Afán desmedido de poder, megalomanía, ansias de grandeza, uso permanente e inapropiado de recursos e instrumentos del estado y, en todo caso, tensión permanente de la sociedad como fórmula infalible de seguir extrayendo rédito político de cualquier situación, reme el viento a favor o en contra, que en este último aspecto el ‘puto amo’ es un crack.
Esta es la hoja de ruta permanente en este país, con elecciones europeas o no a la vista.
El caso es que en sólo unos días Pedro Sánchez, el presidente enamorado, saltándose todos los límites de la diplomacia, la prudencia y el sentido común, ha metido a España en sendos líos diplomáticos monumentales, con Argentina e Israel y con sus propios aliados occidentales, reconociendo de facto a Palestina (en este último caso junto a grandes ‘superpotencias’ como Irlanda y Noruega).
Y no por razones de estado, no, sino por puros, meros intereses personales, que todos estos días andan en primera línea de las preocupaciones presidenciales para intentar que la gente se olvide de la Ley de Amnistía. Por un lado, en plena campaña de elecciones al Parlamento de la UE, y de paso movilizar a toda la izquierda radical (socios de Sumar incluidos), en torno a su excelsa figura.
Y por otro, para desplazar el foco de interés de los ciudadanos españoles en torno a esos tejemanejes económicos y de influencias que tienen a la Moncloa, y en especial a Begoña Gómez, la señora presidenta, en el centro de interés del parlamento español, por un lado, y del titular del juzgado de instrucción nº 41 de Madrid, por otro.
La jugada no parece haberle salido nada bien al presidente (por una vez y sin que sirva de precedente), porque ese juez (Juan Carlos Peinado), se ha decidido ya a citar para el próximo 5 de julio a Begoña como ‘investigada’ (antes se utilizaba el término ‘imputada’, pero ambos vienen a significar lo mismo), por los presuntos delitos de corrupción en los negocios y tráfico de influencias.
Y, claro, como Sánchez se cree España, se ha olvidado de la separación de poderes y todo eso para lanzar una velada sospecha contra el juez Peinado a través de una segunda carta a la ciudadanía que, a este paso, acabará exigiéndole que sean de periodicidad semanal, incluso diaria, porque el pueblo no quiere, ni puede, ni sabe estar sin las egregias, sesudas, filosóficas y éticas reflexiones, señalamientos y estrategias a seguir marcadas por su líder.
Con todo esto, y a pesar de que aquí todo el mundo señala a las elecciones a la UE como una especie de plebiscito moral en contra o a favor de Pedro Sánchez y Begoña Gómez, ya casi totalmente reconvertidos en unos nuevos Juan Domingo y Evita (Perón, por supuesto), que necesitan como el agua la cercanía, el calor, el cariño y el aliento de su pueblo.
Ardemos, pues, en ascuas para volver a escuchar una adaptación de la melodía ya clásica que ponga en boca de una de las musas de la progresía aquella canción y suba a las más altas cotas de la emoción a los moradores de la Moncloa y a los de las 17 nacionalidades del estado español (antes llamado simplemente ‘pueblo’), diciendo aquello de “no llores por mí, España. / Mi alma está contigo. / Mi vida entera te la dedico…”.
Pero, sea por fás o por nefás, el caso es que aquí nadie habla de Europa en unas elecciones que buscan precisamente elegir a sus más altos representantes.
Y no será porque no hay problemas en la UE, desnortada, con el desafecto creciente de sus ciudadanos, con estas políticas impuestas a machamartillo desde Bruselas (agropecuarias, relaciones exteriores, ecologistas, industriales, económicas, de defensa, comerciales, y todos los etcéteras que usted quiera), que no es que no pongan de acuerdo a los ciudadanos, sino que ni siquiera lo hace tampoco con los estados ni sus dirigentes, apuntando cada uno en una dirección y pensando siempre antes en su país, o en sí mismo —como es el caso del presidente de España—, que en Europa.
Y así, pian piano, poquito a poco y como si la cosa no fuera con él, Sánchez lleva seis años ya en el machito, aunque habla siempre como si acabara de llegar, porque no para de seguir apuntando a la oposición en pleno, al mundo, y al universo si fuera menester, de que todas las cosas malas que pasan en este país no se deben al desacierto de sus decisiones sino a la herencia franquista, o de la derecha de Rajoy y sus sucesores, personificados en el demonio Núñez Feijóo que, como todo el mundo sabe, es la cabeza visible de los integrantes de la fachosfera, el lodo y los fabricantes de bulos haciendo nuevamente verdad aquello de que “cree el ladrón que todos son de su condición”.
Pero nadie cante victoria porque Sánchez, rey del victimismo y de hacer de la necesidad virtud, va a seguir intentando por todos los medios de tierra, mar y aire desacreditar al juez Peinado y, de paso, a toda la judicatura y a los medios que siguen señalando a su santa esposa como la materialización de la falta de ética y decencia de un presidente y de un gobierno que sólo sabe mirar para otro lado cuando todos los dedos, nacionales e internacionales, señalan hacia la Moncloa como responsable de que este país no cuente con presupuestos en 2024, tenga al frente a un gobierno incapaz de sacar en doce meses poco más que una Ley que no sea la de Amnistía y cuyo mayor servicio en estos momentos a la nación quizás fuera la de redactar una tercera carta anunciando la dimisión del presidente y la convocatoria de nuevas elecciones.
Con todo, don Pedro ya puede ir haciéndose a la idea de que va a ser muy difícil frenar la investigación judicial sobre Begoña Gómez.