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Manuel Escribano dio una muy aplaudida vuelta al ruedo tras matar a su segundo toro.
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Manuel Escribano dio una muy aplaudida vuelta al ruedo tras matar a su segundo toro. (Foto: Plaza1)

San Isidro: vuelta al ruedo a la máxima entrega de Escribano en un mal encierro de Adolfo

jueves 06 de junio de 2024, 22:48h
De decepción en decepción y tiro porque me toca. El ciclo torista, que salvo los victorinos y a medias, había ido de fracaso en fracaso, a la cuarta y última esperanza tampoco mejoró tan paupérrimo balance. Porque el encierro de Adolfo Martín, de buena presencia, dejó mucho que desear en cuarto a casta, que ningún ejemplar tuvo, y flojera, generalizada en todos loa animales que se dejaron pegar sin más ante los varilargueros. Ante ellos destacó la enorme disposición de Manuel Escribano con percal, rehiletes y flámula, lo que unido en el quinto a una fea voltereta sin consecuencias y a la lluvia que arreció le sirvió para una aclamada vuelta al ruedo. Con semejante y deslucido encierro, Antonio Ferrera y José Garrido pasaron de puntillas muy a su pesar.

El festejo aumentaba el sopor climatológico en su primera parte con lo que (no) sucedía sobre la arena, merced a tres ejemplares tipo moruchos que aburrieron a sus matadores y, claro, al cotarro. Ferrera con ese capote azul horroroso y con la muleta intentó cincelar algo similar al toreo, misión imposible entre caídas del inválido.

Escribano que, según esa discutible costumbre suya se fue a recibir al segundo al tercio de rodillas, banderilleó al mismo con fácil eficacia, y después hizo lo mejor que podía, y le demandaba el público: abreviar con la sarga. Más o menos como Garrido con el primero de su lote.

Un público, que no aficionado, que mayoritaria, bochornosa y antirreglamentariamente encontró la excusa perfecta para abandonar el graderío cuando el dios de la lluvia decidió presentarse el el cuarto. Los pocos que se quedaron, ni un tercio del aforo, al menos vieron unos bicornes noblotes con menor gradación de falta de codicia que iban a la muleta sin entrega ni fuerza pero que permitieron algo mínimamente destacable.

Como algunos lentos pases de Ferrera por ambos lados al también inválido cuarto, el que en una de sus múltiples caídas hubo de ser levantado por tracción de los subalternos tirando del rabo y de los pitones; o sea, la absoluta antítesis de la Fiesta. Con esta birria de ‘enemigo’ sí que se lució Ángel Otero en banderillas.

Cuando más arreciaba el agua, Escribano se fue de nuevo a recibir de hinojos a su segundo, que casi le quita la cabeza antes de que el sevillano le sacara unas arrebatadas verónicas. De nuevo banderilleó, esta vez con algo más de acierro sobre todo en el meritorio último par al quiebro por los adentros en la modalidad de violín.

Luego, con la voluntad por montera, y tras un ajustadísimo pase cambiado en el platillo, fue capaz de algunas suertes ortodoxas e incluso el animal, de pavorosas astas, le volteó una vez y le buscó con saña en el suelo, aunque por fortuna no le hirió. Todo lo cual caló en el público casi tanto como la lluvia y pidió con fuerza una oreja que no merecía el coletudo, y menos tras el feo espadazo con que despenó al burel.

Lo más artístico con diferencia lo llevó a cabo Garrido con una serie de majestuosas verónicas al que cerró función, un animal largo y también con mucha leña, pero que se acabó pronto. Aunque el extremeño dejó con la flámula algunos retazos de la clase que le convirtió en figura novilleril y que tan poco muestra de matador.

FICHA

Toros de ADOLFO MARTÍN, bien presentados en general, cinqueños, astifinos y blandos, con 1º y 4º inválidos. Todos descastados, especialmente los tres primeros, aunque nobles. ANTONIO FERRERA: silencio tras aviso; ovación. MANUEL ESCRIBANO: ovación; vuelta tras aviso. JOSÉ GARRIDO: silencio; palmas. Plaza de Las Ventas, 6 de junio. 24ª de Feria. Casi lleno (21.168 espectadores, según la empresa).

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