De un tiempo a esta parte, un hombre de moral más que dudosa, ha aparecido en el panorama político con uno de los papeles más vistos en la picaresca española: el de outsider tocapelotas.
Este muchacho, con nombre de chiste y una mirada estulta que no transmite nada porque tras ella no hay nada, es un bocazas y un oportunista.
El ciudadano de que hablo tiene un ridiculum vitae que hace falta cuajo y desvergüenza para publicarlo: no tiene unos estudios medianamente sostenibles más allá de haberse matriculado en la UNED en Corte y confección o algo parecido; fue "asesor" de Toni Cantó, (y visto como le fue al asesorado, menuda mierda de asesoría), merodeó por UPyD pero le debieron ver el plumero y lo pusieron a limpiar el polvo y, finalmente, acabó montando chiringuito para protegerse gracias al aforamiento de las mil demandas que tiene pendientes por libelo y difamación y que ya le han supuesto 73.000 € en indemnizaciones por 3 condenas.
La mejor palabra para definir su alcance intelectual es hueco. La mejor palabra para definir su alcance político es ninguno. La mejor palabra para definirlo a él es oportunista. Está en política por razones espurias y antisociales. No parece persona despejada a tenor de las entrevistas e intervenciones en las RRSS, tampoco parece que haya leído libros, uno o ninguno en vista de las patadas que le da al castellano, y es tan mentiroso como falto de responsabilidad personal o institucional.
Viaja en primera y "dice haber sorteado su sueldo"
El tipo se ha quejado siempre de que los políticos viajen en primera pudiendo hacerlo en turista, que cobren esos sueldos astronómicos por tocarse las bimbas y que usen asistentes, secretarias y gastos de representación para su trabajo. El flamante eurodiputado, que es como un genio pero con la lámpara de los deseos vacía, viaja en primera desde el primer día y dice que sortea su sueldo.
Dice que le puede tocar a cualquier español, pero no es verdad: el sorteo se efectúa entre quienes se hayan apuntado en una web en la que incondicionalmente deben proporcionar, nombre y apellidos, dirección, DNI, número de teléfono, email, su perfil de Instagram y ceder sus datos "para uno o varios fines específicos" que nunca se especifican.
Es decir, Alvise no ha sorteado su sueldo, lo que ha hecho ha sido comprarse 140.000 seguidores con un gusano en un anzuelo. Por cierto, intentó forzar a un compañero eurodiputado para sortear cada uno la mitad de su sueldo, pero el otro dijo que tururú, que el que se había comprometido era Alvise, no él.
Alvise es, más allá de un trepa al estilo Pedro Sánchez pero con muchas menos luces, un agujero negro en lo político, una excrecencia del sistema que parasita a la derecha y malbarata la Eurocámara sólo por conseguir un aforamiento que enrede sus causas judiciales pendientes, un pobre Puigdemont del chino.
Alvise viaja en primera, claro, a costa de los impuestos europeos (da lo mismo: su billete en turista no supondría ningún ahorro, pero la palabra dada es ley) a pesar de jurar y perjurar que no, que él no lo haría.
Alvise lleva cobrados 3 sueldos del parlamento, 10.000€/mes, y 4.950€/mes en dietas, esto último, libre de impuestos, polvo y paja. Ha sorteado uno de los sueldos y le tocó, aparentemente, a un hombre de Gijón.
Lo que no ha sorteado son esos casi 13.000€ en dietas con los que se puede vivir francamente bien ni los otros 2 sueldos percibidos.
Tampoco ha hablado de los 100.000€/año que se le añaden por pertenecer a un grupo parlamentario ni los emolumentos por las 2 comisiones a las que pertenece, una de ellas, espera que me entra la risa, la Comisión de Agricultura y Desarrollo Rural.
Populista de libro
Alvise quiere ser una mezcla de Donald Trump y Ben Shapiro, la diferencia es que Trump is a better looking person y Shapiro sabe poner sujeto, verbo y predicado ordenadamente.
Alvise da pa’ lo que da: le entregaron como detalle de bienvenida a la eurocámara un pin.
Alvise calculó que el total de insignias entregadas ascendería a unos 25.000€ (unos 70€/pin) lo que le lleva a exclamar escandalizado que "hacen falta 15 españoles trabajando durante un año para pagar los malditos pines" (sic).
Aparte de la infantil demagogia explícita y el desconocimiento de la aritmética más elemental, este muchacho, como los terraplanistas, es peligroso por lo tonto.