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Un viaje sencillo a la buena mesa griega

Un viaje sencillo a la buena mesa griega

martes 05 de agosto de 2008, 13:36h
Para llegar a probar auténtica cocina griega, elaborada con materia prima recién recolectada y casi aún con el cebo en la boca, en un entorno natural perfecto para los que buscan tranquilidad y libertad en grandes dosis, alejados de la marabunta del turismo de masas, sólo se necesitan unos días libres y coger un ferry desde Atenas en dirección a Lipsí, una de las pequeñas islas que conforman el Dodecaneso, uno de los archipiélagos del mar Egeo más cercano a Turquía que a Grecia.

Katsadiá es la mejor playa de Lipsí, un pequeño paraíso al que contribuye, sin duda, el restaurante-chiringuito-bar situado a uno de sus extremos: Dilaila. Es un lugar acogedor (una amplia terraza cubierta, de varios niveles, llena de mesitas de madera y sillas de colores), a la orilla del mar, donde sirven comida exquisita y se escucha durante todo el día y parte de la noche música que armoniza con las vistas al agua clara que se pierde en el horizonte.

Para comer hay una amplia carta de platos caseros. No destacan por su originalidad –aunque sorprenden más a los foráneos-, pero sí por su buena elaboración entre los fogones, su sabor y la calidad de los vegetales y frutas llegados de la isla de enfrente (verdadera agricultura biológica) y los pescados frescos que cada día los marineros traen a la cocina después de faenar cuando el resto, que se da a la vida contemplativa y a la buena mesa, aún descansan después de una noche en el bar Dilaila, donde los mojitos saben a Cuba.


Una familia de la isla lleva el restaurante. Antaño, el terreno se utilizaba para cultivo, pero desde hace varios años uno de sus hijos, Jristódulos, decidió convertirlo en lo que es ahora: un perfecto lugar de recreo para huir, por varios días o semanas, del alboroto de ciudades donde la prisa y la contaminación mata. Hijos y nietos trabajan durante el verano para lugareños, griegos hartos de Atenas, ingleses y, sobre todo, italianos.

Son pocos los -también griegos- conocedores de Lipsí. Los turistas de pro, griegos o no, se deciden por otros destinos más abarrotados y menos económicos, más cercanos a la capital. Otros viajeros que no quieren aglomeraciones en calles, playas y restaurantes saben de este rincón en las dodecanesias y repiten. En el pueblo se alquilan apartamentos y habitaciones, pero para los que gustan de la acampada libre encuentran un lugar cedido por los dueños de Dialaila a escasos metros del enclave.

Lipsí no es sólo Katsadiá. Tiene muchas otras pequeñas playas en rededor a las que se puede acceder a veces en moto, coche o autobús, a veces únicamente a pie. El agua es en todas un lujo de la que poco se puede disfrutar ya en las costas españolas de oferta ‘sol y playa’: allí el mar es transparente, templado y en calma; las playas, de arena fina y piedras.



Qué comer


La oferta de platos es extensa y las raciones, abundantes y económicas. Un plato es suficiente para quedarse satisfecho y si lo riegan con el vino del lugar, mejor que mejor. Las berenjenas, los tomates, el queso feta, los pimientos y pepinos son de primera calidad, al igual que sus pescados,  bien frescos, recién sustraídos del mar cada mañana. A destacar, el atún: un generoso filete a la plancha condimentado con una deliciosa salsa de limón y acompañado por una copiosa guarnición de ensalada griega y patatas fritas (uno de los sellos de la casa: las patatas, antes de freírse se cuecen). Otra de sus marcas es uno de sus entrantes, cuya receta es un secreto: la Trelofeta, que consiste en una salsa contundente elaborada con, seguro, feta y tomate.

Por supuesto, en el menú encuentra la clásica musaká, vegetal y con carne, ambas deliciosas, y Berenjenas Dilaila, perfecto para los amantes de este vegetal porque guarda el intenso sabor de un producto agrícola de calidad.

Los tomates y pimientos estofados, rellenos de arroz, son otra exquisitez de la casa que, aún servidos calientes en pleno agosto, no se pueden perder. Macarronia (pasta al horno dispuesta en diferentes capas de macarrones, salsa y queso),  las albóndigas de carne y arroz, la ensalada griega con abundante feta y la ensalada Dilaila, con tomate, calabacín, olivas, pimientos, cebolla, aceite local de queso y aceite de oliva, se valen de los ricos productos de la huerta.

Para picar: la ineludible salsa de yogurt tzatziki, unas suculentas judías blancas ‘gigantes’ rehogadas o un sencillo plato de patatas cocidas-fritas con una sencilla pero apetitosa salsa de tomate.

Y si se quedan con hambre, sabrosísima sandía o algún postre dulce típico como el baklavás o el más de verdad 'jroña que jroña' yogurt griego con miel. También pueden darse a la bebida: krasí, chipuro o rakí.
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