¿Quiénes y porque llaman, “fiestas”, a citas-reuniones más-menos numerosas de personas más-menos jóvenes que celebran esto o lo otro a base de desobediencias y a base de consumir peligrosos estimulantes-estupefacientes que suelen producir falsas alegrías y cuyos efectos secundarios perjudican directa-indirectamente al conjunto de la sociedad? ¿Quién puede-quiere participar-provocar en esos eventos tan costosos como viciosos-vidriosos?
La llegada del maligno Covid19, nos ha-han obligado a tomar una seria-serie de medidas-observaciones que han limitado-recortado la celebración de fiestas de toda índole-condición, porque los expertos creen, y nos hacen creer, que es la forma-fórmula de vencer al bicho con más rapidez-rotundidad. Es verdad, en los próximos días hará un año de esos tiras-aflojas. Un amplio sector de la población lo está pasando mal-muy mal económica, emocional y físicamente…otro sector minoritario-pudiente de la misma población, sobre todo echa de menos las ¿fiestas?
La palabra “fiesta”, como por ejemplo la palabra “democracia”, “libertad”, “revolución”, “vida”, etc., tiene múltiples acepciones-interpretaciones. Lo que para unos son fiestas permanentes… para otros son tránsitos, son giros impredecibles, -como diría María Zambrano-, porque los abusos-excesos rebasan la auténtica libertad-trasparencia colectiva-individual y en demasiadas ocasiones acaban en tragedias.
Llevamos muchos meses donde muchos fines de semana y en muchas localidades con y sin fronteras, según vemos en reportajes televisivos, se celebran fiestas donde los alcoholes y las drogas son tan abundantes como aberrantes.
¿Fiestas?, que también frecuentan clandestinamente personajes-personajillos más-menos conocidos que parecían ejemplares en sus ocupaciones-trabajos ejemplificadores… y solo son ejecutivillos-ejecutores del consumista negocio-ocio-vicio que el ultra capitalismo consuma, controla y cultiva.
Llamar fiestas a estas citas-reuniones donde todo es banal es un insulto a la gramática, a la inteligencia y a la luz-verdad más-menos intensa de la sabiduría.
Hacer en público o privado, lo que a uno le da gana cuando y como le da la gana, sin medir-pesar el daño que se puede causar a otro-otros es un atentado más-menos violento hacia sí mismo y hacia los demás… quemar contenedores, padres parados…
Las personas que necesitan fiestas casi permanentes para vivir… ni son alegres, ni son felices… solo son voluntarios moribundos prematuros en su paso-peso para y por la vida.
Celebrar fiestas privadas casi permanentes, en medio o rodeados de tantas desgracias públicas más-menos evitables es una falta de respeto a sí mismo y al prójimo. Es pecado mortal.
En una ocasión le preguntaron al célebre-extraordinario hombre-torero Santiago Martín “El Viti”…”el porqué de su semblante triste”.
-Yo no soy triste. Soy serio. La vida es asunto de asuntos muy serio… y jugársela en el ruedo ante un toro serio a la hora de la siesta es todavía más serio.
Es correcto, y necesario, celebrar fiestas colectivas, celebrar fiestas familiares, locales, nacionales, internacionales… por motivos contrastados-justificados.
Celebrar fiestas por imposición, por vencedores-vencidos efímeros, o por y para niñatos malcriados-educados son fiestecillas artificiales sin ton, sin son, y sin convicción.
Además de los santos, en esta hipócrita sociedad-suciedad contemporánea, cada día del año se celebra “la fiesta de…”; y las ganas de falsas fiestas hará que dentro de X lustros, cada hora del año será “la fiesta de…”. En efecto, multiplicaremos las fiestas por veinticuatro pero el aborregamiento-aburrimiento seguirá en vigor.
Para celebrar casi todas esas “chorradas más-menos festivas” conmigo que no cuenten. Y los chorras que celebran fiestas clandestinas-viciosas hay que enviarlos al talego y con sanción.
Estoy de cuentos sin cuentas, y sin auténticas fiestas, hasta el mismísimo caparazón.