Uno de los principios básicos a la hora de analizar seriamente un momento concreto de la vida social, política o económica de cualquier comunidad autónoma o nación, es la de no hacerse trampas en el solitario. Quiero decir con ello que, si a priori, uno hace el estudio únicamente para contentar al destinatario, ya sabe de antemano la perfecta inutilidad del informe y que, por tanto, hubiera dado exactamente lo mismo si no se hubiera llevado a cabo.
En nuestro país, con los datos estadísticos oficiales absolutamente maquillados por el gobierno y sus adláteres (véanse los emanados del INE, CIS, Banco de España, los datos de empleo o de paro, índice de inflación o coste de la vida, etc.), extraídos en general cuando la coyuntura favorece a los intereses gubernamentales y no tomando en cuenta la evolución de las series históricas de los últimos años (sensiblemente alteradas en estos seis últimos, coincidentes con periódo Sánchez), para poder estudiar con ciertas garantías cuales son los posibles escenarios que van a tener que afrontarse en un futuro inmediato, cualquier informe que parta de ahí, ha de ponerse en duda. Por eso son los centros de estudios económicos y sociales de bancos y entidades independientes los únicos que ofrecen cierta seriedad en estos empeños.
También por esa misma causa, y más allá de la coincidencia o no con el informe que Mario Draghi (presidente del BCE entre 2011 y 2019, y primer ministro de Italia en 2021 y 2022), presentó a principios de septiembre pasado ante los embajadores y los líderes de los grupos políticos del Parlamento Europeo, uno observa con la misma envidia que admiración la existencia de hombres de consenso como el Sr. Dragui a la hora de abordar con hondura y fiabilidad cuales son los posibles caminos a recorrer para construir la Europa del futuro.
Las líneas generales del Informe Dragui sobre ese futuro en el terreno de la competitividad han levantado todo tipo dereacciones , unas apuntando hacia la objetividad y el acierto del mismo, otras cuestionando tanto premisas como conclusiones del informe. Lo que casi nadie cuestiona, sin embargo, es la honestidad y la preparación del artífice de un estudio tan necesario como este en un momento clave de la historia europea.
Aunque hay aspectos declarados secretos en el informe, sí ha trascendido que en el mismo se subraya la “asimetría económica y geopolítica” que ha provocado la UE al abanderar ciertos principios como el exigente Pacto Verde que ha promovido Ursula von der Leyen y que ha colocado a Europa en franca y clara desventaja competitiva frente a mercados como el chino o el estadounidense, que han optado por normas mucho más relajadas para no dañar sectores estratégicos como el de la automoción o la agricultura y la ganadería.
En síntesis, el informe consta de seis apartados: de dónde venimos (es decir, una descripción de la situación actual), cuáles son los tres principales desafíos (el cierre del diferencial de innovación respecto a Estados Unidos, la compatibilización de descarbonización y competitividad y la mejora de la seguridad económica), y dos requisitos para lograrlo: más inversión y un refuerzo de la gobernanza europea.
Llama la atención la propuesta de que la UE dedique la nada desdeñable cifra de 500.000 millones de euros anuales a la transición energética y digital para asegurarse la competitividad en estos ámbitos.
Lo que a uno se le ha ocurrido pensar -y sin haber llegado aún a conclusión alguna-, es si en España habría o no un hombre o mujer de consenso, si a nuestras instituciones se les ocurriese pensar en la elaboración de un informe similar pero restringido al ámbito nacional español. Pienso en alguno de los expresidentes o exvicepresidentes de gobiernos anteriores, incluso en algún exministro, y no me sale la ecuación. ¿De verdad que no seríamos capaces entre todos (partidos políticos, organizaciones sociales, empresariales, culturales, etc.), de encontrar un nombre de consenso con suficiente autoridad intelectual, ética y reconocimiento general para poder llevarlo a cabo? Si no es así, y hoy por hoy se nos antoja una empresa casi imposible, el futuro de nuestro país está asegurado: el caos, la catástrofe.