pantallas contribuye al desarrollo de problemas de salud como la obesidad, agravados por una dieta irregular y la falta de actividad física. A largo plazo, esta falta de movimiento se combina con trastornos del sueño para afectar el crecimiento y el desarrollo cerebral, esenciales durante la adolescencia.

Según aconseja Mª Carmen Castillo, “supervisar de cerca las actividades digitales de nuestros menores y jóvenes, establecer límites claros y, sobre todo, fomentar el diálogo abierto son pasos esenciales para garantizar un uso saludable de estas herramientas. Conversar con ellos sobre los contenidos que consumen, debatir sus opiniones y ofrecer orientación desde un lugar de empatía y comprensión puede marcar la diferencia”.

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