Cada día se dan en cada rincón del mundo ejemplos de compromiso ciudadano de personas que demuestran una valentía y una generosidad que superan la media y que son capaces de enfrentar riesgos personales muy graves.
La mayoría de las actuaciones que sobrepasan las obligaciones normales que debemos asumir como habitantes en una comunidad que precisa del trabajo y apoyo de todos sus componentes, más allá de los impuestos imprescindibles para el buen funcionamiento de las instituciones y la prestación de los servicios públicos necesarios y del respeto a las leyes y a las normas elementales de respeto y convivencia, se quedan en el anonimato y se guardan en privado con cierto pudor hacia la notoriedad pública y la publicidad en medios de comunicación. Son miles los héroes en cualquier lugar del mundo que, ante una situación crítica, reaccionan para proteger y ayudar a quien lo necesita, aunque no tengan una obligación directa de hacerlo. Incluso los funcionarios públicos que tienen entre sus obligaciones asumir grandes riesgos, como policías, militares o bomberos no dudan en arriesgarse para salvar la vida a quien lo necesita.
En estos tiempos, hay que reconocer el valor de aquellas personas que se enfrentan al riesgo de recibir varios tiros en la cabeza, ser asesinados, por la necesidad imperiosa de evitar que el mal triunfe y siga imperando. Personas que ponen su compromiso personal al servicio de la comunidad en la que viven aún a riesgo de que les pueda ocurrir lo mismo que a su compañero y amigo Fernando Villavicencio. Hablamos de Ecuador donde la celebración de elecciones presidenciales ha estado marcada por el asesinato de varios candidatos políticos, regionales y nacionales. El más conocido por su trascendencia al ser un candidato presidencial es el de Fernando Villavicencio. Su lugar no quedó vacío porque otro miembro de su partido, Christian Zurita, recogió el testigo a pesar del riesgo de recibir también un balazo en la cabeza. Sin tiempo para hacer campaña, Zurita utilizó un casco y chaleco antibalas en sus escasos actos electorales.
Los narcoterroristas y los sicarios que aprietan el gatillo no tienen escrúpulos, corrompen todo lo que tocan, el consumo les proporciona miles de millones de dólares y la opción de disponer de armas mejores y más modernas que la propia policía y fuerzas de seguridad de los países donde actúan. Con todas las diferencias y contextos evidentes, España sufrió durante muchos años la pesadilla y el chantaje terroristas. Muchas personas concienciadas del PP y del PSOE dieron el paso de sustituir en las listas electorales y en el día a día a sus amigos y compañeros asesinados. Ese coraje dio sus frutos, aunque ahora se pretenda imponer otra historia. Lo que es evidente e imprescindible es el compromiso, el valor y la defensa de unos valores y unos principios básicos para poder lograr y mantener un estado de derecho, en paz y en libertad, una democracia donde no todo puede valer con tal de ejercer y manipular el poder.