Decíamos ayer, en sustantivo y referido a la semana pasada, que daríamos cuenta de la exposición que tiene lugar en las valencianas Atarazanas del Grao/Drassanes del Grau y que se dedica a la memoria de Miguel Hernández. Y como lo prometido es deuda, venimos en manifestar que, con el título de El poeta necessari, la muestra brinda un ameno y didáctico recorrido por la vida y obra hernandiana, básicamente en fotos y paneles de texto que cuelgan de las paredes de las naves, otrora guardería de remos y otros aparejos, vigiladas desde siglos por los elegantes arcos diafragmáticos y ojivales del gótico valenciano. Muestra hermosa y necesaria, como el personaje al que se dedica, que, más allá de las novedosas instantáneas tomadas por el alemán Walter Reuter, de las que ya se habló en extenso y en la anterior entrega, ofrece al visitante la original y novedosa contemplación de unas tiernas ramas y hojas de higuera que son a la vez hijas y clones de la que crecía y asombraba en el huerto y patio trasero de la casa del poeta en Orihuela. Aquella higuera a la que Miguel se refería cuando conminaba a su amigo Ramón Sijé, con quien tanto había querido, a desamordazarse y regresarse de la muerte para poder hablar con él de muchas cosas: "Volverás a mi huerto y a mi higuera:/ por los altos andamios de mis flores/ pajareará tu alma colmenera".
La idea de reproducir en piezas genéticamente idénticas la higuera de Hernández, para conferirle la misma eternidad que al que fuera su amito, empezó a gestarse con motivo del centenario de su nacimiento en 2010. Por aquel entonces, la situación de la bucólica planta era más que preocupante. En enero de 2011, César-Javier Palacios, periodista ambiental, geógrafo y doctor en Historia del Arte, visitaba la mágica huerta oriolana y escribía esto en el diario 20 Minutos: "Pobre higuera. Es preciosa, robusta, pero la tienen machacada (.) Mutilada más que podada. Y a la que un jardinero ignorante ha rellenado los huecos de su vejez con injustificables pegotes de cemento. Abandonada a su suerte, nada ni nadie impide a los turistas hacer lo que quieran con ella, y por eso todo el suelo aparece dynamicado por el pisoteo de las visitas que, sin saberlo, ahogan sus raíces".
Ese mismo año, a los responsables del diario murciano La Verdad se les ocurrió hacer acopio de un par de centenares de esquejes, procedentes de las salvajes podas realizadas a la higuera madre, que fueron repartidos por toda España, palacios de la Zarzuela y la Moncloa incluidos. Tal iniciativa se acompañó de la peregrina ocurrencia de brindar a sus lectores de Orihuela un "trocito" de la higuera hernandiana junto a un certificado municipal que acreditaba su origen, como si fueran, reseña Palacios: ". trozos del muro de Berlín, vulgares piedras o huesos de santo".
Seis años después, en 2017, el voluntarismo y la improvisación, en todo caso meritorios y dignos de encomio, empezaron a sustituirse por acciones con mayor fuste y apoyadas en criterios científicos. La ilicitana Universidad Miguel Hernández (UMH) y el Ayuntamiento de Orihuela firmaron un convenio de colaboración para brindar protección a ese vegetal patrimonio, poniendo al frente del proyecto a los profesores Juan Martínez Tomé y Adrián Grau, especialistas en producción vegetal y microbiología. El tándem inició un proceso de recuperación urgente del árbol, tras saber, por boca del arqueólogo municipal, que a la higuera le podrían quedar unos diez años, a lo sumo quince, de vida, tras ciento diez de "enhiesto surtidor de sombra y sueño", en imagen del poeta montañés Gerardo Diego. Empezaron tapando las oquedades para que no entraran por ellas insectos o plagas; continuaron colocando un pilar para apoyar una gruesa rama que amenazaba desmoronamiento inminente; siguieron, labrando y plantando el terreno adyacente para que la tierra dejara de estar apisonada y pudiera respirar; y concluyeron el tratamiento de choque dotando al espacio de algo tan básico como un sistema de riego automático. Era el momento de pasar a la siguiente fase, para, como dice el periodista de La Verdad Jesús Nicolás: ". dar descendencia a este fruto bendecido por la poesía", y actualmente ya son más de cien los hijos y clones de la higuera que crecen y se desarrollan confortablemente en el invernadero de la Escuela Politécnica Superior de Orihuela (EPSO).
La idea, aunque ahora revestida con un manto de I+D, es antiquísima y se les ocurrió a los monjes coptos que custodiaban la higuera donde la tradición asegura que la Virgen María lavó al Niño Jesús, tras entrar en Egipto huyendo del edicto infanticida de Herodes I el Grande. En 1645, el árbol mítico se encontraba en tan lamentable estado que los frailes decidieron esquejar en lo más sano y sembrar una planta sucesoria que creció y se desarrolló sin contratiempos, hasta que fue necesario recurrir a una tercera generación de clones que hoy sigue dando generosos frutos en el sagrado recinto del distrito cairota de Al-Matariyah, en el extremo norte de la capital egipcia. Curiosamente, hasta allí llegó un venturoso día Montserrat Pons i Boscada, farmacéutico del municipio mallorquín de Llucmajor, y consiguió convencer a los celosos coptos para que le donaran un esqueje de su venerada planta. Aquel vástago agarró con fuerza en la tierra balear y hoy, convertido en árbol, crece pimpante en la Finca Son Mut Nou de la Marina de Llucmajor, junto a otras tres mil hermanas de más de mil trescientas variedades procedentes de sesenta y cuatro países, que en su conjunto forman la más importante colección de higueras del mundo.
Sobrecoge pensar que es la misma higuera que, bajo su benéfica sombra, acogió a
Jesucristo en su infancia y a la vez pasma el poco afecto que el Hijo de Dios manifestó por la planta en su edad adulta. Así, uno de sus milagros, referido en los evangelios de Marcos y Mateo, consistió en maldecir una higuera y convertirla en estéril tras constatar que la misma carecía de frutos. Y ello sin tener para nada en cuenta que aquel momento bien podría no haber sido temporada de brevas, que suele caer en junio, o de los higos que se dan entre agosto y septiembre. Personalmente, y aunque me esté feo el decirlo, nunca he entendido y me irrita ese prodigio cristiano. La exégesis tradicional dice que Jesús muestra en el acto su Divinidad, imponiendo su autoridad a la naturaleza, mientras que la teología protestante lo considera como eje de la Teoría del Reemplazo o Supercesionismo, en el que la higuera representaría al pueblo de Israel cuya relación con Dios han subvertido los cristianos. No me convencen ninguna de las dos explicaciones. Y de antemano pido disculpas a los creyentes a los que tal cosa ofenda, pero me pasa lo mismo que a
Charles Darwin, que no puedo persuadirme de que un ser benévolo y omnipotente creara intencionadamente a las icneumónidas, esas diminutas avispas que inyectan sus huevos en las orugas para que, al eclosionar, se alimenten de sus entrañas. Y algo similar podría decir del alcalde de Madrid,
José Luis Martínez-Almeida y su decisión, hace ahora tres años, de intentar escamotearnos los versos de Miguel en una de las tres placas previstas en el Memorial del Este o Almudena, pero eso, como diría
Rudyard Kipling, ya es otra historia y a peor no viene ni a cuento.