El buen aficionado, especie minoritaria y a extinguir por los poderes fácticos que manejan, y manipulan, la Fiesta es al que le caben muchos tipos de toreo en la cabeza. Lo que ya no le entra es la antítesis, por desgracia mayoritaria, del toro descastado. Como el de los dos hierros de los hermanos Lozano, Alcurrucén y El Cortijillo, otrora adalides de la bravura y la casta, que ya pegaron un petardo en la inauguración del serial isidril y han vuelto a repetir este jueves. Frente a ellos se estrellaron los deseos de una interesante terna que, cada uno a su manera, intentó aplicar su forma de entender la tauromaquia. Una misión imposible con esos semejantes burros con cuernos ante la que Daniel Luque, David Galván -en sustitución de Manzanares, que aportó parte médico y al que nadie echó en falta- y el confirmante Víctor Hernández sólo dejaron virutas de sus variadas formas.
El encierro, que tras el baile de corrales en el reconocimiento veterinario hubo de remendarse con nuevos bichos, fue muy desigual en presencia, pero con un denominador común: su ausencia total de celo para embestir. Con otro chafarrinón para las divisas y sus propietarios, ya que el primero fue devuelto por su manifiesta invalidez.
Dentro del desastre, Hernández tuvo la fortuna de que el noblote sobrero de Juan Manuel Criado -nada del otro mundo, no vayan a creer, pero que comparado con los titulares anunciados era el adalid del ‘bos taurus’ de lidia-, le permitió mostrar su concepto de clasicismo, con el que ya abrió la Puerta Grande de novillero. Duró poco el animal, cada vez más reservón, pero, mientras, el madrileño, siempre colocado, pudo lucir algunas tandas de por ambos pitones con ligazón.
Ya no le permitió nada el sexto, que iba y venía con violencia y fue desarrollando peligro a base de hachazos. Nada le importó a su matador, tranquilo, dispuesto y seguro que hasta le robó una serie al natural a base de valor. Más que digna confirmación la suya, a la espera de nuevas y merecidas comparecencias en la cátedra venteña.
Una cátedra que se entregó a Galván el pasado miércoles 23, cuando con su concepto de inspirada estética festoneó la más bella faena de lo que ya llevamos de abono, lo que le abrió esta primera sustitución. No pudo repetirlo íntegramente con su primero, el menos descastado de la tarde, pero volvió a dejar claro su sello y vitola propios plena de pinceladas de gran plasticidad en mágicas series cortas que le sirvieron para una jaleada vuelta al ruedo.
El de San Fernando mostró su otra versión, poco conocida, con el manso quinto, largo y encampanado, al que a base de firmeza le fue quitando el genio y obligándole a seguir su muleta, Galván dejó algunas perlas más de su clase.
Y Luque, uno de los toreros más en forma del escalafón, se va de la Feria sin que le haya embestido un toro, ni los también pésimos de La Ventana del Puerto hace cinco días, ni los dos desafueros de bravura de este jueves. Pese a lo cual, el de Gerena sí dejó impronta de su maestría a base de técnica y exposición en el segundo, el más ofensivo de cabeza, en una labor que hizo que el público pasara del desinterés a meterse con agradecimiento en la faena.
Lo que se repitió de una manera similar de maestro sin encerado en el que expresarse en el bastote quinto, descompuesto desde que saltó al ruedo, al que hasta le robó algún muletazo de sabor.
FICHA
Toros de ALCURRUCÉN Y 4º de EL CORTIJILLO, de buena aunque muy diferente presentación, nobles -excepto el 6º, que desarrolló peligro-, mansos y descastados. 1º, sobrero de CJUAN MANUEL CRIADO, en sustitución del anunciado de EL CORTIJILLO, devuelto por inválido, noble y bravucón. DANIEL LUQUE: ovación; algunas palmas. DAVID GALVÁN: vuelta; palmas tras aviso. VÍCTOR HERNÁNDEZ, que confirmaba alternativa: ovación tras aviso; ovación tras aviso. Plaza de Las Ventas, 30 de mayo. 18ª de Feria. Casi lleno (21.016 espectadores, según la empresa).