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Bulos

martes 21 de mayo de 2024, 08:33h

Febrero de 2008. Iñaki Gabilondo acaba de entrevistar a José Luis Rodríguez Zapatero en Cuatro TV sin poner al entonces secretario general del PSOE en graves aprietos. Una vez concluida la entrevista, y ya sin la tensión del directo, el presentador pregunta a su invitado, ante la inminencia de unas nuevas elecciones, qué tal van las encuestas, a lo que Zapatero responde que “Nos conviene que haya tensión". Todo el mundo pudo escuchar la frase porque el micrófono del estudio no se había cerrado.

Sánchez, el más aventajado discípulo del prestidigitador Zapatero tomó buena nota de la estrategia y la aplicaría magistralmente, y durante años, antes incluso de ganar la moción de censura a Rajoy en aquella histórica sesión de 2018 en el Congreso de los Diputados. Ya había comprobado, y con excelentes resultados, que hay que convencer a la audiencia (compañeros de partido o ciudadanos biempensantes, da igual), de que existen ciertos contextos adversos, incluso peligrosos, pero no os preocupéis porque aquí estoy yo para salvaros. Funcionó para alcanzar la secretaría del partido en un segundo intento, funcionó también para alcanzar la presidencia del gobierno, y ya vemos que hasta se ha constituido todo un laboratorio de bulos desde Moncloa a los que sacarles permanentemente el máximo rédito ante la opinión pública.

Vamos a detenernos sólo en unos cuantos, porque perseguir aquí la totalidad en estos años de gobierno sanchista es tarea imposible en apenas dos o tres folios. Esa es más una cuestión de tesis doctoral que estoy seguro de que podremos leer en cuanto el ‘puto amo’ (en la que supongo involuntaria pero acertadísima definición del ministro Puente), haya abandonado la moqueta y el BOE y, consecuentemente y si es que para entonces no ha terminado ya con la España que conocemos, alguien se presta a concluir tan ardua, laboriosa y necesaria tarea.

Nos viene bombardeando el señor presidente durante los últimos meses con dos conceptos que, a fuer de reiterados, ya tiene media España incorporados a su léxico diario. Son bulo y fango. Por supuesto que ambos los atribuye a agentes externos al gobierno y al partido que lo sustenta y que, por tanto, sólo pueden ser obra de la derecha, la ultraderecha y la fachosfera, que es cómo engloba a estas corrientes políticas y a todos aquellos que osan dudar de toda verdad emanada de la Moncloa, infalible siempre en cuestión de política del mismo modo que el Papa Francisco acierta siempre de pleno en lo tocante a la moral católica.

Cuando Sánchez y los suyos hablan de “bulos”, no se están refiriendo a lo que en comunicación se llama “desinformación”, que es lo mismo que decir “falta de información” o “presentación errónea de hechos” con el fin de ejercer una influencia sobre la opinión pública. No, para la bulosfera sanchista y de sus satélites acomodados en el poder, bulo es todo aquello que no concuerde con sus tesis, que las discuta, las critique o, sencillamente, las ponga en duda. Por eso en Moncloa el filósofo francés René Descartes debe de ser considerado persona non grata, por haber universalizado el principio de la duda sistemática como principio del conocimiento.

En consecuencia, la elaboración o la fábrica permanente de esa desinformación -o bulos-, sería lo que formaría ese “lodo” en el que tan bien se mueve el señor presidente, eso sí, atribuyéndoselo siempre a los demás. Lo que pasa es que quienes no se chupan el dedo piensan de forma bien distinta. Por ejemplo, Soraya Rodríguez, eurodiputada del Parlamento Europeo y excompañera de filas de Sánchez, le dedicaba hace unos días un artículo que titulaba El bulo eres tú presidente (El Independiente, 04/05/2024), en el que el supremo líder no salía precisamente muy bien parado.

No sólo el presidente sino todo su gobierno insiste hasta la saciedad en proclamar que somos los campeones europeos del empleo (pelillos a la mar con esos fijos discontinuos que tanto juego dan a las cifras estadísticas….), la deuda (que, en realidad, nos está empobreciendo más y más cada día), o la atención a la exclusión (parece promocionar más la subvención que el trabajo remunerado), para dar una imagen eufórica de la economía que, generalmente, y a renglón seguido se encargan de desmentir organismos que van desde los centros de estudios económicos, el Banco de España , la propia Eurostad o la OCDE.

Pero, como digo, el Gobierno (erre que erre), no deja de lanzar consignas propagandísticas que desembocan continuamente en una euforia económica que no comparten estudiosos de la economía, ni empresarios, ni autónomos, cada día más sujetos a las veleidades de la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, la maga del salario mínimo (SMI), que incrementa por cuenta propia, o con el beneplácito de los sindicatos, pero sin contar para nada con quienes finalmente han de satisfacerlo sin contrapartida alguna en forma de productividad por parte de los trabajadores, como sería razonable exigir. De crítica o autocrítica no se le puede ni hablar, entre otras cosas, porque ya han institucionalizado (con la necesaria y vergonzosa actitud sumisa de los medios nacionales), las ruedas de prensa sin preguntas o, en el mejor de los casos, con preguntas formuladas siempre por los representantes de los medios “amigos”., o “del régimen”,

Y así seguimos día tras día, escuchando cómo el gobierno acusa a la oposición de los errores y los abusos propios, y contestando con el “y tú más…” A la oposición y a todo aquel que denuncie la actividad económica paralela de Begoña Gómez (no sé si legal, pero sí al menos éticamente reprobable), o la del hermano de Pedro Sánchez, David, en la Diputación de Badajoz, o las posibles implicaciones de la señora Armengol o del ministro Torres en las compras durante la pandemia de material sanitario a empresas vinculadas con Koldo García, el asesor entonces del ministro Ábalos, a precios desorbitados, muy por encima de los de mercado en aquel momento.

También, y entre otros récords, el melodramático presidente enamorado tiene el de haber alcanzado el campeonato histórico de los bulos. Provoca, acusa, se indigna y se ofende por las mismas cosas que él mismo y su legión de plumillas contratados ad hoc para la causa progresista y antifascista generan, construyen, afinan, crean, difunden y, a posteriori, se escandalizan tras acusar sistemáticamente a la derecha y a la extrema derecha nacionales de haberlos lanzado por las redes o a través de esas “páginas webs”, como llaman despectivamente a los periódicos digitales no afectos a la causa sanchista.

Aquí, en definitiva, de lo que se trata es de decir mentiras, o verdades a medias (que aún son peores que las primeras), o directamente falsedades por aquello de “calumnia que algo queda”, o por eso otro que tan eficazmente utilizó Goewbbels en ayuda de su puto amo Hitler de que un cargamento de mentiras acaba por constituirse en una verdad irrefutable o casi. Y así puede acabar siendo si no recurrimos constantemente a la práctica de la duda cartesiana, a no dar por cierto nada que provenga de las proximidades del poder. Un poder que parece haberse adueñado de la consigna de Zapatero de que, ante la debilidad del gobierno, siempre sujeto por salva sea la parte, por sus aliados nacionalistas y ante la permanente inminencia de unas nuevas elecciones, “Nos conviene que haya tensión". ¿Y qué mejor que la fabricación de bulos para conseguirla?

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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