El dispendio irracional del dinero hace que su uso se revierta, de alguna manera, contra de quien lo dilapida. Vale citar el caso del boxeador venezolano Vicente Paúl Rondón quien ganó el campeonato mundial de pesos medianos en 1971 ante el norteamericano Jimmy Dupree. Como sucede con todas las personas que adquieren riquezas súbitas, pero con poca capacidad para asimilarlas y administrarlas, se rodeó de un séquito que lo colmaba con todos los halagos. No obstante haber sentido en sus mejores momentos, aupado por sus lisonjeros, que el poder y el dinero en sus manos lo harían eterno e indestructible, y después de una vida llena de lujos y riquezas, terminó enclaustrado en la pobreza del barrio Santa Ana de Carapita. Allí murió a los 54 años, indigente, en medio de una gran tristeza, el 28 de diciembre de 1992.
¿A qué viene esa terrible referencia? Ciertamente no es lo mismo cuando la conducta autodestructiva lesiona sólo a su causante que cuando lo hace con toda una sociedad. Hitler, quien se sentía indestructible, pudo construir su proyecto sobre prejuicios que luego convirtió en sólidos clichés. Su egolatría enfermiza ocasionó decenas de millones de muertes; destruyó gran parte de Europa incluyendo "su Alemania". En nuestro país el autócrata pretende crear a nivel popular una idolatría por el canon soldadesco como orden divino; obviamente dirigido por él. Quiere convencernos de que las milicias revolucionarias recién creadas representan a los hombres nobles y dignos mientras "los otros" (la mayoría), que van por mal camino, son los resentidos. El mérito de los jóvenes, al igual que lo hacía Hitler, se mide por el grado de obediencia y reverencia: "asentir con la cabeza".
El síndrome del Yo enfermizo ha descompuesto a la República. El presidente está convencido de encarnar el sentimiento de todos los habitantes de la nación mientras destruye las instituciones cardinales, los servicios públicos y la empresa privada. Por su parte el yoísmo de la "oposición democrática" se vigoriza con esa huella enfermiza como política a seguir. Cada cual se considera el mejor y hasta indispensable para representar la emoción mayoritaria y confrontar la crisis producida por Chávez. Ese pelaje variopinto no ha interpretado el estremecimiento sufrido por la gente bajo este régimen. Tampoco que está obligado a abrir campos visuales desde perspectivas hasta ahora desacostumbradas y, por lo tanto, nuevas. Aunque parezca difícil, llegó la hora de saltar sobre la propia sombra; la de la vanidad personal.
Nos está costando reconocer la causa de los mecanismos de deformación a los que estamos sometidos mientras nos resulta más fácil desenmascarar los prejuicios sociales de los demás, sobre todo cuando no nos atañen.
Miguel Bahachille
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