Leo con espanto el relato de gente, casi siempre menor de 35 años, que cada vez con más ahínco se revuelve contra el sistema de pensiones o cualquier clase de subvención dada a la tercera edad. Es una bola atrapada en el esófago que podría provocar el colapso y, de no resolverse, terminar con el paciente muerto o ingresado en urgencias.
La barrera de precios para acceder a la vivienda, indispensable para fundar un hogar y el posterior desarrollo de las personas, está haciendo estragos entre la gente joven, es decir, en el grupo de quienes porcentualmente más lo necesitan.
En un interesante artículo publicado por el periodista Dani Domínguez en 'La Marea', en septiembre, se señalaba que entre enero y marzo de este 2004 sólo 4 de cada 10 adquisiciones de vivienda se habían hecho con hipoteca, o que entre 2008 y 2023, en Madrid, por ejemplo, casi el 60% de las nuevas adquisiciones de vivienda lo habían ejecutado sociedades (no particulares) con más de ocho bienes inmuebles a su nombre.
Que la gente menor de 35 años ataque a la gente mayor de 65, es el gran éxito de los mismos intereses que con el plácet de gobiernos acaparan la propiedad inmobiliaria, para dentro de un tiempo, acaparar el mercado de los planes de pensiones. En esencia y paralelo, es no tener cita disponible antes de dos semanas para tu médico de cabecera mientras te bombardean con publicidad de sanidad privada.
Europa se ha construido como uno de los pocos lugares en el mundo con un aceptable estado del bienestar. Si miramos al resto de continentes, la mayoría de la gente vive peor que nosotros. El asalto a los mercados “cautivos” o hiperregulados, como el de la sanidad, las pensiones, etc, consiste en reemplazar los derechos por “lógica de mercado”. En otras palabras, el “usted tiene derecho a..." por el “usted en función de sus ingresos puede optar a...".
La configuración del Estado como un conjunto de entidades privadas que acaparan el dinero de nuestros impuestos para dar servicio a los ciudadanos (sueño húmedo de multimillonarios dueños de esas mismas entidades) unido a la concentración de la riqueza en oligopolios, da como resultado la muerte de la democracia liberal tal y como la hemos concebido hasta la fecha, donde con independencia de a quién voten los ciudadanos, un pequeño número de grandes corporaciones serán quienes marquen las políticas de los gobiernos.
A este cóctel hay que sumar el clima de agitación premeditadamente provocado en redes sociales a través de constelaciones de bots y cuentas fantasma dedicadas a la desestabilización política. Enfrentar a la gente menor de 35 años con la mayor de 65, enfrentar a la gente por el color de piel o lugar de nacimiento, enfrentar a la gente por su sexualidad... en resumen, enfrentar a la gente entre sí para que no se enfrente a ningún oligopolio, fondo de inversión, o gran multinacional.
La vivienda, un derecho recogido en la constitución y al mismo tiempo un bien de mercado, es sencillamente el lugar más vulnerable por el que iniciar el asalto a los derechos que tenemos todos como ciudadanos, y de no solucionarse y tapar la brecha, amenaza con convertirse en la bola atascada en el esófago que provoque el fallecimiento o ingreso en UCI, durante décadas, de la democracia tal y como la conocemos.