El momento de mayor esplendor de toda sociedad es siempre el punto previo al comienzo de su decadencia. “Quien diría, allá, en lo alto de las gradas del coliseo, que el Imperio Romano se desmoronaría” es una frase usada una y otra vez por quienes nos advierten del colapso civilizatorio.
El cine y la literatura nos han regalado innumerables relatos trazados sobre esa línea. “La Fundación” de Isaac Asimov, nos cuenta cómo un imperio galáctico con capital en “Trantor” termina inevitablemente colapsando a consecuencia de su propia evolución. Trantor, nos explica Asimov, es un planeta entero dedicado a la administración imperial, urbanizado hasta el último metro cuadrado de interminables rascacielos al estilo de Nueva York. Un lugar que no produce nada, pero lo administra todo. A la sazón, y en su versión más pacata, podría ser Madrid.
Trantor, es el Corruscant (capital planetaria de la galaxia) que años más tarde se inventa George Lucas, en la saga Star Wars, para hablarnos de cómo un conflicto civil intencionadamente provocado con mentiras por una de las partes (El senador Palpatine y sus secuaces Sith, ocultos durante siglos) sirve de vehículo para terminar con la democracia de la República e instaurar “El Imperio”.
El conflicto inventado de nuestro tiempo son las “Fake news”. Las noticias falsas vertidas por infinidad de medios con clara intencionalidad política. Se suma a ellas, el lawfare de jueces díscolos con la democracia, empeñados en doblegar el poder ejecutivo a sus creencias e intereses basándose en esas mismas noticias falsas. De la misma factoría son los antivacunas y los “antiwoke”, en su mayoría, hombres de masculinidad frágil que ven una amenaza en la igualdad de derechos de la sociedad. Un ejemplo icónico serían periodistas y figuras del famoseo, ahítos a verter charleta sobre censura y cancelación, con total libertad, en horarios de máxima audiencia. La lista los fake se extiende por los renglones mediáticos convenientemente inclinada hacia los intereses de una élite social temerosa de que el prójimo la alcance en derechos.
La seña más destacable del Imperio, tanto en “La Fundación” como en “Star Wars” era el uso de la violencia como método para resolver cualquier debate, o más bien, para evitarlo. El Imperio, establece un orden social rígido y jerárquico, liquida la igualdad de oportunidades, reduce el Estado a una estructura militarizada, fabrica enormes cantidades de mano de obra sin derechos, en muchos casos, esclava, y es altamente rentable para las clases más pudientes; caciques locales e industriales que gozan de apoyo militar y carta blanca para ejercer su voluntad siempre que satisfagan las peticiones de la curia imperial. El Imperio, se parece mucho a la transformación que pretende para Argentina, Milei.
Tanto el Imperio de Star Wars, como el de “La Fundación” de Isaac Asimov, terminan sucumbiendo porque la escalada de abusos asciende progresivamente de la gente llana (más fácil de dominar) a cada vez personas con más capacidad de mando, al tiempo que impide resolver los abusos si no es con el uso del único vehículo que mantiene y articula las dictaduras, -la violencia - lo que lleva, en la Guerra de las Galaxias, al conflicto civil narrado en los episodios IV, V, y VI, entre “La Alianza Rebelde” y “El Imperio”, y a terribles ataques terroristas e insurrecciones en el caso de “La Fundación” de Isaac Asimov.
Que Milei corre un alto riesgo de terminar como Mussolini es tan incuestionable como lo son los intereses de quienes le regalaron el retrato, el viernes por la noche, en el Casino de Madrid.
Las mismas personas que narran a la juventud el relato bíblico de cómo padres y abuelos salieron adelante y progresaron en el pasado, son las que, defendiendo sus intereses de propietarios, impiden a esa misma juventud el desarrollo de su proyecto vital.
Podría parecer lógico que la exaltación de las libertades individuales termine en conflicto con “El Estado”. Sin embargo, la exacerbación de “la libertad individual” alimentada por la extrema derecha (que no es más que el artefacto político interesado de las clases dominantes) tarde o temprano colisiona con el estado autoritario basado en el militarismo que necesita para gobernar. Atacar los derechos LGTBI, o el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo, es atacar la libertad individual a elegir a quién amar, o qué tipo de vida quieres llevar.
Dicho de otra manera: engañar a la gente para alimentar un conflicto civil, sirvió a Palpatine para hacerse con el control político, y a caciques e industriales, para amasar poder y enormes cantidades de dinero. Sin embargo, el uso de la fuerza necesario para la expansión del Imperio, en su momento de mayor esplendor, llevó a la construcción de la Estrella de la Muerte, un arma terrible que lejos de disuadir a otros sistemas de rebelarse, incentivó la colaboración con la Alianza Rebelde ante la amenaza de ser eliminados.
Aunque estemos en los días del engaño, y parezca que la derecha más reaccionaria recupera el control de la sociedad, en su propio auge se encuentran los orígenes de su final.