La propuesta de Donald Trump de "limpiar" Gaza, trasladando a más de un millón de palestinos a Egipto y Jordania, ha generado una ola de críticas internacionales, calificándola como un intento de **limpieza étnica** y una "segunda Nakba" . Sin embargo, tras esta controvertida iniciativa subyacen objetivos estratégicos que buscan consolidar el poder económico y militar de Estados Unidos en Oriente Medio, mientras se debilita la influencia de actores rivales como Rusia y se reconfigura el equilibrio regional. A continuación, se desglosan las dimensiones clave de este plan.
- Control Militar y Geoestratégico: Una Base en el "Corazón del Mundo
Trump ha propuesto que Estados Unidos "tome posesión" de Gaza para convertirla en una "Riviera de Oriente Medio", un proyecto que incluiría la construcción de infraestructura militar y económica bajo supervisión estadounidense . Esta visión no solo busca establecer una base estratégica cerca del Canal de Suez —una ruta crítica para el comercio global y el transporte de energía—, sino también consolidar la presencia militar de EE.UU. en el Mediterráneo oriental.
La ubicación de Gaza es clave para proyectar poder hacia regiones inestables como el norte de África, el Levante y el Golfo Pérsico. Además, facilitaría la coordinación con Israel, cuyo gobierno de extrema derecha ha celebrado la idea como un medio para neutralizar a Hamás y expandir asentamientos judíos en la Franja. Esta alianza refuerza a los sectores ultranacionalistas israelíes, que históricamente han promovido la anexión de territorios palestinos bajo la narrativa del "Gran Israel”.
- Expropiación de Recursos Energéticos: El Gas Natural como Botín
Uno de los motores menos visibles del plan de Trump es el control de las reservas de gas natural en aguas de Gaza e Israel. Según informes, estas reservas podrían generar billones de dólares y convertirse en una alternativa clave para Europa, que busca reducir su dependencia del gas ruso.
-Campos Marítimos: Gaza posee el campo gasístico de Gaza Marine, descubierto en 2000 pero bloqueado por conflictos políticos y de seguridad. Israel, por su parte, explota activamente campos como Leviathan y Tamar, cuyos derechos de exploración han sido concedidos a empresas como Chevron y ENI.
- Eliminar Obstáculos: La presencia de palestinos en Gaza se percibe como un impedimento para desarrollar estos recursos, dado el riesgo de sabotajes o interferencias de grupos como Hamás. Su desplazamiento permitiría a EE.UU. e Israel explotar el gas sin restricciones, canalizando ganancias hacia la reconstrucción de la Franja bajo control estadounidense .
Este enfoque se alinea con la estrategia de Trump de desplazar a Rusia como proveedor energético de Europa, fortaleciendo la influencia económica y política de Washington sobre la UE.
- Reconfiguración del Poder en Europa: Sumisión Energética y Política
El control del gas del Mediterráneo oriental no solo beneficiaría a EE.UU., sino que también reforzaría la dependencia europea de sus aliados. Al promover infraestructuras como el Qatar-Turquía Pipeline o proyectos libios, Trump busca crear una red de suministro alternativo a Rusia, lo que debilitaría a Moscú y aumentaría el poder de negociación estadounidense sobre la UE.
Además, gobiernos europeos aliados de Trump —como los de Italia, Francia, Hungría o España— podrían apoyar esta agenda a cambio de beneficios políticos o económicos, consolidando un eje transatlántico que prioriza los intereses de Washington sobre la autonomía europea . Esto explicaría la pasividad de la UE ante las violaciones de derechos humanos en Gaza, priorizando la "estabilidad" energética sobre la justicia internacional. A esto debemos sumar otra reflexión y es que las extremas derechas europeas aliadas a los EEUU y el sionismo son meros comparsas vendidos a los intereses de Trump y traidoras a sus pueblos, cosa que de otra forma igualmente podemos decir de los gobiernos de la UE, una UE en crisis profunda y sin rumbo más allá de lo que le ordenan desde Washington.
- Implicaciones Humanitarias y Resistencia Regional
Aunque Trump enmarca su plan como una solución "humanitaria" para gazatíes que "viven en el infierno”, la realidad es que la mayoría de los palestinos se niegan a abandonar sus tierras, temiendo un exilio permanente. Países como Egipto y Jordania han rechazado la propuesta, advirtiendo que acoger refugiados desestabilizaría sus frágiles economías y equilibrios demográficos.
- Egipto: El presidente Al-Sisi rechaza albergar gazatíes por temor a infiltraciones de la Hermandad Musulmana, grupo vinculado a Hamás y considerado una amenaza para su régimen.
- Jordania: Con más de 2.4 millones de refugiados palestinos, otro éxodo pondría en riesgo la estabilidad de la monarquía hachemita, ya tensionada por protestas contra la cooperación con Israel.
La comunidad internacional, incluyendo la ONU, ha alertado que un desplazamiento forzado constituiría un crimen de guerra, mientras que la Liga Árabe lo ha tildado de "limpieza étnica”.
- Consecuencias a Largo Plazo: Un Nuevo Orden Colonial
El plan de Trump refleja una visión neocolonial donde el poder militar y económico prevalece sobre la autodeterminación de los pueblos. Al vaciar Gaza, no solo se borraría la identidad palestina, sino que se sentaría un precedente peligroso para otros territorios ocupados, como Cisjordania, donde la anexión israelí avanza rápidamente.
Mientras tanto, la UE enfrenta un dilema ético: ¿apoyar a EE.UU. en su lucha contra Rusia a costa de legitimar violaciones de derechos humanos, o defender el derecho internacional y arriesgarse a una crisis energética? Hasta ahora, la sumisión parece imponerse.
La verdadera intención de Trump en Gaza trasciende la retórica humanitaria. Lo del turismo y los hoteles de lujo es una burda maniobra de distracción. Es un cálculo frío para controlar recursos energéticos, fortalecer la hegemonía militar estadounidense y reconfigurar las alianzas globales en detrimento de Rusia y la autonomía europea.
Este plan, sin embargo, enfrenta obstáculos monumentales: la resistencia palestina, el rechazo árabe, las normas internacionales y la respuesta de la calle árabe, las resistencias de la zona en la propia Palestina, Líbano o Irán y las movilizaciones internacionales antiimperialistas. Su éxito no solo definiría el futuro de Oriente Medio, sino también el equilibrio de poder en el siglo XXI.