Yo sí te creo, hermana, pero como es mi líder lo encubro. Rumores, condenas a través de las redes, denuncia y ejemplaridad por los aires, esa virtud tan predicada como eludida por los líderes políticos. Esta puede ser la síntesis de un affaire protagonizado por Íñigo Errejón, hasta ahora portavoz en el Congreso de los Diputados de Sumar, y el único líder político en activo desde aquel ya lejanísimo 15-M que prometía que, ahora sí que sí, la casta política iba a ser sustituida por una nueva clase, la de los inmaculados, los hiperejemplares e hiperejemplarizantes compañeros que, sin embargo, han resultado no sólo ser asimilados por la casta que denostaban sino convertidos en su verdadero paradigma. Desde lo del chalé de Galapagar que, seguro que con todo el dolor de su corazón, obligó a los Iglesias Montero a dejar el barrio obrero de Vallecas, ya nada ha sido igual en las filas de la extrema izquierda española.
Podemos y su hoy líder en la sombra, Pablo Iglesias, seguro que han brindado con cava catalán (independentista, eso sí), porque las huestes de Yolanda Díaz han mirado para otro lado a la hora de asumir la responsabilidad política por el caso de esa o esas agresiones sexuales atribuidas a Errejón, en otro tiempo uña y carne del exvicepresidente falaz que Isabel Díaz Ayuso quitó de en medio de la primera fila política a través de una inmensa e inapelable derrota en las elecciones autonómicas madrileñas de 2021. Pero no conviene olvidar tampoco que la pareja de Irene Montero viene precedida de un innegable prestigio como «macho alfa» acosador de alumnas, de eficaz silenciador de una antigua colaboradora suya, Dina Bousselham, a quien premió con la dirección de un periódico digital (La última hora), hoy ya desaparecido, y soñador público de figurados encuentros sado con la periodista Mariló Montero, a quien hubiera gustado azotar hasta hacerla sangrar…
Recordemos también las risas de la ahora ministra Mónica García cuando Díaz Ayuso calificaba en la Asamblea de Madrid al entonces líder de Más Madrid, Errejón, como machista y prepotente. Supongo que esa misma risa tendrá que contenerla ahora porque ha sido el propio afectado quien, a través de un extraño comunicado se auto inculpa (junto al heteropatriarcado y al neocapitalismo liberal -no podían faltar-), de esas y otras carencias afectivas con mujeres de todo tipo y condición a las que ha intentado abordar (y abusar también, claro), valiéndose de su poder y de su carisma de líder político abanderado de este nuevo feminismo hiperprogre y woke.
Una vez más hay que recurrir al viejo refranero español para recordar a quien quiera oír aquello de “dime de lo que presumes y te diré de lo que careces...". También en el funeral anticipado de aquello que los entonces jóvenes del 15-M llamaron “nueva política”, que es la misma sólo que envuelta en ese neolenguaje orwelliano de ‘1984’. En realidad, neopalabros repletos de guiños a las jóvenes generaciones y a las mujeres feministas de nuevo cuño que han apartado a las históricas, esas que llevan ya décadas batiéndose el cobre con machirulos como los dos líderes citados de la izquierda progre.
Al final, a ambos, Errejón e Iglesias, ha ganado también la batalla ideológica ese otro «macho alfa» agarrado como una lapa al sillón de Moncloa (“guapo”, le llamó recientemente y con verdadero arrobo Pedro Almodóvar), que, como siempre que hay moros en la costa y la opinión pública se revuelve contra él y su entorno, huye indefectiblemente despavorido al exterior y se monta giras internacionales (Portugal e India, últimamente), para intentar no verse aún más manchado con la presunta corrupción de la señora presidenta y pseudocatedrática de la Complutense, de algunos amigos, de algunos ministros y de comisionistas que primero niega conocer y luego (tras la foto con Aldama que publicó El Mundo), jura y perjura que nunca se ha sentado con él, que sólo pasaba por allí y su natural simpatía le impidió negarse a fotografiarse con quien se lo pide amablemente …
Y este es, a nuestro juicio, el quid de la cuestión. Aquí no se otorga la presunción de inocencia a ningún machito, por muy portavoz de Sumar que haya sido en el Congreso, y de paso —aunque sólo sea momentáneamente—, corremos una cortina de humo sobre todos esos casos de “amistades peligrosas” que circundan a Pedro y a su entorno familiar y político, así es que conviene al partido de gobierno extender todo lo que sea este affaire Errejón, porque nada hay que entretenga más al crédulo ciudadano que un asunto de cuernos o de faldas. Y más aún si, de pronto, se ayuda a descubrir al anónimo contribuyente que también el leve peso de la ley (en este caso la del “Sí es sí” de Sánchez y Montero, Irene), será inexorable también con Errejón. Pero mejor sería que ni Sánchez ni el PSOE olvidaran que el ciudadano de a pie también lo espera, y con más ahínco si cabe, según una encuesta que este mismo fin de semana publicaba el ABC, con los casos de desigualdad y de corrupción que asedian la Moncloa.