www.diariocritico.com

Para una sociología de las catástrofes o haciendo la mili con lanza

viernes 08 de noviembre de 2024, 16:05h
Rafael de Francisco
Ampliar
Rafael de Francisco

Rafael de Francisco

En relación con la Dana que ha afectado tan trágicamente al Levante español, y en medio de toda la barbaridad de actuaciones políticas que estamos viviendo con un discurso de a ver quién tiene la culpa o de quién ha llegado antes, nuestros políticos se han olvidado de que nos enfrentamos a una situación que supone un cambio de paradigma y de manejo de las catástrofes relacionado con lo que podríamos llamar el paso de la gota fría al cambio climático. O, yendo aún más lejos, el paso de la desideologización de las catástrofes a su manejo por el hombre.

Como sociólogo, y como asesor ejecutivo entonces del Ministerio Interior, yo fui el responsable, dentro de ese ministerio, de la gestión de la coordinación en las dramáticas inundaciones de Vizcaya de 1983, y algo sé de esto. Sin embargo, la coordinación para paliar los efectos de aquella tragedia la hicimos en un tiempo distinto; aquel era el tiempo de la ‘gota fría’ en el que los recursos valían muy poco.

Pero ahora, en el tiempo de las estrategias modernas relacionadas con las nuevas tecnologías, se hace necesario combinar esas técnicas informatizadas con el clásico redoblar de las campanas. Nuestros políticos olvidan que en los pueblos hay mucha gente mayor que no manejan un teléfono inteligente, o que aún no hay cobertura en determinados lugares… y en esa situación, las campanas de los pueblos y la vieja estructura de la sirena complementan a la tecnología moderna. Pero hay que sentarse a pensar, pensar y pensar, que es lo que nos hace lo que somos, resolver los problemas desde una perspectiva abierta.

Vivimos en una sociedad que ha cambiado mucho en los últimos veinte años; ahora es muy diferente a la de principios de los 80 y requiere métodos y soluciones nuevas, incluso en el campo de la protección civil. Las inundaciones de Vizcaya fueron en 1983; ése era el tiempo de la ‘gota fría’, pero ahora, con la Dana que ha arrasado el Levante, estamos en el tiempo del cambio climático. En 1983 aprovechamos lo que pudimos, y lo hicimos bien, pero sobre todo nos olvidamos de quién tenía las competencias y desde el primer momento nos pusimos en movimiento desde el gobierno central, porque las competencias en tipo de catástrofes son siempre del Estado.

La respuesta del Estado tiene que ser inmediata. En Vizcaya, las inundaciones fueron por la noche, y por la mañana ya estábamos coordinando la ayuda que iba a salir de forma urgente para Bilbao. Cuando salimos por la tarde en dos helicópteros Puma -en uno, Felipe González con el ministro de Transportes, Enrique Barón, y en otro Julio Feo y yo-, ya estaban avisados para que nos esperasen un comandante de zapadores del Regimiento de Pontoneros de Zaragoza y otro de Ingenieros de Burgos. Cuando llegamos, los militares ya estaban allí.

En aquel tiempo, sin embargo, en los despachos del Gobierno Civil no encontramos ni un mapa geográfico militar a escala 1/2.500, que es la que marca todos los caminos, cimas, etcétera, fundamental para cualquier estrategia territorial de protección civil… No había ni eso. Y me pregunto, ¿para qué sirve una Dirección General de Protección Civil si la protección global queda en manos exclusivas de las comunidades autónomas y con escasos medios? ¿Qué hacen las comunidades ante un desastre que afecta a tres autonomías distintas? Lo que quiero decir es que se necesita un replanteamiento de fondo de toda nuestra política, de todas nuestras infraestructuras de manejo de catástrofes, siniestros y emergencias. En eso es en lo que tienen que pensar los políticos y dejar de lanzarse acusaciones sobre ‘a ver quién llegó antes’ o ‘quién llamó a quién’…

En un estudio que elaboré en 2006 sobre la prevención de las catástrofes por los ciudadanos españoles ya concluía que, en esas situaciones de drama absoluto, los ciudadanos perciben una especie de metáfora psicoanalítica en la que necesitan a la Guardia Civil, al Ejército, a potentes coberturas nacionales de seguridad. La UME fue un gran invento, pero es un invento táctico, en el sentido de que es una unidad muy profesionalizada para el manejo de incendios, por ejemplo, pero que no cuenta con helicópteros pesados ni infraestructuras; es decir, que no tiene la cobertura de los ejércitos. Los ejércitos son instituciones para la guerra, pero también tienen que ser -y lo son en muchas ocasiones- instituciones para la paz, para la protección de los ciudadanos.

La situación originada en el Levante español debería hacernos recapacitar sobre la necesidad de una estructura operativa funcional, una superestructura de Protección Civil controlada por el Estado, más allá de los protocolos, sobre quién tiene la responsabilidad de las emergencias. Sin duda, es algo que tenemos que ponernos a estudiar. Por ejemplo, una gran organización para esa labor es la Guardia Civil, pero esa Guardia Civil tendría que estar reestructurada en una agenda moderna que intercale elementos como los que tienen la Guardia Nacional norteamericana y las gendarmerías europeas; es decir, una gran estructura funcional que pueda combinar el territorio habitado-deshabitado a través de una institución de cumplimiento del orden de la ley ecológica de protección de la naturaleza, pero conteniendo una gran estructura de protección civil.

Necesitamos que los responsables políticos, a los que respeto pero que se pierden en discusiones banales, se replanteen todos estos problemas con grupos de expertos: con ecólogos, con sociólogos, con politólogos, con urbanistas, con médicos… con todos los que tienen y pueden desarrollar una nueva estructura de la protección civil moderna, del siglo XXI, en un momento de cambio climático.

El cambio climático, para mí, es algo como lo que supuso esa especie de desglaciación que hizo posible la supervivencia, que propició el paso del sapiens africano a Eurasia, y probamente no ha habido otra revolución tan potente como aquella. Ahora estamos ante un cambio de paradigma en el que el manejo de la protección civil, el manejo de las catástrofes no se puede hacer desde los anclajes culturales y científicos de la sociedad industrial moderna, sino desde de lo que supone la tardomodernidad en el manejo de todo: de las comunicaciones, de la urbanización, del capital, de los fondos de inversión y su urbanismo salvaje, del aumento de la población o de la necesidad de unas coberturas que necesitan otro planteamiento.

Vivimos en un siglo con una gran crisis estructural socio-política del capitalismo descarnado global, de las tecnologías digitales, y debemos desarrollar una gran capacidad de reflexión, de sabiduría política y dejarnos de tonterías sobre quién ha llegado antes y quién ha pedido qué cosa a quién. Ése no es el problema. El problema es que estamos haciendo la mili con lanza y no nos damos cuenta de que ya no nos valen las herramientas tradicionales con las que hemos venido manejando las catástrofes mediaoambientales. Que empiecen a pensar, por favor, como políticos.

Rafael de Francisco es sociólogo
Fue director general de Política Interior del Ministerio del Interior en el primer Gobierno de Felipe González. En 1983, como asesor ejecutivo de Interior, coordinó la ayuda por las riadas de Vizcaya. Es autor, entre otros, del libro Reflexiones sobre políticas de seguridad y emergencias)

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios