El Ayuntamiento socialista de Granollers (Barcelona), sí que tiene visión de futuro. Planifica estratégicamente. ¿Qué es lo que mejor les podría venir a nuestros adolescentes y jóvenes de hoy, los hombres y mujeres del mañana? ¡Está clarísimo: un taller para que aprendan a fabricar cócteles Molotov! Y pensado y hecho.
Los chicos y chicas de Granollers, convenientemente entrenados (quiero decir adoctrinados), en la incitación al odio a través de la manipulación más abyecta, ya saben cómo enfrentarse a su policía y, llegado el caso, al invasor, al enemigo… Su “formación”, ha sido a cargo del erario público ya que a los organizadores del pedagógico taller les han caído 65.000€ del ala en los últimos cuatro años.
Supongo que ahora los chicos habrán hecho un hueco de honor en sus cuartos para colocar el diploma conseguido en ese taller, que se presentaba en el programa de las fiestas locales como una «introducción a las principales herramientas técnico-tácticas para una estrategia subversiva».
Jueguecitos como ese, y como los cientos de videojuegos que, sin llegar a la praxis, transitan por los mismos recovecos mentales profundos, buscan la deshumanización del adversario (¡Y no digamos ya del enemigo!), con el único objeto de que los jugadores no tengan problema de conciencia alguno si con esos cócteles de última generación, se acaban llevando la vida de algún mosso, y si se trata de un policía nacional o guardia civil, mucho mejor.
En este último caso, seguro que el ayuntamiento catalán ya tiene reservadas unas cuantas calles de futura construcción para ir dedicándoselas a los nuevos héroes nacionalistas de la butifarra.
Lo peor no es siquiera la existencia de talleres como este. Mucho más aún es que, probablemente, aquí no dimita ni el conserje que habrá tenido que abrirles las dependencias municipales para que alumnos y profes pudieran llevar a cabo el taller con las mínimas comodidades y la experiencia haya podido ser verdaderamente emocionante, duradera y hasta acorde a lo proclamado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que eso siempre se cita en toda actividad progresista que se precie.
Al fin y al cabo, lo único que han hecho es un entrenamiento para el llamado terrorismo de baja intensidad, el que más tarde o más temprano puede desembocar en el tiro en la nuca o en la bomba en los bajos del coche del “objetivo” a batir.
Todo sea por la ideología, por ese odio inoculado a fuego lento que anula el pensamiento y hace hervir la obediencia ciega de los jóvenes cachorros al líder supremo. Propongo al alcalde de Granollers como ilustre instructor de guerra de guerrillas adscrito a alguna sección de la ONU para que aquellos chupatintas y chupasangres sepan lo que es pasar de la teoría a la práctica.
Terrorismo fascista
Luego, claro, quienes como el que suscribe, ya metido de cabeza en la sesentena, ha pasado alguna semana de su vida en algún grupo de boy scouts o en campamento de la OJE (Organización Juvenil Española), como única vía que los padres de clase media baja, o directamente baja, de la época franquista tenían para proporcionar algún tipo de vacación a sus hijos, esté ya indefectiblemente marcado como asqueroso fascista.
Da igual haber sido , o no, detenido más tarde, en la universidad, por la policía franquista o haber pasado algunas noches en el calabozo. Da igual. Se ponga como se ponga, este sujeto ya es un fascista de libro.
Y eso que lo peor que pude haber aprendido en algunos de los múltiples talleres impartidos en aquella organización juvenil que seguro que atendió a más del 70% de los niños de la época, podía ser un cursillo de hacer diversos tipos de nudos: nudo ocho, ballestrinque, marinero, del ahorcado, mariposa, pescador, prusik, as de guía… Como puede verse, todo un conjunto de gilipolleces de las que, quizás, únicamente se salve la del nudo del ahorcado que, en los tiempos que corren, en dónde uno es el dueño absoluto de su vida (caiga quién caiga), y por tanto con perfecto derecho para acabar también con ella cuándo, cómo y dónde le venga en gana, así no tiene que recurrir a terceros para llevar a cabo su propósito. Una cuerda y una silla son elementos suficientes y al alcance de cualquiera para llevar a buen término la voluntad.
En fin, que, volviendo al origen del artículo, está claro que esta del adoctrinamiento en la guerrilla urbana y la fabricación de cócteles molotov debe de ser la primera fase del camino hacia la reconciliación que con tanta vehemencia y bondad de monje benedictino vienen predicando Pedro Sánchez y sus socios de la izquierda y el nacionalismo catalanes. Como en las Olimpiadas, en las que Barcelona tiene ya una experiencia demostrada, se trata de llegar más alto, más fuerte y más rápido a la independencia, incluso aunque la reconciliación con la otra mitad de los catalanes se quede en el camino. Un camino, el de aprender a combatir a las fuerzas del orden, no sé si será de verdad el más corto. Quiero decir más allá de los objetivos marcados por el taller (mossos, policía, guardia civil…), que, si dan de lleno en ellos, seguro que suben directos al cielo.