Contrasta la serenidad de la presidenta Ayuso a la hora de plantear su legítimo deseo de presidir el PP madrileño y del propio alcalde Almeida a la hora de plantear un rotundo “no toca” con las manifestaciones de Aguirre y la dura réplica de García Egea. Algo de cierto hay en esta batalla popular por el partido en Madrid del daño que pueden llegar a provocar algunos asesores o cargos intermedios intoxicando, junto a la propia prensa al dictado a veces de intereses espurios.
Pero es innegable que hoy por hoy Ayuso es la única candidata que ha dado el paso públicamente y Casado lo sabía antes de invitar por sorpresa a Almeida a entrar en una carrera que no deseaba en absoluto y aún hoy prefiere evitar.
Ahora bien. Si el PP quiere volver a los errores del pasado y actuar en general como ¨niñatos” políticos será su problema, aunque ciertamente sería una nueva veta de “corrupción” la que le eliminaría de cualquier aspiración a futuro. Y así, burla burlando, crece la espiral dialéctica interna para regocijo de la oposición que huele réditos inmediatos. Nunca Almeida dijo a Ayuso, ni a Casado, que quería presidir el partido. Acaso apostar por la tercera vía con Ana Camíns a la cabeza.
Sin embargo, Ayuso si quiere presidir y si quiere controlar personalmente la que considera obligada renovación y lo que es para ella más importante los tiempos, que en política son decisivos, y Casado lo sabe. Romper el “ticket” sería un suicidio político hoy. Los “partners” lo saben.