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Ciegos

martes 09 de julio de 2024, 10:39h

Dice el viejo aserto que “en todas partes cuecen habas”, lo cual tampoco es que consuele mucho porque nunca he entendido muy bien a quién se contenta, como el sabio que cita Calderón en La vida es sueño, recogiendo las hierbas que iban cayéndosele a otro sabio al que seguía. Y traigo esto a colación de ese combate dialéctico entre dos representantes del “edadismo al poder” que hemos podido presenciar hace solo unos días. Los dos púgiles a los que me refiero no son otros que el expresidente y candidato republicano a la Casa Blanca, Donald Trump y el actual presidente norteamericano, Joe Biden, que aspira a ser reelegido en las elecciones del próximo mes de noviembre.

Confieso que he necesitado varios días frotándome los ojos, duchándome en agua fría y pellizcándome las mejillas para convencerme de que el espectáculo que brindaron los dos políticos estadounidenses en su primer cara a cara electoral era real y no un episodio de autoficción al que los teatreros nos sometemos últimamente con más frecuencia de la deseable. No, era cierto, tan real como que ahora mismo estoy tecleando unas palabras que intenten explicarme y explicarle lo vivido.

Al día siguiente del duelo entre esos dos hombres cuyas edades sumadas (más de 160 años), suponen más de dos tercios del tiempo que Estados Unidos es una realidad en el panorama geopolítico mundial, el diario El País salía a la calle refiriéndose al evento como el mundo en vilo ante la vuelta de Trump”. Esa era solo una apreciación parcial del asunto porque frente a las más de 20 mentiras lanzadas en el debate por el expresidente populista Trump, enfrente pudo ver todo el mundo a un presidente en ejercicio, Joe Biden, en pleno e irreversible proceso de degeneración intelectual, probablemente más próxima a la demencia senil que a otra cosa.

En las filas del Partido Demócrata USA ha surgido la alarma, y a menos de seis meses de las elecciones. No sé muy bien por qué pues los síntomas no son nuevos. Biden ha sufrido públicamente varios despistes, pequeños desvanecimientos y lapsus con mayor frecuencia de la esperada en los dos últimos años y en un hombre que atesora bajo sus manos el poder político y militar, de uno de los países más poderosos del mundo (con China enfrente uno ya no se atreve a señalarlo como el todopoderoso).

Tampoco sé muy bien qué derroteros tomará internamente el proceso de sustitución de última hora del presidente Biden como candidato del Partido Demócrata, pero creo que éste, tiene bien merecido el resultado final que vaya a haber, porque no es de recibo que todo un partido no haya sabido arbitrar los mecanismos internos necesarios para descubrir un líder alternativo al ya decrépito Biden porque, probablemente, a nadie más que al propio Partido Demócrata va a ser más achacable la responsabilidad de que un loco, populista, imprevisible, amoral, mentiroso y déspota como Donal Trump se le vayan a poner las cosas tan fáciles como se le ponían las bolas de billar a Fernando VII para que nunca el monarca perdiera la partida. Repito, más que el Partido Republicano, rendido a los pies de Trump, va a ser el Demócrata quien aúpe al expresidente a ocupar nuevamente el sillón de la Casa Blanca.

Y, de paso y entre tanto, uno se echa a temblar al comprobar en vivo y en directo en manos de quién está la posibilidad de apretar el botón rojo que pueda poner en marcha el lanzamiento de misiles de todo tamaño y potencia para mandar 100 veces al carajo todo el planeta Tierra y a sus más de 8.000 millones de habitantes.

Es verdad que, en un terreno más doméstico, el de la piel de toro, y desoyendo voces más que autorizadas del viejo PSOE (González, Guerra, Redondo, Molina, Corcuera, Leguina…), el partido del gobierno español no quiere, no sabe o no puede, darse cuenta del polvorín que su secretario general y presidente del gobierno, Pedro Sánchez, viene sometiendo al partido centenario y al mismo país, poniendo su permanencia en la Moncloa en manos de nacionalistas, independentistas y radicales de todo orden. Me dirá que no son situaciones comparables la de Estados Unidos y España, pero yo le digo que sí, que, en uno y otro lado del Atlántico, ahora, y siempre, por los siglos de los siglos, no hay más ciego que quién no quiere ver. Arrieritos somos y en el camino nos encontraremos.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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