Tenía miedo a que me torturaran. Cuando recibes violencia, te conviertes en violento.
Nuestra comunidad en Argelia tiene miedo a cambiar. La religión y las tradiciones importan mucho. Yo vivía en una ciudad. En los pueblos, todo es mucho peor. Te llevan al campo y te matan.
Mi madre sabía lo que pasaba. Me ayudó a escapar. En África, una mujer puede haber sido todo lo abierta de mente que quiera, pero en cuanto se casa, su marido siempre estará por encima de ella”.
“Mi amigo de Marruecos”
“Conseguimos un visado para irme a Italia, a una ciudad muy bonita, a casa de mi tío. Él está muy metido en la religión. También empezó a pegarme. Cuando se acabó el permiso, de turista, ya no podía seguir allí, así que me fui a Nápoles.
Tenía 18 años. Al principio estaba solo, vivía en la calle, me refugiaba en el metro y el tren. No podía casi comer ni ducharme. Me puse enfermo.
Empecé a encontrar a otra gente. Conocí a un chico de Marruecos que era como yo. Era mi amigo. Cogíamos ropa de los contenedores y la vendíamos por 50 céntimos. Con eso comprábamos algo de pan".
14 horas al día, 14 euros a la semana
“Siempre teníamos que estar escapando. Nos sentíamos seguros en los trenes. A veces dormíamos con cinco grados bajo cero.
En Nápoles, encontré trabajo en una frutería. Trabajaba de 6 de la mañana a 10 de la noche limpiando la tienda, descargando el género... Hacía básicamente de todo. Me pagaban 14 euros a la semana, aunque había veces que no cobrábamos. Decían que no teníamos papeles.
Al final, conseguimos alquilar una casa con otras cuatro personas. Mi amigo se tiró al tren.”
Vagando en Vallecas
“Quise escapar a Inglaterra. Compré un documento falso. Pasé por Francia y, en España, en el aeropuerto, me cogieron. Por primera vez en mi vida fui a la cárcel. Pasé dos días sin casi comida en una celda.
Cuando me sacaron, estuve una semana en la calle, en un parque de Vallecas. Pedí ayuda en todos los bares. Eso fue hace dos meses.
Conocí a unos chicos árabes de mi edad. Uno era palestino, otro era sirio... Eran refugiados. Me hablaron de una fundación. Un abogado empezó a tramitar el asilo. Si no les hubiera encontrado, seguiría en la calle, comiendo en la iglesia”.
Cinco idiomas
“No quiero volver a Argelia, no puedo volver. Solo mantengo el contacto con mi madre. La llamo para decirle las cosas importantes. Sabe que estoy aquí.
En España puedes tener un trabajo, una casa y derechos. Con esas tres cosas estás seguro. Ahora, por las mañanas recibo clases de castellano. Por las tardes voy a un curso de cocina con otros refugiados. Me gustaría ser cocinero, nos han dicho que puedes ganarte la vida. Tiene que haber algo para un chico de 19 años que habla cinco idiomas.
De momento, tengo la tarjeta blanca. En unos días, me darán la roja, aunque me han dicho que hay gente a la que han expulsado en ese paso. Conseguir el asilo tarda seis meses. El centro en el que estoy no puedo quedarme más de dos. Luego, no sé. Quiero poder salir, ir a restaurantes, descansar, ser feliz. Esto me deprime, a veces lloro. En España, me siento seguro sobre mí mismo, pero no sobre mi situación”.
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