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A los españoles hay que decirles...

A los españoles hay que decirles...

jueves 24 de julio de 2008, 18:06h

Que Venezuela no es Chávez, que aunque el excelso militarote desea fervientemente que se borre nuestra historia y hasta el nombre de país y de sus escombros nazca Chavezuela, eso al menos “Por ahora” y a pesar de tanta ayuda cómplice, no lo ha logrado el que les conté.

    El logra sí lo que el dispendio grotesco del patrimonio de un pueblo le genera… Comprar silencios, comprar sobre todo dignidades en oferta, colgadas en el tendedero de un mundo amoral donde vanidades y blasones son paja de la que comen los burros, y sólo cuenta el “Cash”… Por eso le vemos paseándose por la parte de Europa donde hay países gobernados por sujetos más que complacientes, cómplices… Lagartos de la misma especie que ven en Chávez un igual o cuanto menos un caudillito bananero generador de buenos botines aunque esto signifique la ruina de millones de seres.

    Putin tiene en Chávez un gorila tercermundista cargado de dólares y ávido de lisonjas al que se le puede empujar desde un submarino hasta un fusil oxidado, y que además es de cartera floja, quizá por la máxima popular de que lo que nada nos cuesta hagamos fiesta; también un guerrerista acomplejado que a la hora de no se sabe qué cambio geopolítico, vende a Venezuela con la misma mentalidad del chulo que copió de su mentor y jefe el tirano Fidel Castro.

    Alexander Lukashenko el Mugabe de Europa no es necesario analizarle las empatías con el caribeño delirante, quizá sí,  resaltar que es otro que se está forrando a cuenta de la “Hermandad entre déspotas”. De allí hay que pasar al Sócrates portugués.

    José no seguirá para nada la práctica de su tocayo el ateniense y no tomará la cicuta, sino los dólares que a cambio de complicidad y lavado de imagen le regala el militarote bananero. La cicuta verdaderamente se la empujan el medio millón de portugueses laboriosos que este vivaracho lusitano esgrime como las “500.000 razones” para ponerse de felpudo de Hugo Petróleo y sacarle una buena tajada de la torta que es Venezuela y que reparte entre sus felicitadores.  Esos quinientos mil portugueses que igual que el resto de los que vivimos en este país -el más inseguro de América y uno de los más riesgosos y violentos del mundo- padecen desde el terrorismo de Estado que puede arrebatarles el trabajo honesto de una vida, hasta la bala asesina de un hampón gozoso de la impunidad que le garantiza un régimen forajido.

    Y el viernes el “Broche de oro”… defecarse en la España que como casi todo el mundo cambio gallardía y decoro por interés y relativismo perverso. La España de Zapatero, de los empresarios de misa diaria y bolsillo insaciable que al igual que ayudaron a Castro a esclavizar y destruir a tres generaciones de cubanos y mantenerlos por medio siglo en una isla mazmorra, cárcel de disidentes y lupanar de gozones sin ética.

   Me piden una crónica de la visita de Chávez a España y lo que como periodista percibo en mis conciudadanos. Pues aquí va. Creo con objetividad que ya a los venezolanos no nos sorprende la alcahuetería que nace de la avidez.

   No nos sorprende que su Graciosa Majestad Juan Carlos I deba meterse su asco en algún bolsillo de su ramera veraniega y poner cara de amigo campechano y calarse la chabacanería de un déspota que no conoce ni los límites ni diferencias entre estadista y forajido ni la temperancia que se requiere para toda relación humana y política. En Marivent, Palma de Mallorca, ojalá sople brisa para que se lleve el tufo a indecencia y a presiones vergonzosas de una sociedad que pierde el norte y se le arrastra a un tiranuelo cargado de “pasta”.

    En Venezuela sólo queremos ver si el super Juez Garzón le aplica a este déspota el mismo riguroso celo que destinó para Augusto Pinochet, o por el contrario verá para el mismo lado que cuando ha tenido la oportunidad de imponerle la ley al tiranosaurio cubano y se hizo “El sueco”.

    En Venezuela sabemos que los insaciables empresarios de derechas e izquierdas, populares o sociolistos se relamen por adelantado pensando en las ganancias que les dará haber presionado al rey para que se metiera vaya usted a saber dónde, esa gallardía y ese pundonor que demostró en Santiago de Chile.

   En Venezuela les aseguro que sólo nos interesa constatar si Baltasar Garzón hará algo para imponer justicia por el asesinato de Maritza Ron de Torregrosa, ciudadana española, quien al igual que José Manuel Vilas (ultimado por efectivos militares el 1º de agosto de 2004) -también ciudadano español- fue asesinada (15 de agosto de 2004) en plena calle, a la brillante luz del mediodía y por bandas armadas que envalentonados portaban boinas rojas y amenazantes mostraban sus rostros y que siguen libres y considerados “Héroes de la Robolución”.

    En Venezuela también nos  interesa ver si  los cientos de laboriosos e indefensos españoles que son secuestrados o asesinados en esta parranda sangrienta que se desarrolla en un país donde vida y bienes son meras baratijas que no mortifican al déspota y menos le frenan sus planes, cuentan un poco para esos que en Madrid no frenan la baba que se cae de sus fauces abiertas, listas para ejecutar una engullida mucho más grande y provechosa que la que por cincuenta años han hecho en Cuba.

   Eso es lo que le interesa a la mayoría de los venezolanos, el resto ni nos sorprende ni nos entristece. Hace mucho que nos dimos cuenta que aquel adagio popular es una máxima: . Y más pudo el interés que el amor que se tenían. Si quedan ingenuos que vayan a un psiquiatra o a su confesor, ambos de acuerdo al presupuesto, les podrán mitigar la decepción y el trauma.

   Dinero mata solidaridad, mata gallardía, mata decencia, lo único que no mata es el pestilente tufo a alcahuetería canalla y a falta de valores trascendentes. 

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