Ya estamos en campaña. Parece que empezó hace un mes, pero antes todo era precampaña, porque no se confundan, hasta hoy no se podía pedir el voto directamente a los madrileños.
Nos van a bajar mucho los impuestos, y vamos a una jornada laboral de cuatro días, con la paga extra más alta de España para las pensiones no contributivas. A ello sumamos la contratación masiva de médicos, liberando la presión hospitalaria y sobre todo la de la atención primaria, y profesores que contribuirán a rebajar la ratio por alumno en la escuela pública. ¡Y no va más¡ Porque los mensajes son elemento clave en cualquier campaña electoral que se precie. También lo son el dinero y el activismo. Esta trilogía garantiza el éxito o fracaso de una campaña política como la que estamos inmersos.
Luego ya están las siglas y los candidatos naturalmente, pero escuchándoles, si esos mensajes se traducen en realidad, cualquier madrileño apostaría de salida por un gobierno de concentración con capacidad para ejecutar las promesas, que es realmente lo que necesitamos en un Madrid acorralado por la pandemia del Coronavirus y en proceso de ruina económica si la vacuna no lo remedia.
Ahora dos semanas por delante para oír, ver debates y “no callar” sino todo lo contrario, hablar en las urnas. La clave de la llave del futuro gobierno de esta autonomía es hoy un misterio. Las encuestas marcan tendencias, pero las urnas las carga un diablillo y no cojuelo, que por mucho que nos cuenten suele ser consecuente con lo que sea mejor para su futuro. Votaremos a quien queramos y gobernará quien gobierne. Dicen que Ayuso con Monasterio, o Gabilondo con Mónica García e Iglesias, pero lo cierto es que el partido está tan abierto que, una vez más, nosotros decidimos al margen de que nos quieran hacer bailar la Yenka…