Con la verdad por delante, cual es una de sus armas desde sus tiempos de novillero. Así se viene a Madrid, como le loaron desde ese sanedrín sabio que es el tendido 7. Pongamos que se habla, y escribe, de Román, que atesora tal condición, un sembrador todavía sin la cosecha que merece en este injusto mundo de la tauromaquia en el que sus manejadores tan fácil se lo ponen a las figuras, figuritas y/o figurones. El valenciano, rotundo, vaiente y entregado, nos dio la tarde, en la mejor acepción del término, y nos emocionó por esa vía de lo verdadero ante la aspereza exigente de su segundo bicornazo, encastado como todo un interesante y magníficamente presentado encierro de la factoría Fuente Ymbro, cuya muerte de bravo le mantuvo en pie tanto tiempo que le costó a Román no cortar el trofeo que merecía. También caló hondo frente a su primero aplicando un toreo ortodoxo que le valió una oreja de peso. No dieron la talla Valadez, herido en un brazo al matar al tercero, y un vulgar Fandi, que molió a mantazos a los tres que lidió o lo que fuera aquello.
Es verdad que la tarde de máxima entrega, conocimiento y torería de Román era de Puerta Grande, pero estadísticas aparte, demostró una vez más que es de lo más completo del escalafón. El valenciano, que lleva una trayectoria a sangre y fuego, se la jugó de verdad de verdad de la buena ante los de su lote. En mayor medida con ese quinto, reservón, medidor y peligroso que vendió cara su muerte.
No le importó a Román, que a base de aguantarle, tragarle y, encunado, pisarle un terreno tan comprometido, le dejó muy claro que el mando en plaza era para él y no para Oficial, que así se llamaba el bicho. Mientras los espectadores teníamos el corazón encogido, el valenciano hasta fue capaz de robar al bicho varios pases de lucimiento.
Como era de esperar, Román entró a matar con todas las de la ley, la lástima fue que el estoque quedara algo trasero, necesitando un golpe de verduguillo tras el cual aún tardó en doblar el ‘fuenteymbro’. Daba igual, la lección estaba dada. Como la de su otro enemigo, al que le planteó una ventaja dándole distancia y ventajas, en principio un punto acelerada por la ganas de triunfo, y después ya con poso y reposo por ambos pitones y un lujo final de excelente ayudados por bajo.
La antítesis del gran triunfador del festejo fue El Fandi, al que le fueron tres toros que ofrecían claras opciones de triunfo, pero, claro, con el granadino vulgar -también en su numerito de los rehiletes, siempre puestos con el mismo ventajismo que el que destila con la sarga sin un ápice de arte ni sentimiento- era misión imposible. Semejante fiasco en Las Ventas y merced a estar siempre protegido por la poderosísima Casa Matilla, en nada influirá en que le sigan anunciando en todas las ferias.
Se esperaba que Valadez, que lleva varios festejos en Madrid destacando, siguiera en esa línea, pero al mexicano, también muy entregado, le desbordó la exigencia del único que mató, cuyo defecto de echar la carifosca arriba no supo corregir y que tras voltearle poco antes al intentar una arrucina, le golpeó en el hombro derecho cuando el coletudo se tiró con todas las de la ley a despenarlo.
FICHA
Toros de FUENTE YMBRO, serios, hondos y cuajados, que cumplieron en los caballos. De nobleza encastada en diversa gradación, y con peligro el 5º. EL FANDI: silencio tras aviso, silencio tras aviso; y silencio en el que 6º que correspondía al herido Valadez. ROMÁN: oreja tras aviso; clamorosa vuelta al ruedo tras dos avisos. LEO VALADEZ: ovación al pasar a la enfermería tras matar al 3º. Plaza de Las Ventas, 11 de mayo, 2ª de Feria. Tres cuartos largos de entrada (18.794 espectadores, según la empresa).