Hay cosas que nunca suceden en vano y que siempre acaban por pasar la factura. La guerra de Irak se la pasó a
Aznar, a
Blair y, ahora, opinan todos los comentaristas, a
Bush. Demasiadas mentiras, demasiadas muertes sin la menor justificación. La época de los neocons ha quedado, insisto que de acuerdo con una mayoría abrumadora de opiniones, pulverizada. Los próximos dos años van a ser un calvario para George Bush, que fue el reflejo y el ejemplo de toda una era de gobierno en España.
Jamás creí que exista un paralelismo exacto entre las situaciones en unos países y en otros. Sin ir más lejos, el término ‘liberal’ tiene un sonido y un significado distinto a uno y otro lado del Atlántico. En Europa existe una cultura política y en los Estados Unidos, otra. Por ello, me parecería exagerado pedir a nuestro Partido Popular, que en la etapa aznarista tanto nos cantó las glorias de este Bush hoy de capa caída, que saque consecuencias precipitadas de lo ocurrido en estas elecciones para las cámaras legislativas en el país más poderoso del mundo. Una gran nación, hay que decirlo a aquellos que acusan de antinorteamericanos a quienes somos apenas contrarios a Bush, con tantos y tan positivos aspectos democráticos, que, sin embargo, conviven con rémoras indudables, como el sistema penal.
Tan absurdo parece, por tanto, declararse hostil por principio a los Estados Unidos como mostrarse boquiabierto de admiración ante cuanto ocurre en la política del país que rige los destinos del mundo. La guerra de Irak fue un auténtico desatino, una injusticia apoyada en España por el Partido Popular como un bloque. Y sí va siendo hora, al menos, de que los actuales rectores del principal partido de la oposición hagan una cierta autocrítica por el seguidismo de antaño en un tema contra el que una inmensa mayoría de los españoles declarábamos en vano nuestra hostilidad .
Ya sé que esa autocrítica, con un Aznar que sigue siendo un referente importante en el PP, no es cosa fácil. Pero me parece que si alguna enseñanza puede sacar Rajoy de lo ocurrido ahora en los Estados Unidos, es la de que ha llegado el tiempo de la moderación, y no el de las consignas.
Lo digo ante la evidencia de que está naciendo una nueva era también desde el punto de vista de las ideologías. Y ante la constatación de que dos tendencias pugnan en el seno del PP, un partido con diez millones de votos a las espaldas y casi ochocientos mil militantes respaldándolo, para decantar a esta formación hacia posiciones de derecha radical o hacia zonas más templadas, que son sin duda las que más convienen y mejor se adaptan a la personalidad de Mariano Rajoy.
Pienso que en algún momento deberá Rajoy dar un puñetazo sobre la mesa, acabar con dobles mensajes y orientar la inmensa nave que le ha cabido el honor de comandar hacia un rumbo cierto y claro para los votantes y para el conjunto de los españoles. Con lo ocurrido con Bush tiene un magnífico pretexto, porque su tiempo, ante las tormentas internas, puede irse acabando. Ojalá que la guerra de Irak no le pase factura también a ese político honrado aunque algo vacilante que se llama Mariano Rajoy.