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La dictadura de los piqueteros

jueves 12 de junio de 2008, 11:27h
Si la policía hubiera actuado tres días antes contra los piqueteros- camioneros; si hubiera intervenido para despejar las carreteras e impedir el caos, quizá se hubieran evitado muertos y heridos, apedreados y quemados, ciudadanos conductores al borde un ataque de nervios, la pérdida de millones de horas de trabajo por culpa de los atascos circulatorios.

Pero las fuerzas del orden tardaron tres días en intervenir, en reprimir las salvajadas de los piquetes, en retirar los camiones de las carreteras. Esperaban recibir órdenes de la superioridad para intervenir, y uno se pregunta lo siguiente: si un conductor deja su coche aparcado en medio de la carretera y se va a dar una vueltecita, ¿la guardia civil tiene que recibir órdenes de la superioridad para retirar el coche o, simplemente, lo que tiene que hacer es actuar de oficio, cumplir con lo prescrito por la ley de Seguridad Vial y el Código de la Circulación?.

Pero durante tres días, ancha ha sido Castilla, o ancha la carretera, donde los camioneros han estado a punto de dar jaque mate a la circulación sobre el tablero del asfalto y los piquetes se han permitido el lujo de imponer su condiciones por la fuerza, chuleándose del orden establecido, agrediendo, amenazando, rompiendo, fotografíándose como delincuentes, encapuchados, con aparatoso cuchillo y amenazantes tijeras, piqueteros del terror, algunos de ellos aparentando formación en guerrilla urbana. Instalando el imperio del miedo, la coacción y la amenaza, consiguieron hasta ayer colapsar las carreteras, provocando el cese de actividad de muchas empresas por la falta de suministros, impidiendo a muchos trabajadores llegar hasta sus puestos de trabajo.

Se puede interpretar esta huelga como de la patronal, pero sabiendo como está estructurado el sector, no es exactamente eso. Y en esta situación uno echa en falta la ausencia de los sindicatos de clase en defensa de los intereses de los trabajadores afectados por las consecuencias de la huelga del transporte. No han dicho esta boca es mía; han tragado con la forma de plantear el conflicto y con la actuación de los piquetes contra el resto de los trabajadores.

Estos piqueteros de ocasión, parecen auténticos profesionales del miedo y la violencia. Los detenidos ayer ya están hoy en la calle, en disposición de volver a actuar si lo consideran necesario. Y uno se rebela, no entiende  por qué un grupo de piqueteros me tienen que obligar a comer pescado congelado, conservas, verduras liofilizadas o embutidos; eso siempre y cuando haya todavía este tipo de productos alternativos, porque sino habrá que echar mano de los caducados. Y me obligan a llevar mechero de gas, porque no encuentro gasolina para echar al de siempre.

Estos piqueteros recetan valeriana para los enfermos de los nervios; vahos de eucalipto para los acatarrados, miel caliente para las irritaciones de garganta y hielo para el dolor de cabeza, porque las farmacias, por su culpa, se van a quedar sin ansiolíticos, antibióticos o sulfamidas, y habrá que recurrir a los remedios caseros de siempre, remedios que no cubren las necesidades de los enfermos de cáncer, corazón o renales. Estos piqueteros deciden sobre nuestros alimentos, nuestras medicinas y además, hasta ayer, nos decían por dónde teníamos que circular. Esto es un esperpento inasumible.
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