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La magia indefinible de un fotógrafo sardo

lunes 21 de octubre de 2024, 10:58h

Stefano MarrasEl pasado día 15 se inauguró en La Fonda de la Confianza, restaurante madrileño que limpia, fija y da esplendor a la cocina capitalina, una exposición del sorprendente fotógrafo sardo Stefano Marras, con la que se presenta por primera vez en España.

Stefano se define, de manera ciertamente inquietante, como ladro di anime, ladrón de almas. De tal imagen retórica pudiera deducirse que estamos ante alguien en quien pervive algún poso en torno a la creencia de que el clic de la cámara era el primer paso para desposeer al retratado de su espíritu o esencia psíquica. Tal atavismo surgió en el alba de la historia, hace unos ocho mil años y frente a los espejos de obsidiana pulida que se fabricaban en Anatolia y en los de cobre pulido que consiguieron perfeccionar los mesopotámicos, dos mil años después. En aquel remotísimo pasado nació la idea de que los espejos eran capturadores de ánimas y que cuando, por cualquier circunstancia, se rompían, el espíritu del capturado podía sufrir indecibles penas.

Muchísimo tiempo después, y en un entorno geográfico y cultural sustancialmente más próximo, se hizo enormemente popular la leyenda de que el espejo no reflejaba la imagen de los seres aparentemente vivos pero sin alma, como los góticos vampiros decimonónicos, con el Conde Drácula y Nosferatu a la cabeza.

Aunque pudiera parecerlo, este no es asunto cerrado y polvoriento en el viejo armario de la historia. Solo hace catorce años, la gran fotógrafa libanesa Dalia Khamissy declaraba que detesta que la fotografíen, convencida de que, efectivamente, las fotografías te roban el alma: “Si la gente que se pone delante del objetivo supiera todo lo que puede verse con una foto, no posarían tan tranquilos”, decía. Y lo hacía desde su experiencia como alma mater del proyecto Los Desaparecidos del Líbano, que, iniciado en 2010, ha venido documentando a las familias de los aproximadamente diecisiete mil desaparecidos durante la guerra civil del Líbano, entre 1957 y 1990, cuyo destino es desconocido aún. Así, recuperando sus historias y su oníricas huellas, Dalia les ha ido recuperando el alma en todo aquello, material y espiritual, que dejaron atrás.

Más que probablemente sea el caso y el aliento que anima a Stefano, porque el vivió, y vive aún dolorosamente en su memoria, el desarraigo que le produjo nacer, pasar la infancia y adolescencia en un cálido entorno de amigos y pares, grupos y paisajes de Milán, para después tener que volver con su familia a Cagliari, la capital de la ínsula familiar de Cerdeña, a punto de cumplir los dieciocho años.

Una fractura existencial y un abrumador sentimiento de no pertenencia al entorno colectivo, que en un momento crucial de su desarrollo personal le llevó a intrincados conflictos de autoestima, estrés, soledad, e insatisfacción emocional. Así, el pasado año y en la presentación de otra de sus muestras, el escritor, periodista, y experto en arte contemporáneo Giacomo Pisano, dijo de él: “En el carrusel de geografías humanas, privado de la confirmación de un lugar de elección, no es ni milanés ni sardo”.

Buscando en su interior, Stefano comenzó su carrera artística como diseñador gráfico y editor de una revista quincenal de distribución provincial, mientras se graduaba con méritos en el Liceo Artístico y se formaba como fotógrafo autodidacta. Más tarde, se matriculó en la Facultad de Arqueología de la Universidad de Cagliari, donde empezó a expresar sus emociones en imágenes insertas en claroscuros inspirados en los maestros Rembrandt, Caravaggio y Francisco de Zurbarán, adaptándolos con el tiempo al estilo del reportaje a través de fotógrafos como el brasileño Sebastião Salgado o el estadounidense Steve McCurry, y muy especialmente al de los miembros de la agencia Farm Security Administration, que documentó fotográficamente las consecuencias de la gran depresión de 1929 en las granjas de California, como Walker Evans, Dorothea Lange, Theodor Jung, Louise Rosskam, Edwin Rosskam o Marion Post Wolcott.

Marras define su forma de hacer fotografía y de retratar como un acto de rebeldía, porque no quiere ni aceptar ni mantenerse indiferente ante lo que ocurre a su alrededor: “Mi producción artística me ha llevado a considerar diferentes niveles de perspectiva. Uno de ellos ha sido observar cómo personas de diferentes edades, culturas, idiomas, etnias, religiones y experiencias de vida, acaban hablando el mismo lenguaje emotivo y emocional, borrando de este modo cualquier diversidad”.

Collage fotos de Stefano MarrasAsí, los 25 retratos de emigrantes que en su día llegaron a la isla de Cerdeña, ahora italiana, aunque 423 años española, que cuelgan de las paredes de La Fonda de la Confianza, están reclamando con fuerza su propia existencia. Podemos mirarlos, ser mirados por ellos y reflexionar sobre aquello que nos enseñó Antonio Machado: “El ojo que ves no es ojo porque tú lo veas, es ojo porque te ve”.

Elliot Erwitt, el mundialmente conocido fotógrafo estadounidense que formó parte de la agencia Magnum Photos; judío-ruso apátrida que vivió en Italia, Francia y Estados Unidos, otro desarraigado pues y cuya obra estuvo expuesta hasta el pasado agosto en la Fundación Canal de Madrid, decía: “Para que una fotografía sea buena, debe tener equilibrio, forma y fondo. Pero para que sea muy buena también debe tener una magia indefinible”. Si al aserto le buscamos nombre, nos encontraremos con el de Stefano Marras.

A un kilómetro exacto de La Fonda de la Confianza, en la Fundación Canal se exhibe una magna exposición que con el título El muro de Berlín. Un mundo dividido, abrió sus puertas en noviembre de 2023, con motivo del 34 aniversario de la apoteósica caída del indistintamente llamado Antifaschistischer Schutzwall/ Muro de Protección Antifascista; Berliner Mauer/ Muro de Berlín; y Schandmauer / Muro de la vergüenza.

4) Exposición 'El Muro de Berlín'Durante muchísimos años, aquel paredón fue un ignominioso insulto para la Unión Europea y sus valores de espacio sin fronteras ni barreras que separaran los Estados, pero con el tiempo las cosas fueron cambiando como consecuencia del ascenso de la ultraderecha, derivado en buena medida de la acogida de refugiados en la crisis de 2015. Así, la practica totalidad de los gobiernos de la Unión se lanzaron a construir vallas para poner freno a la llegada de emigrantes y solicitantes de asilo.

El muro de Berlín recorría 43,1 kilómetros, mientras que, actualmente, las vallas que pespuntean Europa forman una ominosa red de más de 1000 kilómetros, unas 23 veces más que la fronteriza berlinesa, con lo que la muestra de la Fundación Canal se ha quedado en la historia de un paredón de la Señorita Pepis. Máxime cuando a ese formidable parapeto se le empiezan a añadir campos de concentración externalizados.

Por eso, al pie del un árbol sin fruto, me puse a considerar, la imprescindible oportunidad de contemplar la exposición de Stefano, que hace visibles a tantos velados y ocultos que, tras dramáticas epopeyas, siguen luchando por su subsistencia y dignidad. Permanecerá abierta hasta el 17 de noviembre, día San Acisclo, al que el eximio poeta cordobés Pablo García Baena, miembro fundador del Grupo Cántico, dedicó un poema en cuyos versos puede leerse: “Apártate de mi, oh, noche,/ la sangre que resbala hasta teñir el río/ de su cárdeno grito,/ la sangre que derrama la cabeza cortada por un sueño de espanto,/ de Acisclo, puro y limpio/ como un ángel ahogado en el fondo de un poco”.

Miguel Ángel Almodóvar

Sociólogo y comunicador. Investigador en el CSIC y el CIEMAT. Autor de 21 libros de historia, nutrición y gastronomía. Profesor de sociología en el Grado de Criminología.

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