Ese tal Dulce hizo honor a su nombre, por su gran calidad y excelente juego general. Bravo en el caballo aunque no perfecto, como habría ocurrido de haberle visto un tercer puyazo que no llegó, y magnífico en su comportamiento, metía la cabeza humillado como el más arrepentido pecador. Mas un animal así de boyante necesita como respuesta un torero en sazón. Y casi la obtuvo, casi, por parte de Borja, que arrebatado, pero con las ideas claras, se lució con el capote con tres delantales, dos chicuelinas y una larga.
Vibrante también con la muleta, pero a la par inspirado y con sentimiento, festoneó series por los dos pitones con muletazos profundos como el océano donde dicen que reposa el arte. Siempre con ligazón y en un rodalico de terreno, sumó e improvisó variados adornos de todo tipo. Fue una excelente faena de indiscutible oreja, pero le faltó 'romperse', macizarla, quizás por esa hambre novilleril de triunfo que bienvenida sea. Y el presidente José Luis González, con buen criterio, sólo le concedió un trofeo ganándose la inquina de la mayoría del público.
Repitió en plan similar con el capote frente al de Victoriano, tan justo de fuerzas que de nuevo el usía acertó al echarlo al corral. Mas el sevillano no se arredró e hizo lo mismo con el sobrero de Torealta que le sustituyó. Lo llevó al penco galleando y con una barroquísima media verónica que ha sido, con diferencia, la mejor del abono. El noblote animal no tenía la calidad de Dulce, pero Borja lo entendió dándole distancia en series cortas, sin obligarle mucho, pero cargadas de clasicismo y nuevos remates como los ayudados por alto finales.
Tras pinchar y dejar después una estocada algo desprendida, el cotarro volvió a pedir la oreja flameando moqueros mayoritariamente y el usía cumpliendo la reglamentación se la otorgó. Con ella se aseguraba la Puerta Grande, dando una lección de responsabilidad ante sí mismo y sabiendo la expectación que había ante un examen que, contratos ya firmados aparte, de haber suspendido le pondría en dudas, lo que por fortuna para él y para la Fiesta no será así.
Su antítesis fue un Roca Rey vulgar y ventajista con su primero al que dio tropecientos mil pases, la mayoría con el pico, y pocos buenos. El sexto era un mansazo con el que el peruano se inhibió de principio, siendo su subalterno Antonio Punta el que lo fue metiendo en jurisdicción del capote, antes de que el animal se rajara muy pronto en la muleta. Así, el mandatario del escalafón y la taquilla se va derrotado del abono sin una triste vuelta al ruedo y una imagen de vulgaridad en ésta y su anterior comparecencia, en la que escuchó los tres avisos y la correspondiente bronca en uno de sus enemigos. No le va a afectar en su temporada pero conquistar Madrid le va a costar mucho. Allá él.
Casi convidado de piedra fue Emilio de Justo, que se peleó con el primero, con más genio que casta, obligándole en alguna corta serie de lucimiento pero sin acoplarse del todo. Con el otro, muy deslucido, el extremeño anduvo relajado y fácil, lo poco que le duraron las embestidas. Todo correcto, sin más, excepto el feísimo bajonazo conel que lo despenó.
FICHA
Toros de VICTORIANO DEL RÍO, desiguales de trapío, con 3º y 4º mal presentados. Todos de cabezas muy ofensivas excepto el 3º de pitones sospechosos, y nobles. 2º, boyante y encastado. 5º, sobrero de TORREALTA, al ser devuelto por inválido el titular, justo de presencia, mansurrón y noblote. EMILIO DE JUSTO: silencio tras aviso; silencio. BORJA JIMÉNEZ: oreja tras aviso con fuerte petición de la segunda y dos vueltas al ruedo; oreja. Salió a hombros. ROCA REY: silencio; silencio. Plaza de Las Ventas, 7 de junio. 25ª de Feria. Lleno de no hay billetes (22.964 espectadores, según la empresa).