Ya vemos que en Moncloa da lo mismo gobernar con Presupuestos Generales del Estado (PGE) para este año y sucesivos que sin ellos, pendientes permanentemente de los caprichos del xenófobo y racista fugado de Waterloo. Y que extramuros del PSOE cada vez cuela menos que unos (los defensores del sanchismo), puedan pactar con la extrema derecha de Junts incluso más allá de los límites marcados en la Constitución, mientras que a la derecha del PP se le niegue el pan y la sal porque -como ha sucedido en Valencia–, hayan sido capaces de pactar también con la extrema derecha de Vox. Ese doble rasero ya no cuela ni entre los más cafeteros sanchistas.
Pero si eso sucede extramuros de la Moncloa, en el seno del gobierno las cosas no están mejor porque la vicepresidenta roja, Yolanda Díaz, ya ha visto que si no marca distancias claras con Sánchez en todo lo relativo a la política de defensa (incluído el papel de España en la OTAN y en otros compromisos internacionales que molesten en Moscú), en la política migratoria y en la fiscal, los días de Sumar están contados porque a los otrora hermanos de Podemos (Ione Belarra, Irene Montero y compañía) les faltará tiempo para ponerse por delante en los sondeos electorales con esas banderas que , sin duda, marcarán la línea progresista en los próximos meses y en este país.
Y, por si sólo esta prueba de que la estructura del gobierno en minoría del PSOE ha entrado ya en clara e irreversible descomposición, en el ámbito internacional, cada día Pedro Sánchez cuenta menos. Dentro y fuera de Europa. Dentro, porque allí no cuela que esta atmósfera prebélica que está marcándose claramente con los más que inquietantes movimientos de Trump al otro lado del Atlántico, y de Putin por la franja este del continente europeo para determinar el final de la guerra con Ucrania del zar ruso, intranquilizará más aún hasta a los pocos biempensantes ciudadanos europeos que van quedando. Y más allá de Europa y lo que queda de la OTAN, porque ese nuevo acercamiento del presidente del gobierno español al todopoderoso Xi Jimping, presidente de China, anunciado ya para el mes de abril, aún pone más en guardia tanto a Trump como a buena parte de la Europa de los 27 , seguramente incluyendo al presidente del Consejo Europeo y a la presidenta de la Comisión, Antonio Costa y Ursula von der Leyen, respectivamente.
No ha gustado mucho en Bruselas que al siempre cambiante , sinuoso y campeón del mundo en trocar sus opiniones, Pedro Sánchez, haya pretendido redenominar lo que a todas luces es una necesidad contra reloj para Europa, el ‘rearme’, y éste pretenda ahora cambiarlo con denominaciones naif y buenistas: léase, por ejemplo, el concepto que lo sustituiría, ’salto tecnológico’, un término que –como dicen en mi pueblo–, lo dice todo y no dice nada, o lo que es lo mismo que más parece apuntar a dotar a todos los ciudadanos españoles con un mando universal de videojuegos , acompañado de una rosa y un clavel, materiales inequívocamente eficaces frente a esas ojivas nucleares que Putin dijo estar dispuesto a lanzar contra capitales tan lejanas de Moscú como Londres, París, Roma o Madrid.
Sabemos que (estoy seguro de que la legión de asesores monclovitas sabrán perdonar la inocente utilización del término…), sumarse a esta necesaria carrera armamentística que Europa tiene que emprender contra reloj, no es nada útil a los siempre presentes cálculos electorales de Sánchez. Pero, amigo, la política es así de torticera y cambiante, y lo que hay que hacer ahora (adquirir o fabricar misiles y drones a mansalva), no puede dejarse para mañana , así es que el dilema para el ciudadano español es si se une al resto de Europa ampliando el porcentaje del PIB (en realidad , casi triplicándolo)para dedicarlo a políticas de defensa y seguridad , o seguimos soñando con ese mundo Disney y happy flowers en el que parece vivir el presidente y su fiel siervo Albares, el peor ministro de Exteriores que ha tenido España al menos desde la época de Fernando VII.
Entre tanto, claro está, y dado que los vientos vienen de popa, lo más oportuno es profundizar en esa política energética verde que prima al viento y al sol como fuentes insustituibles y superecológicas , y abandonar la nuclear porque la profusión de plantas energéticas de este tipo es alentar al diablo a seguir en su afán neocapitalista y liberal de abaratar el precio de la luz y del gas, y parece ser que es mucho mejor depender de terceros países que puedan subirnos los precios a su libre albedrío, que tratar de autoabastecernos con energías también limpias como la nuclear.
Si Trump -gobernante proactivo donde los haya- ha dado la vuelta a la geopolítica mundial en apenas dos meses de su nuevo mandato, Sánchez está haciendo otro tanto , aunque a paso más lento y callado, con el entramado político nacional e internacional, institucional y económico españoles, para hacer realidad un día aquello que alguien que ahora no puede ni ver al presidente socialista del gobierno, Alfonso Guerra, dijera inocentemente: “a España no la va a conocer ni la madre que la parió”. Estamos en ello, don Alfonso, y ya a un tris de hacerse realidad aquella voluntad expresada por usted que –no albergo ninguna duda al respecto–, seguramente habría discurrido por caminos bien distintos a los actuales.