El congreso del PSOE se abre cuatro meses después de su triunfo electoral y dos días después del espectáculo circense que el miércoles el PP le montó a Zapatero en el Congreso de los Diputados, algo que no habrían superado Gaby, Fofó y Miliki. También se abre ese congreso cuando sólo han pasado dos semanas desde que el PP celebró el suyo en Valencia, tras meses de profunda crisis a raíz de su derrota electoral del 9-M. No quiero ni pensar qué habría sido de Rajoy si el azar no le hubiera regalado esta crisis económica con la que poder zaherir tan injustamente al Gobierno, pues injusto no es criticar y señalar los fallos, sino atribuir al Gobierno culpas y responsabilidades que todo el mundo sabe que no son suyas sino de la crisis internacional. Todavía no entiendo por qué el presidente les ha regalado una baza tan tonta como la negación de la palabra crisis, tan tonta pero suficiente para organizar esa ruidosa y reiterativa quema de fuegos artificiales.
El congreso del PSOE debe ser el escenario para que esta gente reflexione sobre sus aciertos y errores en los últimos tiempos y para mostrar ante los españoles que tienen programa, ideas y personas para responder al reto de su victoria electoral del 9-M. Un partido con fallos derechizantes como su apoyo a la Directiva europea de la Vergüenza o su olvido de anteriores promesas sobre eutanasia o aborto, hace bien ahora en presentarse con el debate sobre la muerte digna y la concesión del voto a los inmigrantes, que un periódico muy progresista ha calificado de dos pasos a la izquierda. El mismo diario -Público- que días atrás llenaba esa misma portada con la aprobación en Bruselas de la Directiva de la Vergüenza. Lo que el PSOE no debe seguir haciendo es defraudar a esa mayoría de su electorado que le exige no salirse del carril de la izquierda porque para eso ya tenemos al PP, la derecha de verdad, como Zapatero le demostró con gran brillantez a Rajoy en el debate del miércoles pasado.
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