La última sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados ha sido escenario del agotamiento del relato político de Pedro Sánchez. Ya no se trata de impulsar un discurso sobre su eventual buen gobierno, tampoco de demostrar que las acusaciones de corrupción gubernamental son falsas. Ahora el fundamento último de su defensa es señalar que el principal partido de la oposición también está cargado de casos de corrupción.
Siempre se ha dicho que el socorrido “¡y tu más” en el debate político es, en realidad, un bumerang argumental, porque en el fondo significa admitir que se comparte el pecado, aunque sea en un grado un poco menor. No obstante, es una vieja fórmula, muy carpetovetónica, instalada en la manera de discutir en este país. Lamentablemente, ha vuelto a ser utilizada por Pedro Sánchez como base principal de su defensa ante la cascada de acusaciones que le está lloviendo encima.
Hace unas semanas sugerí que el presidente de Gobierno había iniciado un velado suicidio político. Y algunas amistades me dijeron que estaba exagerando. El fondo de mi supuesto era que resulta muy difícil que se produzca una derrota electoral abultada de Sánchez mientras siga creciendo el cauce electoral de Vox. Es muy probable que antes se produzca un deterioro de su figura política, por una combinación de factores internos, de su círculo próximo, y externos, referidos a entidades que le adversan.
Pues bien, creo que ese proceso de deterioro ya se ha puesto en marcha. En el terreno político, Sánchez ya va, como dice el viejo aserto, cuesta abajo en la rodada. Ahora lo único que falta por saber es cual será la velocidad de la caída. Pero los detalles del descenso se multiplican. El último ha sido que, en la recepción del Rey por el pasado 12 de octubre, Pedro Sánchez, a diferencia de su tradicional costumbre, acudió sin su esposa, Begoña Gómez. Por supuesto, el detalle no pasó desapercibido en los medios.
La otra muestra de retroceso retórico de Sánchez se refiere al órdago que lanzó hace pocas semanas a la judicatura. Todo indica que sus asesores le han advertido que ese camino no presenta un buen destino. Así que, aunque hay gestos que son difícilmente reversibles, como la defensa numantina del Fiscal General, Sánchez ha bajado el tono respecto del supuesto lowfare del poder judicial y de la acusación de prevaricación de los jueces que se atreven a encausar a personas de su círculo próximo.
Así las cosas, el argumentario se ha ido reduciendo al señalamiento de los pecados de la oposición, mucho más que a subrayar las virtudes de su gobierno. La cuestión es que, ante la evidencia de ese deterioro, sus aliados comienzan a tomar distancia. Tanto entre las fuerzas políticas (Junts, Podemos, incluso SUMAR) como en el mundo de la empresa y los negocios. No es de extrañar que se acumulen progresivamente los casos de gente que quiere abandonar el barco.