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Miedo al mañana

viernes 14 de junio de 2024, 08:58h

Giuseppe Tomasi di Lampedusa en la novela El Gatopardo, -recreada después magistralmente por Luchino Visconti en la gran pantalla-, escribió aquello de que “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie” o, en su versión original, "Se vogliamo che tutto rimanga come è, bisogna che tutto cambi”.

Dudo mucho que esa lánguida, melancólica, un poco adolescente y rubia figura de Yolanda Díaz conozca la novela de Lampedusa o el film de Visconti más allá de alguna referencia indirecta que, probablemente, haya recogido de algún compañero de filas del PCE, su partido original de militancia antes de iniciar ese giro envolvente que la llevó a capitanear con orgullo bolchevique la plataforma Sumar con el empujoncito previo y el visto bueno del presi.

Al comienzo del idilio, como en todos, la cosa iba de cine. Miraditas, euforia, desprecio por el contrario y por el incordiante -Pablo Iglesias, su inicial valedor en Unidas podemos incluido-, y la voluntad tan secreta como decidida de llegar a engañar algún día al mismo puto amo-como acabaría llamándolo Óscar Puente-, soñando incluso a medio plazo en adelantarlo por la izquierda y así convertirse en la primera mujer que ocupase la presidencia del gobierno de España, o lo que quedara de ella después de las políticas aplicadas en la primera legislatura de gobierno de concentración progresista.

Pero, tras varios consecutivos fracasos electorales (autonómicos y municipales, generales, gallegos, vascos, catalanes y europeos–, la soledad del poder, aunque sea en esa humilde mansión de 450 m2 que le facilitó el ocupar un sillón en el gobierno Sánchez, sucumbió a la depresión, a la saudade gallega, la noche del 9 de junio y, al día siguiente, lanzó triste un mensaje a la nación anunciando su dimisión como coordinadora general de la plataforma Sumar.

Poco duró, sin embargo, la depre porque 24 horas después y, probablemente presionada intramuros de la Moncloa, la musa rubia dio un giro de 180 grados a su pretensión inicial y nuevamente salió a la palestra de los medios, pero esta vez para afirmar justamente todo lo contrario. A saber, que «No me voy, me quedo», es decir, que no va a poner un final tan indecoroso como cobarde disfrazado de asunción de responsabilidades políticas tras ese varapalo europeo, al frente de sumar para dedicarse únicamente a su tarea como vicepresidenta segunda del gobierno y ministra de Trabajo. Una ha podido tener un momento de debilidad, pero rápidamente ha sabido sobreponerse para estar a la altura de la misión que a una hija de Carlos Marx se le supone.

Y ha querido la historia, que a este episodio de adolescente y desinhibido transformismo político de Díaz, se le haya sumado (sé que Hardy sabrá perdonarme por la utilización del término), otra tristísima noticia, la de la muerte de una eterna y adolescente melancólica, pero de las de verdad, Françoise Hardy, la musa francesa de los años 60 que, desde que escribió a sus 18 años aquello de que "Tous les garçons et les filles", ya no se bajó de la música, ni siquiera tras estos últimos 15 o 20 años en que un cáncer la arrinconó hasta acabar con ella a las puertas de un verano como el que estamos a punto de abrazar. Y Hardy, aquella joven tan triste como atractiva ya no dejó nunca de cantar que "Todos los chicos y chicas de mi edad/ se pasean por la calle de dos en dos/ todos los chicos y chicas de mi edad/ saben qué es ser feliz/ y mirándose a los ojos y de la mano/ van enamorados sin miedo al mañana...".

Ese mismo miedo al mañana que, por el contrario, ha acogotado a la vicepresidenta, que ya no le importa saber si coordina una plataforma, no la coordina, o qué diablos hace o vaya a hacer. Aquí lo que importa, como dijo Lampedusa, es remover todo un poco para que al final, sigamos bañándonos en el mismo río de la inoperancia lánguida y cursi de la inanidad, por muy vicepresidencial que sea esta. Dimite, sí, pero sólo un poquito.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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