Los datos presentados por la Confederación Salud Mental España y la Fundación Mutua Madrileña en el informe La situación de la Salud Mental en España (2023), revelan que las personas jóvenes son las que refieren, en mayor proporción, ideación suicida o intento de suicidio, alcanzando un preocupante 31,8% de la población comprendida entre los 18 y 24 años.
Aunque por vez primera desde 2008, las caídas accidentales han superado al suicidio como principal causa de defunción externa en España, según los datos proporcionados por el Instituto Nacional de Estadística, un 23,8% ha experimentado alguna vez ideas suicidas (23,8%), un 11,3% piensa en el suicidio con cierta frecuencia, y un alarmante 13,8% experimenta ideas de suicidio con mucha frecuencia o continuamente.
Con motivo del Día Mundial para la Prevención del Suicidio, que se celebra el próximo 10 de septiembre, Beatriz Urra, psicóloga sanitaria y forense, y subdirectora clínica del Hospital de Día Retiro Recurra-Ginso, ha subrayado la importancia de estar atentos a las señales de alarma y saber cuáles son:
- Desesperanza
- Malestar interno
- Hablar frecuentemente de la muerte
- Sentimiento de fracaso
- Soledad
- Cambios significativos en el sueño o en el peso
- Conductas autolíticas
- Haber sido víctima de situaciones de acoso, abuso sexual o violencia
Estas son algunas de las principales conductas de riesgo a las que hay que estar atento, ha advertido.
No obstante, la situación personal no es el único detonante para mostrar conductas suicidas.
El consumo de alcohol y otras sustancias, así como la exposición a ciertos retos virales en redes sociales como forma de aliviar el sufrimiento emocional, incrementa significativamente la impulsividad de los más jóvenes, aumentando así la transición a conductas autolesivas y la posible aparición de pensamientos suicidas.
“Es esencial hablar con la persona que está manifestando estas señales de alerta, mostrarse sensible y comprensivo, pero también permanecer seguro y con determinación. Básicamente, debemos tener una escucha activa donde la persona en cuestión pueda expresar todas sus preocupaciones y miedos y, sobre todo, no ignorar su malestar”, explica Beatriz Urra.
Comunicación abierta sin juicios ni críticas en los colegios
En el hogar, así como en los colegios e institutos, es fundamental favorecer una comunicación abierta, sin juicios ni críticas, en la que los menores se sientan seguros y confiados para expresar sus dificultades. “El papel de los colegios en la prevención del suicidio y autolesiones es clave. Su contacto y relación constantes con los alumnos hace que los docentes y orientadores sean sensibles a los cambios que se producen en los adolescentes y jóvenes”.
Desde casa, es importante dedicar tiempo a la familia para disfrutar juntos, tener tiempo de ocio compartido y realizar actividades deportivas, así como enseñar a hijos e hijas la importancia del autocuidado. El establecimiento de rutinas y hábitos diarios ayuda a los menores a tener una mayor regulación y estructura mental.
Por último, Beatriz Urra ha destacado la importancia del contacto y estrecha colaboración entre profesionales de la salud mental, familiares y docentes: “hay ocasiones en las que los planes de estudio deben flexibilizarse adecuándose a las circunstancias, necesidades y particularidades de cada alumno. Es una labor multidisciplinar donde debe tejerse una red de apoyo mutuo”.
Si un menor o adulto se encuentra ante una situación en la que puede haber riesgo de suicidio y necesita información o ayuda, tiene a su disposición recursos gratuitos de apoyo como la línea telefónica 024, el Teléfono de la Esperanza¸ o el teléfono 24 horas de Recurra-Ginso (900 65 65 65). Todos estos profesionales trabajan para ayudar y prevenir el suicidio y atajar este grave problema.