miércoles 30 de abril de 2008, 13:27h
Quienes tuvimos profesionalmente que ocuparnos de los avatares de la crisis de Unión de Centro Democrático no podemos por menos que advertir algunos paralelismos entre los comienzos del cuarteamiento del partido centrista que fundara Adolfo Suárez y ciertas cosas que están ocurriendo en el Partido Popular. Riesgos que Mariano Rajoy y su partido más vale que detecten a tiempo e intenten corregirlos por vías diferentes a las que la UCD recurrió en su momento.
Especialmente preocupante me parece lo que está ocurriendo en el grupo parlamentario. Que un grupo significativo de diputados conteste el liderazgo del grupo a cargo de Soraya Sáenz de Santamaría resulta ya una anomalía, agravada por el rechazo a los otros altos cargos recién nombrados en este grupo. Que algunos de los parlamentarios de más valía rehúsen desempeñar responsabilidades de importancia en las tareas parlamentarias es otro dato a considerar en el debe, es decir, entre los puntos negativos.
En este contexto, el congreso nacional del mes de junio no va a cerrar las heridas; entre otras cosas, porque algunos nombramientos propiciados por Mariano Rajoy han mostrado ser equivocados, aunque se entiende la actitud del presidente del PP, enrocándose, a la vista de los muchos ataques, de algunos desconsiderados alfilerazos y de ciertos terremotos propiciados por una lucha por el poder que se han producido en su contra.
Tampoco se van a cerrar las heridas de inmediato, porque ni esas ambiciones se han saciado, ni los rencores suscitados por la toma del poder por el ‘grupo de Rajoy’ se han apagado. Yo diría que, ahora mismo, lo que los periodistas que tenemos que seguir la pelea vemos es que las primeras batallas están siendo excesivamente enconadas y no se derivan de un debate civilizado en torno a diferencias ideológicas, precisamente. Una vez más, se confirma la veracidad de la máxima –se la atribuyen a Helmut Schmidt, pero puede que el autor sea cualquier otro-- de que hay enemigos, enemigos a muerte y correligionarios.
Pero, además, no se puede evitar una cierta sensación de que el líder del PP está algo bloqueado. Falta una coordinación de mensajes –y mira que hay materia de crítica ante algunas meteduras de pata del gobierno--, falta un estilo de hacer oposición y falta una presencia coherente de Mariano Rajoy en los lugares precisos y en las ocasiones más convenientes. Obviamente, nadie está dirigiendo ahora la contraofensiva ‘popular’ contra La Moncloa, de la misma manera que no hay estrategas tras las decisiones que está tomando, de manera un tanto aleatoria, Mariano Rajoy.
Así, el congreso de junio en Valencia podría llegar a convertirse, si alguien, desde el lado de Rajoy y también desde los que podrían considerarse ‘la oposición’ al actual líder, no lo impide, en un remedio de aquel congreso de UCD en Palma de Mallorca, en 1981, que escenificó el inicio de la ruptura en la formación centrista. No digo yo que las cosas vayan a ser igual de dramáticas que entonces: el PP sigue teniendo un suelo de diez millones y medio de votantes y casi setecientos cincuenta mil militantes. Además, la situación política es ahora bien diferente; no creo que el PP corra el riesgo de romperse para alumbrar un partido más a la derecha que el actualmente existente.
Pero qué duda cabe de que la contestación al liderazgo de Rajoy, como ocurría entonces con el de Suárez, empieza a ser importante, y bien pudiera pasar que, en la votación a la lista única en el congreso valenciano, se registrasen más papeletas en blanco, a la hora de votar la candidatura oficial, de las que ahora prevén en el ‘aparato’ del PP.
Eso constituiría un duro golpe para el liderazgo de Rajoy, que registra ya en estos momentos una contestación no achacable solamente al ‘aguirrismo’ o al ya declinante ‘zaplanismo’, por buscar dos etiquetas. Yo diría que en estos momentos se está fraguando una ‘tercera vía’, la de los ‘jóvenes turcos’ –otra semejanza con los tiempos de UCD—que tienen escaños en las cámaras del Parlamento y concejalías en algunos ayuntamientos; unos jóvenes a los que solamente les falta encontrar un rostro –que no puede ser el de Esperanza Aguirre, ni el de ninguno de los ‘duros’ de su entorno—en el que se sientan representados para, inmediatamente, designarlo su líder a medio plazo, el recambio de Rajoy ‘cuando toque’.
Pero todo eso, claro, ocurrirá después de junio, si es que debe forzosamente ocurrir.