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Después de la Quimera

Después de la Quimera

jueves 21 de agosto de 2008, 02:13h
A comienzos del mes de agosto se realizó el lanzamiento del libro “Después de la Quimera”, escrito por Ernesto Ottone, ex secretario de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, CEPAL, y el profesor de literatura y analista político, Sergio Muñoz. En el libro, los autores reflexionan sobre el Chile posterior a los años de la revolución política de fines de los 60. También analizan la llegada de Allende a La Moneda y el quiebre democrático, sus respectivos procesos revisionistas frente a la izquierda y el régimen soviético, se detienen en los aportes de los gobiernos de la Concertación y reivindican el reformismo y la necesidad de la democracia liberal.

Lejos de los rencores y arrepentimientos, aseguraron, "Después de la quimera" es un texto de fácil lectura que busca "interesar a los jóvenes y transmitir experiencias". A juicio de sus autores, el texto es una primera aproximación a la experiencia de la Concertación y plantea que las reformas  impulsadas por el oficialismo representan la única forma de avanzar en democracia.

Ambos son hijos de una estabilidad política, que llevaba muchos años ininterrumpidos de continuidad democrática y por lo tanto no conocieron las turbulencias políticas de comienzos del siglo XX, que consolidó al gobierno presidencialista. Crecieron en una época en el que la idea de los cambios flotaba en el aire  y sobre todo en los años 60, por la unión de distintas corrientes políticas, cuando “la cuestión social” adquiere una nueva fisonomía, llega a un objetivo común: la necesidad de un orden más justo que se mostraba como la utopía a conseguir. Esa conformidad, hizo que la idea de la Unidad Popular y de una victoria electoral los entusiasmara, con una coalición diversa que obligara al pluralismo.

Ellos consideraron a  Salvador Allende “como un  hombre de acción, un personaje complejo, con una temprana y fuerte vocación por impulsar los cambios sociales;  honesto, un verdadero amigo del pueblo en el mejor sentido del término. No fue un intelectual ni un teórico. Sus espacios naturales fueron la tribuna, el Parlamento, la actividad electoral en la calle. Su base de apoyo fue la gente modesta que confiaba en él. Actuó en una democracia plural, pero recibió una presión permanente para encabezar un salto revolucionario que necesariamente la clausuraría”.

Aprendieron dolorosamente que la democracia formal es  sustantiva y representa un bien precioso que había que cuidar. El exilio les entregó la mirada crítica a la propia ideología, que los hizo distanciarse de la antigua posición, revisar los antiguos fundamentos, reconociendo la equivocación de haber apoyado a una ideología tan dura como la que los había obligado a salir de Chile. En el exilio, les tocó presenciar la renovación progresista en Europa. Durante la década de los setenta se efectuaron cambios no violentos frente a las dictaduras de Grecia, España y Portugal, los que a pesar de ser distintos tuvieron el elemento común de los acuerdos pluralistas y democráticos. Eso les hizo desear lo mismo para Chile. Sin embargo, aún era temprano para ello.

A lo largo de todo el libro, el hilo que conduce sus reflexiones es el negociar, el transar, el pactar para conseguir objetivos a largo plazo. Durante el exilio, a los chilenos les quedó claro que sólo a través  de una resistencia amplia y democrática  se derrotaría a la dictadura, para lo cual era necesario conversar con todas las fuerzas democráticas de Chile. Ese empeño del exilio, se complementaba con la actividad que daban en Chile personalidades, grupos y partidos que no perdieron el norte histórico frente a la crueldad de la represión llegando a la conclusión, que  Chile sólo se recuperaría ganando espacios de libertad a la dictadura y reconquistando la democracia.

Referente al rol que jugo la Iglesia Católica en esos años, señalan que “preservó los valores humanistas de todos los tiempos y protegió el patrimonio republicano. Respecto de los derechos humanos, entregó una lección de consecuencia que no podemos olvidar. No cuesta tanto defender los derechos de quienes piensan como uno (eso podría llamarse compañerismo) pero la verdadera prueba de integridad es defender los derechos de quienes piensan distinto”.

El punto de partida de la Concertación fue que la DC y los partidos socialistas llegaran a la conclusión de que era posible enfrentar con éxito a la coalición pinochetista en su propio campo, con sus propias reglas en el plebiscito del 88, negociando las alternativas, pactando en las posiciones, transando ante las viejas diferencias, rencillas y rencores para lograr un solo gran objetivo: la recuperación de la democracia. Esto no implicó renunciar a sus diversos puntos de vista ni a sus valores morales ni nada que consideraran consustancial a sus personas, sino que a todo aquello que impidiera lograrlo.

Para los autores, “el núcleo de la transición de la dictadura a la democracia y la reorganización institucional que vino a continuación fue la maduración de un consenso compartido tácitamente por la inmensa mayoría: que se debía hacer todo lo posible para no repetir una  experiencia como la de la dictadura pinochetista y, al mismo tiempo, todo lo que esté a nuestro alcance para no reeditar una experiencia como la allendista”.

Es por eso la razón de las reformas graduales durante los 18 años de gobierno concertacionista, lo que, a muchos partidarios de la Concertación, molesta y por eso tienden a fijarse en las insuficiencias. Lo que se olvida es la caída profunda  en el ámbito social, cultural, institucional y moral en los años de Pinochet. Y, o se olvida o no se conoce el esfuerzo doloroso que tuvieron que hacer las  fuerzas de centroizquierda para asimilar las lecciones del pasado, en particular dejando a un lado las invocaciones anticapitalistas y asimilar los fundamentos sobre los cuales funciona la economía real.

“La ausencia de aprecio en las realizaciones de la Concertación se concentra en una izquierda nostálgica que sigue encerrada en una visión revolucionaria que, a falta de un pensamiento sistemático se nutre de emociones más bien confusas pero también se manifiesta en numerosos miembros o simpatizantes de la Concertación que no terminan de internalizar intelectual y sentimentalmente el camino de reformismo gradualista”.

Las reflexiones de los autores están lejos de los rencores y arrepentimientos y tienen como objetivo final traspasar esta experiencia dolorosa y rica a las nuevas generaciones, reflejando la historia humana de los últimos cuarenta años en Chile. En el texto se muestra que hay que desconfiar de los atajos y sí, caminar gradualmente negociando, transando, pactando, perdiendo algunas cosas, pero ganando en estabilidad democrática, en libertad,  justicia  y convivencia pacífica. 

Los autores concluyen que el peor error en que puede caer un ser humano es creer que todo lo que uno hace o dice es superior, y que se es capaz de superar todo lo que digan o hagan los demás sin necesitar la mirada o la opinión distinta. Toda la experiencia de sus vidas, aunque no les borró lo medular de sus sueños juveniles, les hizo ver que el mejor camino era la modestia.

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Loreto Soler
Periodista
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