El virus no ha muerto, sigue de parranda. Solo ha decaído el estado de alarma con su toque de queda, aunque la juerga nocturna refleje lo contrario.
La vacunación parece ya la única esperanza para evitar una nueva ola ...ante la oleada de irresponsables: “Hemos venido a emborracharnos la consecuencia nos da igual”. Tal es el incivismo injustificado que la Fiscal General toma cartas en el asunto.
Pero criminalizar a la juventud en general es tan injusto, como acertado que no existe la libertad sin responsabilidad. Y esta no es solo cosa de los ciudadanos, jóvenes o mayores, que también, sino de los gobiernos de turno. La ley de salud pública se ha podido reformar y no se ha hecho por ineptitud o falta de previsión. Una ley del año 86 que no está preparada jurídicamente, según los expertos, para sustituir a una inexistente ley de pandemias y menos al expirado estado de alarma. Ahora el Supremo tiene la palabra, y sentará jurisprudencia, pero antes miles de infectados y centenares de muertos.
El virus sigue vivo y de parranda, ni estaba ni está muerto. Los sanitarios lo saben y se desgañitan y empeñan cada día en sus trabajos. El gobierno dice ahora, como la Tarara, que si es necesario se modificará la ley y el PP que ahí está su mano tendida para hacerlo desde el inicio de la pandemia en curso. Y entretanto escucho que además Sánchez apoyará las peticiones del decreto de estado de alarma que hagan las autonomías, que es como seguir jugando a quién la lleva, no sea que el no del Supremo, suponga la vuelta al estado de alarma aplicado desde el Gobierno o en su caso la pérdida de votos de quien lo asuma desde las autonomías.
Por esto los ciudadanos nos preguntamos: ¿Quién va a poner el cascabel al gato?